27 de diciembre de 2009

Trenes y locura


Dice la prensa que, en China "el tren más rápido del mundo ha comenzado a funcionar este sábado para unir las ciudades de Wuhan, en el centro, con Cantón, en el sur del país. Los trenes viajarán a una velocidad de 350 kilómetros por hora, informa la agencia oficial de noticias, Xinhua. Los dos primeros trenes han salido de Wuhan y Cantón a las 9.00 (3.00, hora peninsular española) y han concluido el trayecto en tres horas, una reducción de siete horas y media con respecto al trayecto anterior".

El tren ha sido defendido como una alternativa al avión y celebrado como un avance en "sostenibilidad" pero depende de qué tipo de tren estemos hablando. No es lo mismo, desde el punto de vista de consumo energético, un tren que viaje a cien que otro que viaje a trescientos cincuenta kilómetros por hora. Y no es lo mismo que haya uno o que hayan veinte.

Un argumento decrecentista es que el problema y la solución al problema no es la tecnología sino el modelo económico y cultural que la sostiene. Un tren a una velocidad razonable se corresponde con una sociedad razonable. Un tren veloz y cada vez más veloz se corresponde con una sociedad desquiciada. La velocidad de una sociedad, dominada por el capital, se corresponde con la velocidad de acumulación del capital. Viajamos más de prisa no porque sea necesario hacerlo en términos absolutos sino porque para algunos, los que llevan las riendas, es necesario hacerlo. Quienes viajan en los trenes de alta velocidad son principalmente los ejecutivos de las grandes empresas que requieren agilizar sus negocios. El tren de alta velocidad no es para los ciudadanos corrientes; tiene tarifas más caras y su diseño está pensado para reducir los tiempos de viaje entre los extremos de las líneas despreciando los puntos intermedios. Sus recorridos son entre el centro y el centro de las periferias. La provincias y regiones pasan tras las ventanas a trescientos cincuenta kilómetros por hora.

Dejando de lado por un momento los graves impactos negativos que tiene la construcción y uso de las líneas de alta velocidad, una vez que se han instalado siempre se construirán más y más rápidamente. Las declaraciones del ingeniero chino encargado del del diseño de la vía de alta velocidad Wuhan-Cantón son rotundas. "Costó más de 20 años elevar la velocidad de los trenes de pasajeros de los 43 kilómetros hora de 1978 a los 100 kilómetros hora de 2001, pero en sólo nueve años lo hemos triplicado hasta los 350 kilómetros hora", Este ingeniero "ha comparado el nuevo tren con los de Japón, de 243 kilómetros por hora de velocidad media, Alemania, 232, o Francia, 277. En los tres próximos años China pondrá en funcionamiento 42 líneas de alta velocidad, con una longitud total de 13.000 kilómetros, con lo que se prestará servicio a más del 90 por ciento de la población". Y más velocidad implica más desplazamientos y ambos implican más consumo de energía.

Un sistema productivista enloquecido siempre estimulará a su sistema tecnológico para que satisfaga sus delirios. Siempre romperá sus propios limites. Siempre se construirán más trenes que irán a más velocidad en más lugares y así hasta el infinito y más allá. Hasta que el infinito cambie de nombre y se llame catástrofe.

25 de diciembre de 2009

Copenhague (2)

En la reciente cumbre de Copenhague al parecer hubo de todo, incluyendo los negadores del orígen humano del cambio climático. Esta vez fueron algunos congresistas republicanos para los cuales "el fracaso de esta cumbre es una buena noticia". Como dijo el torero: "hay gente pa' tó", incluyendo estúpidos negacionistas que, casualmente, son, en EEUU, representantes de Estados petroleros o con una importante presencia de la industria automovilística. "Su argumento es que no está probado que el cambio climático tenga su origen en las emisiones de gases de efecto invernadero por la quema de combustibles fósiles, pese a los miles de científicos que lo han probado". (El País.19/12/2009)

En España, José María Aznar es uno de los más preclaros exponentes de esta ideología y fue invitado estrella en la mayor cumbre de negacionistas del cambio climático de la historia celebrada en en Nueva York en marzo de este año y finanaciada por la petrolera EXXONMOBIL.

El negacionismo es una vieja escuela y de amplio rango temático que trata de horadar consensos progresistas acerca de determinados sucesos que han afectado o afectan a la humanidad. El más conocido es el que pretende negar el exterminio de los judíos europeos por los nazis y sus aliados durante la segunda guerra mundial. El más famoso es el inglés David Irving. La Iglesia Católica también los tiene: hace poco Benedicto XVI rehabilitó al también inglés, obispo negacionista Richard Williamson. Este cura afirmó que los judíos que murieron en ese período no pasaron de los trescientos mil y ninguno en las cámaras de gas. También Darwin se enfrentó desde el comienzo a los "creacionistas" que refutarón su teoría de la evolución y que tienen en la actualidad una importante presencia en el discurso de algunas iglesias protestantes de EEUU.

¿Porqué los negacionistas son todos de derechas?

23 de diciembre de 2009

Vacas visibles e invisibles


Todo sistema de dominación-política, económica, cultural o ecológica- crea un espacio de encubrimiento de su dominación y de las consecuencias de ésta. Este es el espacio de las ideologias. El productivismo y el consumismo contaminan, agotan recursos, destruyen culturas y fomentan modos de vida esclavos. Sin embargo, las ideologías del capitalismo "venden" el desarrollo, el bienestar y, ahora, la "sostenibilidad", como fin último de su actividad. Y para que este desarrollo sea vendible se deben esconder los costes medioamientales y el derroche que lleva asociado. Latouche nos recuerda, por ejemplo, que "para que la ganadería intesiva funcione en Europa hace falta que una superficie equivalente a siete veces el continente sea empleada en otros países para producir la alimentación que reclaman los animales criados de este modo industrial: es lo que se llama 'consumo encubierto' . Según William Rees, los Paises Bajos utilizan o importan un territorio de 100.000 kilómetros cuadrados en el mundo, principalmente del Sur, es decir, cinco a siete veces la superficie de las tierras productivas del país y eso sólo para alimentación". Esto significa, aunque parezca paradójico, que los mayores campos de cultivo europeos están fuera de las fronteras del continente.

Para que los consumidores europeos mastiquen y engullan tranquilos los filetes de lomo, que han comprado envasados y sobreenvasados en pulcros centros comerciales, no deben saber todo ésto.Tampoco deben saber que la ganadería genera más emisiones de gases causantes del efecto invernadero que el sector del transporte, según la FAO. Para algunos podría ser causa de una digestión molesta, o no, ¡vaya uno a saber!

El viejo capitalismo de producción, industrial, no podía esconder su suciedad y su podredumbre. Era un capitalismo a cara descubierta. El capitalismo de consumo actual y aún más en esta subetapa informatizada y reticular, es un capitalismo con difraz que tiene la posibilidad de deslocalizar la producción de basura pero, sobre todo, de hacer uso de la cosmética ideológica para ocultar las vacas y poder saborear los filetes de lomo.


19 de diciembre de 2009

Copenhague (1)


La conferencia ha estado alborotada: eso es bueno porque es un signo de que hay posturas diferentes. Los conflictos expresan interesen distintos que deben ser reconocidos. Es malo porque, ya se sabe, a río revuelto gana la OCDE y pierden los perdedores de siempre.

