17 de febrero de 2012

Contra el PIB

Como cualquier sistema de indicadores el PIB (Producto interior o interno bruto) es un constructo, un artificio contable diseñado para medir lo que la ciencia económica dominante entiende por producción de un país. Todo sistema de indicadores puede ser evaluado por lo que incluye y por lo que excluye. Los que conocemos incluyen cualquier tipo de actividad colectiva mientras genere actividad económica, mientras circule dinero, mientras se paguen salarios etc. Por ejemplo, la actividad madera  está incluida en el PIB brasileño; las instalaciones mineras  están incluidas en el PIB de países como Chile y constituyen un componente central de su economía; la construcción de estructuras ferroviarias para trenes de alta velocidad  está incluido en el  PIB español;  la producción de impresoras está incluida en el PIB chino, etcétera. Pero el PIB brasileño no incluye ningún indicador que mida la destrucción de la selva amazónica, el PIB chileno no incluye el brutal consumo de agua no renovable y la contaminación de las capas freáticas; el PIB español no incluye la interrupción y destrucción de los ecosistema naturales que generan las líneas del AVE; el PIB chino no incluye las nefastas consecuencias medioambientales de los productos diseñados con criterios de obsolescencia programada…

Por eso el PIB es un indicador mentiroso. Sin embargo, la actual crisis se mide, entre otras formas por el descenso del PIB. Y  en países como España continúa su camino cuesta abajo, lo que vaticina en los próximos meses una “recesión técnica”. Pero, desde una perspectiva decrecentista esto no debería ser una preocupación en sí misma. Es evidente que no podemos alegrarnos por las consecuencias que, en términos de paro, desahucios etc. y sus correlativos  sufrimientos psicociales, trae aparejada la crisis de actual sistema, pero no cabe duda que se abre la posibilidad de reflexión y acción colectivas  tanto sobre otras formas de actividad productiva como acerca de otras maneras de medirla.

A este decrecimiento “por las malas” que muestran los datos del PIB, debemos oponerle un decrecimiento  "por las buenas”, es decir, un decrecimiento, a la vez razonado y ordenado pero radical, que implica una reformulación de las prioridades, los modos y las formas de medir las actividades económicas, con una exigencia de satisfacción de las necesidades de las mayorías dentro de un diálogo con la naturaleza y dentro de un horizonte temporal que incluya a las futuras generaciones.

PD: A propósito de este tema y otros: entrevista a Carlos Taibo en rtv.es