Dice la prensa que, en China "el tren más rápido del mundo ha comenzado a funcionar este sábado para unir las ciudades de Wuhan, en el centro, con Cantón, en el sur del país. Los trenes viajarán a una velocidad de 350 kilómetros por hora, informa la agencia oficial de noticias, Xinhua. Los dos primeros trenes han salido de Wuhan y Cantón a las 9.00 (3.00, hora peninsular española) y han concluido el trayecto en tres horas, una reducción de siete horas y media con respecto al trayecto anterior".
El tren ha sido defendido como una alternativa al avión y celebrado como un avance en "sostenibilidad" pero depende de qué tipo de tren estemos hablando. No es lo mismo, desde el punto de vista de consumo energético, un tren que viaje a cien que otro que viaje a trescientos cincuenta kilómetros por hora. Y no es lo mismo que haya uno o que hayan veinte.
Un argumento decrecentista es que el problema y la solución al problema no es la tecnología sino el modelo económico y cultural que la sostiene. Un tren a una velocidad razonable se corresponde con una sociedad razonable. Un tren veloz y cada vez más veloz se corresponde con una sociedad desquiciada. La velocidad de una sociedad, dominada por el capital, se corresponde con la velocidad de acumulación del capital. Viajamos más de prisa no porque sea necesario hacerlo en términos absolutos sino porque para algunos, los que llevan las riendas, es necesario hacerlo. Quienes viajan en los trenes de alta velocidad son principalmente los ejecutivos de las grandes empresas que requieren agilizar sus negocios. El tren de alta velocidad no es para los ciudadanos corrientes; tiene tarifas más caras y su diseño está pensado para reducir los tiempos de viaje entre los extremos de las líneas despreciando los puntos intermedios. Sus recorridos son entre el centro y el centro de las periferias. La provincias y regiones pasan tras las ventanas a trescientos cincuenta kilómetros por hora.
Dejando de lado por un momento los graves impactos negativos que tiene la construcción y uso de las líneas de alta velocidad, una vez que se han instalado siempre se construirán más y más rápidamente. Las declaraciones del ingeniero chino encargado del del diseño de la vía de alta velocidad Wuhan-Cantón son rotundas. "Costó más de 20 años elevar la velocidad de los trenes de pasajeros de los 43 kilómetros hora de 1978 a los 100 kilómetros hora de 2001, pero en sólo nueve años lo hemos triplicado hasta los 350 kilómetros hora", Este ingeniero "ha comparado el nuevo tren con los de Japón, de 243 kilómetros por hora de velocidad media, Alemania, 232, o Francia, 277. En los tres próximos años China pondrá en funcionamiento 42 líneas de alta velocidad, con una longitud total de 13.000 kilómetros, con lo que se prestará servicio a más del 90 por ciento de la población". Y más velocidad implica más desplazamientos y ambos implican más consumo de energía.
Un sistema productivista enloquecido siempre estimulará a su sistema tecnológico para que satisfaga sus delirios. Siempre romperá sus propios limites. Siempre se construirán más trenes que irán a más velocidad en más lugares y así hasta el infinito y más allá. Hasta que el infinito cambie de nombre y se llame catástrofe.
El tren ha sido defendido como una alternativa al avión y celebrado como un avance en "sostenibilidad" pero depende de qué tipo de tren estemos hablando. No es lo mismo, desde el punto de vista de consumo energético, un tren que viaje a cien que otro que viaje a trescientos cincuenta kilómetros por hora. Y no es lo mismo que haya uno o que hayan veinte.
Un argumento decrecentista es que el problema y la solución al problema no es la tecnología sino el modelo económico y cultural que la sostiene. Un tren a una velocidad razonable se corresponde con una sociedad razonable. Un tren veloz y cada vez más veloz se corresponde con una sociedad desquiciada. La velocidad de una sociedad, dominada por el capital, se corresponde con la velocidad de acumulación del capital. Viajamos más de prisa no porque sea necesario hacerlo en términos absolutos sino porque para algunos, los que llevan las riendas, es necesario hacerlo. Quienes viajan en los trenes de alta velocidad son principalmente los ejecutivos de las grandes empresas que requieren agilizar sus negocios. El tren de alta velocidad no es para los ciudadanos corrientes; tiene tarifas más caras y su diseño está pensado para reducir los tiempos de viaje entre los extremos de las líneas despreciando los puntos intermedios. Sus recorridos son entre el centro y el centro de las periferias. La provincias y regiones pasan tras las ventanas a trescientos cincuenta kilómetros por hora.
Dejando de lado por un momento los graves impactos negativos que tiene la construcción y uso de las líneas de alta velocidad, una vez que se han instalado siempre se construirán más y más rápidamente. Las declaraciones del ingeniero chino encargado del del diseño de la vía de alta velocidad Wuhan-Cantón son rotundas. "Costó más de 20 años elevar la velocidad de los trenes de pasajeros de los 43 kilómetros hora de 1978 a los 100 kilómetros hora de 2001, pero en sólo nueve años lo hemos triplicado hasta los 350 kilómetros hora", Este ingeniero "ha comparado el nuevo tren con los de Japón, de 243 kilómetros por hora de velocidad media, Alemania, 232, o Francia, 277. En los tres próximos años China pondrá en funcionamiento 42 líneas de alta velocidad, con una longitud total de 13.000 kilómetros, con lo que se prestará servicio a más del 90 por ciento de la población". Y más velocidad implica más desplazamientos y ambos implican más consumo de energía.
Un sistema productivista enloquecido siempre estimulará a su sistema tecnológico para que satisfaga sus delirios. Siempre romperá sus propios limites. Siempre se construirán más trenes que irán a más velocidad en más lugares y así hasta el infinito y más allá. Hasta que el infinito cambie de nombre y se llame catástrofe.
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