Frente a la postura razonable, necesaria y urgente por comenzar a modificar globalmente las causas del cambio climático, los que mandan han optado por financiar el control de sus consecuencias. El texto “establece un total de 10.000 millones de dólares entre 2010 y 2012 para que los países más vulnerables afronten los efectos del cambio climático, y 100.000 millones anuales a partir de 2020 para mitigación y adaptación (sic)” (El País. 19/12/2009).

En la adaptación está la madre del cordero. Los países ricos, los menos, los que contaminan, podrán seguir contaminando; los países pobres, los más, a quienes se les secarán las cosechas y/o les entrarán los tifones por las ventanas se les dará dinero para que se "adapten a los cambios". Como es previsible, serán dineros en los que intervendrán empresas, consultores y tecnologías de los países donantes que podrán serán incluidos en su PIB "verde" y en el haber de la "sostenibilidad". Negocio redondo. Un mundo de locos y de inmorales.

Cambiemos el sistema no el clima: Declaración de los pueblos en Klimaforum 2009

12 de diciembre de 2009

Decrecentismo es hablar en prosa

Moliere, en “El burgués gentilhombre”, muestra magistralmente el reconocimiento de una ignorancia y de “un darse cuenta” repentino. M. Jourdain, un muy poco ilustrado burgués, de pronto toma consciencia de que durante toda su vida ha hablado “en prosa”. Es decir, descubre una obviedad, tal como se refleja en este diálogo con el “filósofo”:

"—Filósofo: ¿Y son versos los que queréis escribirle?
—M. Jourdain: No, no; nada de versos.
—F:¿Preferís la prosa?
—J: No. No quiero ni verso ni prosa.
—F:¡Pues una cosa u otra ha de ser!
—J:¿Por qué?
—F: Por la sencilla razón, señor mío, de que no hay más que dos maneras de expresarse: en prosa o en verso.
—J:¿Conque no hay más que prosa o verso?
—F: Nada más. Y todo lo que no está en prosa está en verso; y todo lo que no está en verso, está en prosa.
—J: Y cuando uno habla, ¿en qué habla?
—F: En prosa.
—J: ¡Cómo! Cuando yo le digo a Nicolasa: "Tráeme las zapatillas" o "dame el gorro de dormir", ¿hablo en prosa?
—F: Sí, señor.
—J: ¡Por vida de Dios! ¡Más de cuarenta años que hablo en prosa sin saberlo! No sé cómo pagaros esta lección."

El decrecentismo es la prosa de muchos. La nuestra, por supuesto, pero también la de ecologistas y otros activistas sociales que durante muchos años de travesía por el desierto han intentado hacer una propuesta social y política con capacidad de cautivar y aunar voluntades en pro de una sociedad diferente. Este ecologismo, desgraciadamente, ha quedado atrapado en las redes que el sistema ha lanzado para capturarlo integrando el mismo concepto de "sostenibilidad" sobre el que han asentado gran parte de sus propuestas.

El movimiento decrecentista puede tener la capacidad, si las cosas se hacen bien, de reorganizar el imaginario activista, político y teórico de los, en muchos casos, aletargados movimientos sociales si dialoga con ellos, reconoce sus aportes téoricos y sus luchas y comienza a recorrer con ellos la gran transición hacia una sociedad viable. Eso requerirá acentuar las diferencias conceptuales, éticas y prácticas entre "sostenibilidad" y "decrecimiento". Es de vital importancia fortalecer una idea del decrecimiento no asimilable.

La propuesta por el decrecimiento es una obviedad. Es el “dos más dos” del sentido común y de la sensatez: no es viable un crecimiento infinito en un mundo finito y punto. No hay nada más que decir porque todo lo que se puede decir ya ha sido dicho: que si la tecnología, que si los acuerdos internacionales, que si la responsabilidad social corporativa; que si la empresa verde; que si el reciclaje etc. y no han servido para casi nada. Tinta y saliva a raudales han sido vertidas en los cauces de la retórica posibilista para justificar lo injustificable o para aligerar el peso y hacer un poco más lenta la caída a un precipicio que de todas maneras va a ocurrir, si seguimos por el mismo camino. El decrecentismo dice: “si ésto, entonces ésto”. Si el causante del desastre previsible es el crecimiento económico, no un tipo de crecimiento, sino "el" crecimiento en sí mismo entonces hay que dejar de crecer. Lógica y prosa elemental y, a la vez, implacable. Por ello, hay que seguir hablando en prosa: lo demás es poesía.

6 de diciembre de 2009

Jornadas sobre decrecimiento en Madrid


El colectivo Decrecimiento Madrid ha organizado unas intensas y extensas jornadas sobre decrecimiento en el Patio Maravillas, los días 11, 12 y 13 de diciembre. El programa es amplio e incluye una gama importante de temas relacionados con la objeción al crecimiento, desde el punto de vista téorico así como desde el punto de vista de la práctica cotidiana, individual y colectiva.

Para ver el detalle del programa: Decrecimiento Madrid

5 de diciembre de 2009

Serge Latouche


Serge Latouche es alto, delgado, ágil y lleva un bastón. Parece ser también una buena persona. Esto es importante porque para llamar a cambiar la economía, es decir, a cambiar el mundo y sus alrededores, hay que estar loco, ser un dictador megalómano, las dos cosas a la vez o ser una buena persona. Latouche es un tipo razonable que lleva pensando muchos años sobre diversas cosas interesantes, las escribe y convence a mucha gente con argumentos simples, tan simples que parecen triviales. Uno dice: ¡coño, cómo no me había dado cuenta antes¡. Si el crecimiento económico tiene los efectos negativos que tiene lo más razonable es dejar de crecer, no crecer de otra manera. La fuerza de la idea decrecentista es su obviedad paradójica. Muchos hubieran deseado haber acuñado la palabra y desarrollado el concepto antes.

Latouche no utiliza el bastón para caminar: lo emplea para señalar las palabras y gráficos de la presentación en Power Point que apoyan algunos puntos de su exposición. Este catedrático emérito de economía, aunque iconoclasta frente a su propia disciplina, camina perfectamente sin bastón; se apoya más bien en su larga experiencia investigadora y docente con la cual anda por el mundo difundiendo la idea decrecentista. Teníamos que conocerlo personalmente y fuimos a Somosaguas a verle y a oirle a una de sus charlas en su viaje a España. Para quienes lo leemos desde hace ya algún tiempo, fue un placer revivir la experiencia clarificadora de los primeros encuentros con sus escritos. En un momento de crisis de liderazgo el austero Latouche es un buen referente intelectual que, sin estridencias ni protagonismos banales, ha ido trazando un recorrido sistemático por la crítica al productivismo y el bosquejo de los contornos del postdesarrollo.

En la charla traza los rasgos de una política decrecentista resumida en los siguientes diez puntos: 1) reencontrar una huella ecológica sostenible (reducción del 65% en los paises del Norte desarrollado); 2) reducir los transportes; 3) relocalizar las actividades económicas; 4) restaurar la agricultura campesina; 5) transformar las ganancias de productividad en una reducción del tiempo de trabajo; 6) relanzar la producción de bienes relacionales; 7) reducir el gasto de energía en un factor cuatro; 8) limitar la actividad publicitaria; 9) reorientar la investigación tecnocientífica; 10) reapropiarse del dinero y reducir progresivamente el espacio de la banca.

