25 de marzo de 2013

¿Genes contra el hambre?


"La biotecnología es una herramienta clave para asegurar el futuro alimentario del planeta. La cooperación con los países pobres no debe ser solo económica, sino sobre todo científica", afirma el periódico, que titula el artículo "Genes contra el hambre"

Luego agrega: "Con 7.000 millones de habitantes en el planeta y una previsión de crecimiento imparable —se espera que seamos más de 9.000 millones en 2050— hay que poner todos los medios para que las soluciones que se tomen no sean, y nunca mejor dicho, pan para hoy y hambre para mañana. Y de todo el conocimiento disponible, la biotecnología se perfila como una de las herramientas más potentes para usar".

En una reciente conferencia Albert Sasson, presidente de la Fundación Ramón Areces, enumeró múltiples aplicaciones de la biotecnología: "microorganismos que fijen nitrógeno en el suelo; cultivos enriquecidos con antioxidantes, minerales (cinc, hierro), vitaminas; semillas que aguanten sequías o suelos salinos; plantas que soporten la inmersión (...). Todo ello supone trabajar, directa o indirectamente, con los componentes fundamentales de la vida: los genes. Estas partes del ADN contienen las instrucciones para los procesos biológicos: elimina sal, cierra poros y bombea agua, almacena hierro, crea vitaminas, fabrica defensas, aumenta la cantidad de proteínas, la de fibra..."

La confianza en las soluciones tecnocientíficas a las desvastaciones antrópicas de la vida en el planeta no para de aumentar, aún cuando el sentido común  y las evidencias de la misma ciencia señalan que problemas como el hambre tienen en gran medida orígenes y soluciones sociopolíticas. Esta confianza, forma parte de la cobertura ideológica que señala la inevitabilidad de algunos fenómenos y su interrelación natural. Por ejemplo,  la relación causal entre el aumento de la población y el hambre parece estar fuera de toda duda, cuando si bien es dramáticamente cierto que más de mil millones de personas en el planeta padecen hambre, las cifras de los hambrientos crecen más rápido que la población del planeta. O aceptar como natural, es decir no cuestionable, el aumento del consumo de carne y la consiguiente demanda de cereales, agua etc. proponiendo a la biotecnología como parte de las estrategias económicas de aumento de la eficiencia productivista.

El hambre tiene que ver con las características del sistema alimentario mundial; tiene que ver también con la  crisis climática de la que gran medida es responsable el propio sistema alimentario mayoritariamente industrializado y, por lo tanto, gran demandante de energía y gran productor de desechos y gases con efecto invernadero;  tiene que ver con la invasión de semillas transgénicas que hacen dependientes a los campesinos de saberes extraños a sus propias prácticas y, poco a poco, tendrá que ver con la  brutal ola de acaparamiento de tierras y de los sistemas hídricos, para la producción de agrocombustibles, de diversos países por parte de inversores extranjeros, que desplazan y/o esclavizan a las comunidades autóctonas.

Introduciendo genes de  bacterias en tomates no se va acabar con el hambre en el mundo, ni fortaleciendo unas pocas variedades de semillas, ni desarrollando plantas más resistentes a los pesticidas etc. El hambre se paliará sólo como efecto de una reordenación del sistema alimentario global que implique una resistencia política a la producción de alimentos bajo un modelo industrial. Se paliará si se desarrollan  formas de compartir alimentos, de producción agroecológica local basada en la idea de soberanía alimentaria y bajo un principio de frugalidad universal que, evidentemente, comienza por los países (todavía) centrales y los voraces "emergentes". No debemos olvidar que el hambre convive con el sobreconsumo y la sobrealimentación de la otra parte de los habitantes del planeta. Disminuir el número de obesos hipersaciados o bulímicos es tan importante como disminuir el número de desnutridos.