Latouche es una buena persona pero no ingenuo: aunque apuesta por un "decrecimiento sereno", es consciente de las consecuencias que tendría la implantación de tal programa decrecentista. Si se presentara a las elecciones y saliera elegido, fantasea, lo matarían al poco tiempo "como al presidente Allende", dice. Sabe, por lo tanto, que el decrecentismo "no es una moda para intelectuales con culpas", como ironizaba Carlos Taibo, sino una apuesta política con riesgos. Serge Latouche sabe que en la tragedia griega la "catásfrofe"designa la "escritura de la última estrofa", por eso se esfuerza para que no tengamos que escribirla en la tragedia humana.

4 de diciembre de 2009

Bangladesh


El periódico de ayer dice que, según el Banco Mundial, en Bangladesh "20 millones de personas pueden ser desplazadas para 2050 por los efectos del calentamiento global, que dejaría el 17% de su superficie bajo el agua" y que "otros especialistas aseguran que si las peores predicciones se cumplen, hasta 35 millones de bangladesíes perderían sus casas y sus formas de sustento. Se les llama "refugiados climáticos".

Si Ud. vive algunos metros sobre el nivel del mar, digamos a partir de los cuatrocientos o los quinientos, puede dormir, por ahora, tranquilo y despreocuparse del cambio climático. Todavía puede imaginar todo el tiempo del que dispone la tecnología para inventar algo contra el calentamiento global. Mientras tanto, puede seguir consumiendo como lo ha hecho hasta ahora, utilizar el mismo vehículo para desplazarse al trabajo por las mismas carreteras atascadas de todos los días, visitar otra vez el enorme centro comercial de la periferia y engullir lo que engulle siempre.

Pero si vive en Bangladesh (por cierto: ¿sabe Ud. dónde está Bangladesh?), la cosa es un poco más complicada. Tomando en cuenta que una gran parte del territorio del país está al nivel del mar, en algunas zonas le costará pegar ojo temiendo que el mar se le meta por la ventana y arrase por enésima vez con lo poco que ha rescatado de la última inundación o del último ciclón. Pero la sinrazón está en que si viviera allí, su consumo habría sido mínimo, probablemente de susbsistencia, no habría utilizado un todoterreno para ir buscar a sus hijos al colegio, ni habría hecho la compra por Internet esta semana. Es decir, su modo de vida habría tenido poco que ver con los desastres medioambientales que lo acechan. Probablemente sería feliz si no fuera porque, degraciadamente, nació a nivel del mar en una época en la que el nivel del mar está subiendo.

Si Ud. vive a varios metros sobre el nivel de mar pensará que quienes afirman que "el calentamiento lo han creado los países ricos; que Bangladesh, una de las naciones más pobres del mundo sólo aporta el 0,1% de las emisiones de dióxido de carbono mundiales y que cada bangladesí produce 0,3 toneladas por año, a diferencia de las 7,6 de un español o las 20,6 de un estadounidense", son unos catastrofistas. Y que son unos bárbaros amenazantes quienes, como Atiq Rahman, que dirige el Centro de Estudios Avanzados de Bangladesh (BCAS por sus siglas en inglés) afirman que "La gente que está perdiendo sus hogares tiene derecho a irse a los países ricos" añadiendo que va ir personalmente "con varios millones de desplazados hasta países como Holanda y Estados Unidos y ahí exigiremos que les den casa y trabajo: no por caridad, sino por merecida compensación". Si Ud. vive a varios metros sobre el nivel del mar tendrá que comenzar a preocuparse.

27 de noviembre de 2009

Charla decrecentista

La idea decrecentista se expande. Tres actividades relacionadas con el tema se han desarrollado y se desarrollarán en Madrid durante esta semana. La CGT, sindicato anarcosindicalista, organiza una titulada "Las alternativas sociales de la CGT" donde incluyen un espacio para el Decrecimiento y, en el Patio Maravillas, este fin de semana hubo un encuentro sobre economía solidaria tema, en nuestra opinión, central en la propuesta decrecentista, sobre el cual hablaremos en otro post. Por otra parte, el miércoles pasado asistimos a una charla organizada por Ecologistas en Acción con la participación de Carlos Taibo y Fernando Cembranos.

Interesante y didáctica fue la charla. Taibo, con su acostumbrada elocuencia y asertividad, subrayó los principales rasgos de su perspectiva contenida ya en su libro "En defensa del decrecimiento" abogando por una alternativa decrecentista, anticapitalista y antipatriarcal. Según él, la crisis es tal que "ya no estamos en condiciones de afirmar que las generaciones que vienen vivirán mejor que las anteriores" y que "hay que cerrar sectores enteros: automóvil, aeronáutico..."

Cembranos, por su parte, con humor y simpatía, elaboró sus argumentaciones desde la Economía ecológica y realizó una incisiva crítica a la ideología del PIB: "el PIB es una medida directa de la destrucción". Abogó por una "economía de los cuidados" y de los "bienes relacionales" dentro de espacios no monetarizados.

Interesantes y didácticas ambas intervenciones repetimos pero, a tenor de las preguntas del público, las demandas en el momento actual tienen que ver también con los modos de articular y poner en marcha alternativas concretas. Es decir, pasar del diagnóstico a la construcción o, al menos, al esbozo de aquello, deseable, que será distinto a lo actual. No se trata de oponer teoría y práctica despreciando la primera (sigo pensando que no hay mejor práctica que una buena teoría) sino más bien de crear los puentes entre la fase de diagnóstico y la fase de la acción colectiva. El decrecentismo como cualquier movimiento tiene que articular tres "patas": la teórica, la del activismo y la de las propuestas de organización social alternativas. Esta última es particularmente relevante en un movimiento no leninista que, por lo tanto, no aspira a la toma del Palacio de Invierno, entendido como un acto final y único a partir del cual se comenzaría a construir la sociedad imaginada. Esta se construye desde el aquí y ahora. Y, dado que el diagnóstico es radical, la alternativa debe ser también radical y posible pero aquí y ahora.

21 de noviembre de 2009

COOP57

El cooperativismo es una vieja idea y una vieja práctica que ha pasado por períodos de relativo esplendor y decadencia. Se vinculó con el asociacionismo obrero de los siglos pasado y antepasado y fue absorbido en parte por la economía mercantil en diferentes momentos de su historia. Ahora, en la emergente realidad de la economía alternativa y solidaria, vuelve a presentarse como modo posible de restablecer los vínculos sociales y económicos sobre bases democráticas y participativas.

Asistimos hace unos días a una charla dada por un socio de COOP57 que se define como "una cooperativa de servicios (crédito, préstamo e intercambio) integrada por diversas entidades de la economía social, una cooperativa de primer grado nacida en Barcelona en mayo de 1995 que se expande a Aragón en 2005 y ahora a Madrid". Esta organización "destina sus recursos propios a proporcionar ayuda financiera a proyectos de economía social que promuevan la ocupación, fomenten el cooperativismo, el asociacionismo y la solidaridad en general, y promuevan la sostenibilidad sobre la base de principios éticos y solidarios"

La charla, con pocos asistentes pero participativa, nos permitió conocer y valorar positivamente esta iniciativa que permite ir creando una base financiera de apoyo a las empresas de la "otra economía" a partir de la captación de fondos provenientes de los ahorradores solidarios. Un buen punto de partida para organizar proyectos decrecentistas ¿no?

18 de noviembre de 2009

Atunes y decrecimiento

En la llamada crisis del "Alakrana" se ponen en evidencia varias cuestiones que tienen que ver con el decrecentismo. Se me ocurren algunas que expongo aquí sin animo de exhaustividad. En primer lugar, la presencia de un barco español faenando tan lejos de sus propias costas indica, paradójicamente, una débil soberanía alimentaria del país. Es decir, una parte de sus alimentos no proviene de su propio espacio ecológico, sino que es extraído de otro, distinto y muy distante. El hecho de que sean, en principio, "aguas internacionales" no relativiza esta afirmación. En segundo lugar, a diferencia de lo que sucede con la débil soberanía alimentaria de los paises "pobres" en este caso se trata de un país rico que al no "producir lo que come" utiliza su, relativo, poder económico y militar para obtenerlo en otros lugares. En tercer lugar, se pide y se obtiene protección pública para actividades privadas que, debe quedar claro, no son actividades comerciales de intercambio "normales" sino asimétricas y de extracción directa de alimentos en el espacio ecológico de otras comunidades humanas. El punto de partida aquí es, entonces, un modo de producción y consumo de alimentos que no respeta sus condicionantes espaciales locales y se ve obligado a expandirse. La pesca es la prolongación de la ecología y la política por otros medios.

13 de noviembre de 2009

Mercantilización, sobremercantilización y desmercantilización

Trataremos de explicar los, feos, palabros del título. El siglo diecinueve europeo entregó a la humanidad una innovación económica y cultural importante: la ampliación de la esfera del mercado atribuyéndole un rol central en la coordinación de las acciones sociales. Es decir, las "mercantilizó" y, por lo tanto, las entregó a las fuerzas de la oferta y la demanda. Aportó con ello diversidad y dinamismo a las rígidas estructuras económicas precedentes. Pero, su posterior evolución "sobremercantilizó" dichas acciones humanas: situó como referente absoluto al mercado y sometió a casi todos los ámbitos sociales a la lógica del valor de cambio. De este modo, tenemos, entre muchas otras, una cultura, una política, una economía y hasta un ecologismo mercantilizado. Un ecologismo se mercantiliza cuando, por ejemplo, acepta la idea de un mercado de contaminantes (los países ricos compran las "cuotas" de contaminación de los países pobres) o cuando confía a las fuerzas del mercado el desarrollo de energías renovables manteniendo el supuesto de las necesidades humanas ilimitadas.

El decrecentismo, por el contrario, es, en gran medida, una propuesta de "desmercantilización" de las relaciones sociales y de los vínculos de las sociedades con la naturaleza. Supone una apuesta por ampliar los espacios no sometidos a la disciplina del valor de cambio, es decir, una apuesta por la concreción, solidaria, de las relaciones sociales y orgánica con el medio ambiente, frente a la abstracción de los vínculos monetarios. En estos ámbitos, la inventiva decrecentista debe aportar ideas, sueños, pero, sobre todo, proyectos concretos que expresen una lucha contra la expansión ilimitada de la economía mercantil monetarizada.

8 de noviembre de 2009

Tecnologías de la parsimonia

El ministro de Fomento, José Blanco, anuncia que el tren de alta velocidad (AVE) llegará al aeropuerto de Barajas. Es decir, la oferta es velocidad más velocidad; inmediatez más inmediatez. Capitales, esfuerzo humano y tecnologías puestas al servicio del aceleramiento. Una sociedad montada sobre la urgencia y la inminencia. Los tiempos sociales hace tiempo que rompieron los de la naturaleza pero la presión por la velocidad se intensifica cada día más. No hay límites a la compulsión al movimiento acelerado. Todo debe ir más de prisa. ¿Para qué? ¿Qué es lo que nos espera al final del viaje? ¿Cuál es el premio a la premura?.

Aparentemente estas ofertas complacientes que hacen políticos y tecnócratas responden a las demandas sociales de más y más velocidad. Pero, Paul Virilo hace ya tiempo que señaló que tecnología y velocidad han sido unidas en una misma amalgama cultural y económica y que la velocidad es la más importante de las seducciones que realiza la tecnología. Juntas constituyen, bajo la amenaza de que parar significa morir, un factor de control social. "Controlar la tecnología, la velocidad del cambio, es controlar la sociedad, el espacio y la información".

Pero: ¿es todo esto ineluctable? ¿estamos condenados al vértigo de la velocidad? ¿o, por el contrario, es posible pensar y poner en funcionamiento otras tecnologías al servicio de los tiempos de la naturaleza? ¿al servicio de los tiempos comunitarios? ¿al servicio de los tiempos de la solidaridad?¿al servicio de los tiempos de los cuerpos y los sentimientos? ¿son posibles tecnologías de la lentitud, de la calma, incluso de la pachorra? ¿son posibles tecnologías de la parsimonia? La reflexión y la práctica decrecentista debe transitar por estos caminos ofreciendo propuestas para reconstruir el vínculo social sobre la base de otros tiempos distintos a los de la urgencia y la producción.

6 de noviembre de 2009

Conferencia sobre Decrecimiento en Barcelona

En Barcelona, ente el 25 y el 28 de marzo de 2010, se celebrará la “Segunda Conferencia sobre Decrecimiento”, esta vez organizada por la Universidad Autónoma y Research & Growth. La primera se desarrolló en París en abril de 2008.

En uno de sus documentos se lee: “Este es un llamado a la presentación de trabajos para la segunda Conferencia Internacional sobre decrecimiento económico socialmente sostenible que busca vincular perspectivas económicas, ambientales y sociales, con énfasis en políticas prácticas y propuestas concretas". .

El programa se ve muy atractivo y muestra la riqueza de las iniciativas decrecentistas. Bueno, al fin y al cabo, se trata nada más y nada menos que inventar otro mundo. Lo posible decrecentista se mueve ente la ingenuidad, la necesidad y la voluntad.

Una de las áreas temáticas tiene que ver con la tecnología, algo directamente relacionado con este Blog. Incluye cuestiones tales como las posibilidades de desarrollar la "investigación cooperativa" o la "innovación en sociotecnologias para la frugalidad". Intentaremos presentar algún trabajo.

5 de noviembre de 2009

Bifurcaciones

La historia de las sociedades humanas puede ser vista como la historia de infinitas bifurcaciones resultantes, a su vez, de infinitos azares y decisiones de los actores sociales. En cada momento o circunstancia histórica lo deseable lucha contra lo posible y lo probable.

La historia no vuelve atrás. La entropía no lo permite. Y, ya lo han dicho otros, si lo hace es sólo como farsa, caricatura o simulacro.Pero se puede revisitar el pasado para descubrir en él las contingencias que nos han llevado a nuestro presente. Tomemos un ejemplo relevante, entre otros muchos: el mercado, institución y modelo social dominante en la actualidad. No es el producto de una evolución histórica "natural", ineluctable. Antes de su cristalización hegemónica han existido otras formas de comportamiento económico. Jean Louis Laville, nos recuerda que Polanyi diferenciaba cuatro principios de producción y distribución de bienes y servicios: la administración doméstica, donde el espacio de interacción era el grupo propio, cerrado y limitado; la reciprocidad dominado por la simetría entre los individuos; la redistribución donde la producción era remitida a una autoridad centralizada y, por último, el mercado, lugar de encuentro entre oferta y demanda que puede tomar la forma de compra/venta, pago en especies o trueque. El mercado, en su versión monetarizada, que resultó de una bifurcación consolidada a lo largo del siglo diecinueve y que predomina hasta hoy, tuvo como base mercados locales regulados que tardaron en considerar, por ejemplo, al trabajo y a la tierra como mercancía.

El decrecentismo no trata de volver al pasado pero aprende de él para relativizar el presente y diseñar futuros mejores. Propone que es necesario imaginar modos distintos de comportamiento económico descentrando al mercado monetarizado y experimentando con formas nuevas de reciprocidad, localización y redistribución. Sobre estos espacios la innovación social debe desplegar las alas de su vuelo utópico incitando la imaginación acerca de lo deseable, lo posible y lo probable.

31 de octubre de 2009

Las ilusiones


El taxista me dice, en manga corta y con veinticinco grados en Madrid a finales de Octubre, que él cree que frente al cambio climático “ya encontrarán la forma de arreglarlo, porque con los avances que hay ahora…”. Los negacionistas, algunos, no todos, un poco más ilustrados que mi interlocutor, agregan a éste el argumento de los ciclos de la naturaleza: si hay calentamiento o glaciación, que también es posible, esto es producto de los cambios “naturales” del clima.

Entre ambas ilusiones vive la mayor parte de la población mundial. La primera se basa en la arrogancia y la omnipotencia estimulada por los “avances” tecno científicos. La segunda en una resignación frente a fuerzas incontrolables. Ambas, sin embargo, estimulan la pasividad y un optimismo, que, aunque precario, es suficiente para la indolencia o la delegación de responsabilidades.

Entre esas dos ilusiones es necesario introducir la argumentación decrecentista. Esta argumentación está basada en un “pesimismo utópico” que plantea que ni esta tecnología resolverá los problemas medioambientales, entre otras razones porque ella misma es parte del problema, ni la naturaleza ha permanecido ni permanecerá inalterada frente a la acción humana. Sólo otra tecnología inserta dentro de otras formas de organización e innovación social puede hacer frente a las modificaciones, de origen antropogénico, de las condiciones de posibilidad de la biosfera común a los seres vivos. E incluso, suponiendo una acción conjunta de factores antropogénicos y naturales, una sociedad decrecentista, basada en mecanismos solidarios de actuación, se encontraría en mejor condiciones para afrontarlos. Ya ha sido dicho por otros: “decrecimiento o barbarie”. Todo pende de un hilo.
Fotografía: Alfredo Yañez

28 de octubre de 2009

Obsesiones

Más sobre autopistas. Se van a convertir en mi obsesión. He publicado un pequeño texto sobre la M-30 en decrecimiento.info.

27 de octubre de 2009

Sapos y decrecimiento

Las autopistas glorifican el desarrollo económico: quieren ser uno de sus símbolos. Su proyecto es la velocidad, la comunicación, la inmediatez. Su promesa es la libertad y la autonomía. Pero las autopistas cercenan la tierra. Son espadas de asfalto que cortan la continuidad de los paisajes y los hábitats. En las autopistas vivimos y, a veces, morimos. Y también matamos. La noticia se titula así: “Mueren cientos de sapos al cruzar una vía para aparearse”. En su viaje de amor los sapos son aplastados por los automóviles ciegos e ignorantes. Pero, en medio de la estupidez, algunas personas enaltecen y dan alguna esperanza ética a la especie humana. Una voluntaria de una asociación conservacionista (GREFA) salva a los anfibios y los pone al otro lado de la barrera. Millones como ella hacen falta. Pero también hace falta abandonar la construcción desbocada de autopistas que no nos llevan a ninguna parte, salvo a un desastre anunciado.

Una imagen posible de una sociedad decrecentista: millones de sapos copulando en las charcas y prados que cubren los restos de las autopistas abandonadas.

24 de octubre de 2009

Jornada de economía solidaria (1)


Asistí el pasado viernes a la jornada organizada por REAS (Red de redes de economía alternativa y solidaria) y denominada “Ante la crisis, una economía solidaria ya es posible”. Fué una mañana intensa de debates y espacios para ponerlos en común. La jornada continuó por la tarde, aunque yo no pude asistir. Los temas tratados fueron los siguientes: mercado social, consumo responsable, finanzas éticas, cultura participativa y redes sociales. Quedé gratamente sorprendido por la diversidad de experiencias y trayectorias de los distintos grupos que estaban representados allí. No todas, pero sin duda muchas de ellas son iniciativas cercanas e, incluso, sostenedoras de posibles propuestas decrecentistas. Con ellas hay que dialogar, necesariamente.

La economía solidaria (cooperativas, grupos de consumo, bancas éticas etc.) tiene una tradición larga de iniciativas que apuestan por otras maneras de producir, consumir y obtener recursos financieros, sustentadas en estrategias democráticas, participativas y solidarias. Se trata de prácticas heterogéneas que tienen en común una voluntad de supervivencia en un entorno hostil. Son experiencias, “contrasistémicas” de resistencia e iniciativa colectiva que van buscando y logrando, poco a poco, la “inter cooperación” entre los diferentes actores con el objetivo de crear “mercados sociales”, entendidos como redes de colaboración basados en la compra y uso recíproco de servicios y productos.

La jornada estuvo precedida por la intervención institucional de un representante del Ministerio del Trabajo. Presentación retórica y prescindible si no fuera porque sirvió para poner en evidencia los peligros de la confusión entre economía solidaria, la responsabilidad social corporativa (RSC) , el trabajo autónomo, la economía social y otras definiciones que cabían en la descripción del cargo del personaje en cuestión. La economía solidaria, en mi opinión, tiene una entidad y una identidad propia que no requiere de la compañía de propuestas más que controvertidas como la RSC, que de alternativa no tiene nada y que confunde la responsabilidad con las estrategias de imagen empresarial.

La intervención de Jordi García, en cambio, apoyada en su amplia experiencia teórica y práctica en el mundo cooperativo, fue rotunda y clarificadora. Jordi es autor, junto con Jean-Louis Laville, del un libro recientemente publicado y titulado “Crisis capitalista y economía solidaria: una economía que emerge como alternativa real”. 2009. Icaria. Barcelona. Trataremos de hacer una reseña de él lo antes posible. Rescato, entre otras cuestiones interesantes de su intervención, la idea de que la actual crisis no es una crisis financiera sino una “crisis de civilización” y que en este contexto si bien otra economía es posible no sabemos cual es la probabilidad de esa posibilidad. La economía solidaria, de acuerdo a ese diagnóstico, sería un esfuerzo utópico y razonable por aumentar las probabilidades de lo posible.

22 de octubre de 2009

La Tablas de Daimiel desaparecen

Solución política, tecnológica y científica tradicional: ninguna. Las Tablas de Daimiel desaparecen por la desidia política que no ha intervenido sobre un modelo de desarrollo agrícola nefasto, intensivo en el uso de los recursos hídricos, irrespetuoso con el medio ambiente y contaminante. Este modelo ha sido apoyado por acciones de desecación y canalización de aguas desde hace más de cuarenta años.

Solución “sostenible”: llenar con agua procedente de otras regiones los agotados, y ahora ardientes, acuíferos que sostenían a las Tablas. Continuar con el mismo modelo de desarrollo agrícola. Hacer frente a los conflictos que traen siempre los trasvases de aguas. Rezar para que todo salga más o menos bien.

Solución decrecentista: complementar las medidas urgentes que eviten el colapso de este ecosistema con una propuesta territorial, también urgente, de un modelo agrícola no basado en la explotación del acuífero. Promover iniciativas económicas decrecentistas que potencien una relación de armonía entre las Tablas, su vida animal y vegetal, con las comunidades humanas circundantes. Pedir disculpas a la naturaleza por la estupidez humana.


Ver: El País

18 de octubre de 2009

"No tenemos modelo"


Reproducimos la declaración de principios del periódico La Décroissance. Y, aunque algunos términos merecerían ser explicitados y echamos de menos otros, la compartimos y pensamos que también puede ser un buen referente para este blog. De paso, nos evita tener que inventar la rueda. Creemos en la simplicidad voluntaria y en la austeridad discursiva. La traducción es nuestra.


Declaración de principios de La Décroissance

"El proyecto del decrecimiento es la única alternativa posible frente al avance de la miseria y de la destrucción del planeta. El decrecimiento es un movimiento de ideas y un conjunto de prácticas que no pertenecen a nadie. La Décroissance está al servicio de esta causa, pero no pretende ser su único representante. Desea, en cambio, ser un vehículo para los debates y movilizaciones necesarias para convencer a los partidarios del "desarrollo sostenible" de su impasse. El periódico se dirigirá al gran público partiendo del principio de que las elecciones políticas son asunto de todos. Defenderemos los principios que constituyen nuestra identidad y la razón de nuestra lucha. Somos fundamentalmente humanistas, demócratas y fieles a valores como la libertad, la igualdad y la fraternidad. No creemos que se deba elegir entre la cuestión ambiental y la cuestión social, que para nosotros están íntimamente ligadas.

El decrecimiento busca entregar a las generaciones futuras un planeta donde no sólo sea posible vivir sino vivir bien. El decrecimiento no propone vivir menos sino vivir mejor, con menos bienes y más vínculos sociales. El decrecimiento se basa en una concepción de la sociedad diferente a las que proponen los partidos políticos. Se basa en una relación distinta con el espacio y el tiempo, que no es sino una manera de volver a conectar con una larga historia de lucha contra la dominación y la alienación.

Estamos convencidos de que la emancipación será obra de los propios seres humanos y, principalmente, de los más débiles. Creemos que es posible continuar la aventura para construir una sociedad más humana, lejos de toda idealización del pasado o de otras tradiciones o lugares.

No tenemos modelo porque creemos en la necesidad de inventar juntos una sociedad viable y justa. El periódico apoyará cualquier iniciativa de simplicidad voluntaria, y también trabajará por la interconexión de estas iniciativas individuales y colectivas para construir un proyecto político capaz de hacernos soñar. El periódico será un espacio para los debates que todavía dividen y dividirán al movimiento. El periódico no acogerá, en cambio, a las ideologías que hacen de la humanidad misma la fuente de los problemas. Combatimos a todo sistema productivista y consumista, pero no vemos en la humanidad a nuestro adversario. Creemos que es posible y necesario conciliar el "principio de responsabilidad" con el "principio esperanza”.

14 de octubre de 2009

Juguetes caros

Vemos en la Red unos videos de Pedro Prieto sobre las energías "renovables". Hay dos maneras de analizar esta descripción crítica de las diferentes formas de producir y/o utilizar “energías renovables” que el conferenciante nos ofrece. Pueden verse como un inventario de talento científico y técnico o como un muestrario de los despropósitos colectivos que pueden presentarse cuando la inventiva colectiva está determinada por las prioridades de la lógica productivista y consumista dominante. En la primera lectura, las variadas formas de energías “renovables” que se han desarrollado en los últimos años muestran que el ingenio humano es capaz de desplegarse en múltiples direcciones buscando soluciones originales a las carencias actuales y futuras de energía.

En una segunda lectura, lo que emerge es la equivocación de los esfuerzos de innovación y creatividad cuando a lo que tienen que responder, en este caso “las renovables”, no es una demanda absoluta de energía sino a unas exigencias relativas al modo de producción y consumo hegemónico. A este tipo de energía se les exige que respondan a los requerimientos nacidos de la misma matriz productivista y consumista que ha llevado tanto al agotamiento de los combustibles fósiles como a la contaminación de la biosfera. Y aunque pueden ser auténticas energías renovables algunas de ellas (y es importante mantener la distinción que hace Prieto entre la energía misma y el mecanismo de generación o recuperación de dicha energía, que puede ser no renovable) están pensadas para unas estructuras de producción y consumo que no se han renovado. Y como se les pide lo mismo siempre quedan sobrepasadas por la demanda y al final sus costes energéticos para su fabricación o mantenimiento descompensan sus virtudes energéticas.

Por otra parte, no cabe duda, que estas tecnologías son innovadoras; en algunos casos son sofisticadas, pero en otros muestran un “manierismo” tecnológico evidente. Son, muchas de ellas, “juguetes caros”, rebuscados y complejos. No son respuestas sociotecnológicas integrales a las necesidades de las comunidades humanas sino soluciones, precarias, a los problemas que la misma máquina del capital ha creado.

La crítica de derechas a las energías renovables, cuando no proviene directamente de los actuales defensores de los combustibles fósiles, surge de aquellos que defienden la energía nuclear, que, dicho sea de paso, tienden a ser los mismos. En ambos casos, no se cuestiona el modelo sino la velocidad y la capacidad de las renovables para dar respuesta a los mismos imperativos productivistas. Y aquí las renovables juegan con desventaja.

No obstante, de lo que se trata es de renovar antes a la sociedad y a su relación con la naturaleza, que a las energías que la sustentan. Desde una posición decrecentista y ecologista la verdadera innovación debe ser social antes que tecnológica. La innovación debe corresponderse a una nueva matriz de demandas provenientes de actuales y nuevos sujetos sociales y estar basada en principios de austeridad, descentralización, localización, diálogo con la naturaleza y beneficio de las mayorías. Todo lo demás es repetir una historia que tiene un conocido y mal final.

(Ver videos)

10 de octubre de 2009

Reformas decrecentistas (1)


“El decrecimiento es una buena idea: indica la dirección en que hace falta ir e invita a imaginar cómo vivir mejor consumiendo y trabajando menos y de otra manera. Pero esta buena idea no puede encontrar una traducción política: ningún gobierno se atrevería a ponerla en práctica, ninguno de los actores económicos la aceptaría -a menos que su aplicación no fuera fragmentada en medidas subalternas, escalonada en uno o varios decenios y vaciada así de su potencial de radicalidad para hacerse compatible con la perpetuación del sistema económico dominante” André Gorz.

El viaje decrecentista no será fácil y los peligros de apresuramiento o, por el contrario, de excesiva parsimonia, son reales. Pero la invitación a imaginar ya está hecha. André Gorz nos la hizo con su lucidez habitual. “Reformista revolucionario” en relación al socialismo, probablemente también lo sería en relación a la propuesta decrecentista. Gorz distinguía entre “reformas reformistas” y “reformas no reformistas”. Las primeras son aquellas que subordinan “sus objetivos a los criterios de racionalidad y de posibilidad de un sistema y de una política dada. El reformismo descarta de entrada los objetivos y las reivindicaciones-por muy enraizadas que estén en las necesidades-incompatibles con la conservación del sistema. No es necesariamente reformista, en cambio, una reforma reivindicada no en función de lo que es posible en el marco de un sistema y de una gestión dados, sino de lo que debe ser hecho posible en función de las necesidades y las exigencias humanas”.

Para Gorz, lo que caracteriza a una “lucha de reformas no-reformistas- para las reformas anticapitalistas- es que no hace depender la validez y la carta de ciudadanía de las necesidades de criterios de racionalidad capitalista. Se determina no en función de lo que puede ser sino de lo que debe ser. Y, a la vez, hace depender la posibilidad de alcanzar su objetivo de transformaciones y de medios políticos y económicos a poner en marcha. Estas transformaciones pueden ser bruscas como pueden ser progresivas. (…) Suponen reformas de estructura”.

8 de octubre de 2009

Ecofascismo

En una reciente acción de difusión del grupo Decrecimiento Madrid, a una de las mesas instaladas en diferentes puntos de la ciudad se acercó una persona con folletos acerca la crisis del petróleo y de otras catastrofes mediambientales. Los contenidos eran aparentemente coincidentes con las ideas del decrecentismo. Sin embargo, la revision posterior de dichos contenidos y la visita a su blog revelaron un peligroso delirio apocalíptico del sujeto en cuestión.

Es un tema importante porque, dada las características del concepto y del movimiento decrecentista, amplio y plural, es fácil que se "cuelen" individuos y teorías aparentemente afines. Sin embargo, este personaje y otros de herencia malthusiana basan su catastrofismo en una variable principal: el crecimiento demográfico y en una visión de la naturaleza como autorreguladora, por el caos, de los desajustes ecológicos.

Serge Latouche ya advertía del peligro de un "ecofascismo o ecototalitarismo" emergente con la crisis ecológica. Citando a Hervé Kempf señala la posibilidad, paradójica, de que "un poder autoritario se jactara de la necesidad ecológica, para imponer las restricción de las libertades sin tener que tocar las desigualdades". Cita también a Castoriadis quien señala que "si no hay un nuevo movimiento, un despertar del proyecto democrático, la ecología puede ser muy bien absorbida por una ideología neofascista".

Efectivamente, ese peligro existe y es conveniente tenerlo presente. Cuidarse de esos y otros "compañeros de viaje" incluyendo, por la izquierda, a ciertos integrismos y purismos decrecentistas, es una sana medida para mantener un movimiento decrecentista progresista, con propuestas que apunten a una regulación de la crisis ecológica no por el caos, sino por la política.

7 de octubre de 2009

La locomotora


Carlos Taibo ha escrito un muy buen libro de introducción al decrecimiento (Taibo, C. 2009. "En defensa del decrecimiento". Los libros de la catarata. Madrid"). También es un excelente conferencista y divulgador de estas ideas. Recomiendo la charla que dio en la CGT de Pamplona a comienzos de este año. Son siete videos así es que hay que tener paciencia para abrirlos uno a uno.
Taibo señala en su conferencia que para Walter Benjamin "la revolución no es, como venía a decirnos Marx, la locomotora de la historia. La revolución consiste en mostrarnos capaces de poner el freno de emergencia para el tren en que nos movemos" (Video 4)

4 de octubre de 2009

Metáforas

Las metáforas del mundo físico o biológico aplicadas a la sociedad tienden a ser excesivamente simplificadoras y, muchas veces, tienen efectos nefastos para la comprensión de su funcionamiento concreto. Ejemplos conocidos son las viejas metáforas de la sociedad como organismo o como máquina, tan caras a la sociología decimonónica. Pero, a veces, con las debidas precauciones, algunas imágenes, circunstancias o procesos extrasociales son buenos símiles que aportan claridad a nuestras afirmaciones.

Traigamos una a propósito del decrecimiento. Una metáfora cinética diría que se trata de “dejar de acelerar” para evitar que la maquina del productivismo siga su camino hacia el desastre. Si se deja de acelerar la máquina terminaría, tarde o temprano, por detenerse. Pero también podemos entender el decrecimiento como una “frenada”. Es decir, como un comportamiento colectivo que implica energía y propósito, destinados a apaciguar la voluntad productivista. En este sentido, es mejor entender al decrecimiento como un transformador de energía social y no como indolencia y pasividad. La energía que se destinaba a alimentar las fauces del aparato termo-industrial se destina ahora a pensar y a construir alternativas con la vista puesta en el bienestar de las mayorías, dentro del respeto de las leyes de la biosfera.

Ahora bien y siguiendo con el símil cinético: toda frenada implica fricción que se pierde como calor. Sin embargo, también es posible recuperar y reutilizar la energía de la frenada. “Durante la frenada, se activa el alternador que hace un uso eficiente de la potencia del motor para cargar la batería, en lugar de dejar que se disipe en forma de calor.” Pero hasta aquí las comparaciones: el objetivo de la detención propuesta por el decrecimiento no es recuperar energía para otra vez usarla en la aceleración, sino para la mejorar la propia frenada; la fricción social y política de la innovación decrecentista se reciclan como imaginación utópica.

2 de octubre de 2009

Paciencia y urgencia decrecentista


“Lo que he aprendido con los años es que debemos ser pacientes, constantes y comprometidos. Cuando plantamos árboles, algunos me dicen: 'No quiero plantear este árbol porque no va a crecer lo bastante rápido'. Tengo que recordarles constantemente que los árboles que están cortando hoy no fueron plantados por ellos sino por quienes les precedieron. Por ello, tienen que plantar los árboles que beneficiarán a las comunidades en el futuro.”
(Wangari Maathai. Fundadora del Movimiento Cinturón Verde.)

Las paradojas en el decrecentismo abundan. Algunos dicen que es una utopía imposible y, por eso mismo, necesaria. Un sueño y, por lo tanto, imprescindible. Agreguemos la velocidad de los cambios: son urgentes pero la gran mayoría de ellos requerirán mucho tiempo para mostrar sus frutos. No obstante, alguien tiene que empezar por algún lado. Wangari Maathai lo ha hecho: se puso, sin permiso, sin dinero y sin tecnologías sofisticadas, a innovar hace ya tiempo y ahora puede mostrar con orgullo los árboles plantados por sus mujeres descalzas en el África abandonada a su suerte por el resto del mundo. No tenemos ni idea si a Wangari Maathai le gustará la etiqueta "decrecentista" es decir, darse cuenta que hablaba en prosa sin saberlo, pero su osadía merece ser saludada y elogiada desde aquí. Lo mismo decimos de otras iniciativas ciudadanas que siguen la estela de Wangari aunque con peor suerte, por ahora.

29 de septiembre de 2009

Para pensar


"Por ejemplo, la gente que ha comenzado a interesarse por la idea del decrecimiento podría convertirse en una red de fomento y difusión de experiencias prácticas y elaboraciones teóricas que vayan explorando las posibilidades de cambios más profundos, más allá del perímetro inicial de un programa mínimo común de reformas urgentes. Ya existe un montón de pequeños ejemplos en marcha en esa dirección.

Por ejemplo (...) la casa okupa de Can Masdeu y su experiencia de huertos comunitarios compartidos con vecinos y vecinas del barrio obrero de Nou Barris, en la periferia de Barcelona junto al parque natural de la sierra de Collserola. En un recuadro titulado “A punto para a la gran emergencia”, y tras describir brevemente qué es y como funciona Can Masdeu, los redactores del Worldwatch Institute añaden:

La comunidad –de tamaño reducido— podría seguir adelante aunque la economía mundial se paralizara o si se fuera al carajo ahora mismo.” Luego recuerdan que la acumulación de problemas ambientales irresueltos, que ponen en evidencia “la falta de
lideraje (sic) de quienes más contaminan”, nos puede conducir realmente a un colapso global. Y añade
n:

Si este escenario –el de la «gran emergencia»— [...] se hace realidad, entonces volverá a ser decisivo el papel de las comunidades en su propia manutención.El suministro local de alimentos, la producción local de energía y las tecnologías básicas necesarias para mantener un suministro de agua y tratar las aguas residuales pueden marcar la diferencia entre una buena calidad de vida y la más absoluta miseria.

Si la Humanidad no es capaz de movilizarse para impedir un desastre ecológico, cualquier esfuerzo comunitario para aumentar su autosuficiencia y reducir la dependencia de productos lejanos, que pasarán a ser escasos cuando falle el sistema económico, les ayudará a sobrevivir en un futuro menos estable, tal y como lo hacen ahora los habitantes de Can Masdeu
.”


Enric Tello. "Apuntes sobre la crisis, o las crisis de nuestro tiempo". 2008

28 de septiembre de 2009

Energía marina:sostener lo insostenible




Leemos el resumen de la entrevista a un biólogo español, especializado en ecosistemas acuáticos, titulado “El mar es un yacimiento de energía que apenas se ha explotado aún”. La entradilla de la noticia señala que “el biólogo destaca la importancia del mar en la mitigación del cambio climático y cree que las firmas españolas pueden jugar un papel destacado en este tipo de energía”.

Intentemos una lectura decrecentista, y de andar por casa, de este pequeño texto, desmenuzándolo. “El mar es un yacimiento de energía”. Sí, y muchas otras cosas más entre las que se encuentra ser el hábitat de miles de especies amenazadas por la voracidad productivista y consumista. “Que apenas se ha explotado”: falso, ha sido brutalmente explotado, depredado y expoliado para extraer de él energía alimenticia. De paso ha sido contaminado con la basura de nuestras ciudades y nuestros cuerpos.

Pero lo que el autor quiere decir es que no se han explotado todavía todo el potencial energético contenido en él para mover directamente la máquina productivista como, por ejemplo, la electricidad y eso es cierto, afortunadamente. Y señala que la posibilidad de un uso mayor es enorme. Cierto nuevamente y aquí está justamente el gran peligro: que la voracidad productivista y consumista encuentre la manera de hacer más eficiente el expolio. Continúa señalando “la importancia del mar en la mitigación del cambio climático”: posiblemente, pero entonces a nuestros océanos y mares, además de agredirlos con nuestras excretas industriales y biológicas les estamos exigiendo que se traguen el CO2 que los países industrializados y sus aprendices producen a mansalva.

Por último, comenta que “las firmas españolas pueden jugar un papel destacado en este tipo de energía”. Broche de oro a la fiesta productivista: dado el potencial energético del mar nada mejor que las empresas españolas aprovechen la oportunidad de este nuevo mercado de energía de origen marino. Nada mejor que la alicaída y poco innovadora industria nacional para llenar con miles boyas las costas del mundo y seguir produciendo la energía, limpia, que mueva las industrias, sucias, del capitalismo desquiciado.

En definitiva: innovación, tecnologías y creatividad para seguir sosteniendo lo insostenible.

27 de septiembre de 2009

Acerca de la innovación decrecentista


Resulta evidente el desperdicio de talento y de capacidades, individuales y colectivas, de imaginación y creación, debido a la falta de cauces sociales para que estos puedan expresarse. Es evidente también la vergonzosa infrautilización de energía y creatividad social en nuestra autocomplaciente sociedad tecnológica que, paradójicamente, quiere ser definida por la innovación, la imaginación o la aventura creativa.

Vemos con malestar la deriva de ese talento y de esas capacidades hacia territorios banales, hedonistas y egoístas de creatividad, lejos de los objetivos de bienestar colectivo. Malestar también por la falta de contenido que caracteriza a los discursos de los especialistas en innovación con sus infaltables referencias a la sociedad del conocimiento, la globalización, la productividad, el capital humano etc. Discursos circulares, redundantes y autocomplacientes la mayoría de ellos.

Los “modelos de innovación” aparecen por doquier. Estos modelos, meramente descriptivos y retóricos florecen y se superpone unos a otros. Sin que haya habido tiempo para que se desarrollen los anteriores, las modas traen nuevas teorías, modelos y modelitos. De teorías lineales de la innovación se pasa a otras que destacan la retroalimentación. De aquellas que subrayan los “factores” tecnológicos a otras que apuestan por el capital humano; de iniciales compromisos con innovaciones de “productos y procesos” se pasa a las innovaciones “organizativas y de marketing” etc.

El management y las burocracias de la innovación se han adueñado del concepto y limitan las prácticas posibles a partir de él. Pero siempre detrás de esos análisis y propuestas está la reducción del sujeto de la innovación al actor empresarial. Esto significa una importante limitación de la innovación a sus variantes productivistas y mercantilistas despreciando el amplio espacio de la creatividad y la imaginación distribuida en todo el campo social y cultural.

Por eso es necesaria e impostergable la apropiación social y comunitaria de la innovación. Proponemos aquí vincularla a los objetivos de las propuestas decrecentistas, un cauce político y cultural con vocación de sustituir al productivismo hegemónico. Aquí se deben estimular las prácticas que incorporen como sujetos de la innovación a todos aquellos con capacidad y ganas de inventar nuevas formas de convivencia y desarrollo colectivo.

Sobre el análisis de propuestas de innovaciones decrecentistas y de los desafíos a las que dan lugar queremos construir los diálogos en este blog.

Acerca del decrecimiento

Término incómodo, el decrecimiento, sin embargo, apunta directamente al corazón de las aberraciones productivistas y consumistas. Tiene el potencial para ordenar las prácticas sociales y políticas dispersas del “viejo” mundo ecologista y proponer nuevas prácticas extraídas de sus propios conceptos y principios, todavía en gestación.

Según Serge Latouche el decrecimiento es “simplemente el estandarte detrás del cual se reagrupan los que han optado por una crítica radical al desarrollo y quieren delinear los contornos de un proyecto alternativo para una política del postdesarrollo”

El punto de partida es simple y radical. No es posible el crecimiento económico infinito en una biósfera finita. Y la finitud y las heridas de nuestro pequeño mundo hace tiempo que se han hecho evidentes.

Y a buen entendedor pocas palabras y manos a la obra: a decrecer.

Sus sinónimos aparentes no lo son: ni crecimiento cero ni no crecimiento. El decrecimiento como acción colectiva, propositiva, no se reduce a la crítica intelectual o política al capitalismo depredador. Busca superar tanto la locura de la ideología productivista y consumista como del callejón sin salida de la economía sostenible, a través de la inventiva social. Ahora más que nunca es necesario convocar a la inteligencia, la imaginación y la pasión de los ciudadanos para inventar los mundo sociales posibles.