24 de noviembre de 2010

Coreas


Corea es el último de los países que permanecen divididos después de la llamada guerra fría, que de fría tuvo poco, todo hay que decirlo. Alemania y Vietman, mediante por procesos totalmente distintos entre si, se reunificaron con éxito. Los coreanos no. Siguen enfadados, armados hasta los dientes y cada cierto tiempo se ladran mutuamente.

La fósil y exótica dictadura comunista del Norte juega con las armas nucleares como último recurso disuasorio. La precaria y cuestionable democracia del sur se asienta en un híper capitalismo voraz y contaminante.

Una paradoja: el paralelo 38, donde se encuentra la zona desmilitarizada que divide a los dos países, rodeada de armas y donde no entra nadie, es uno de los espacios ecológicamente mejor preservados del planeta. Un área de cerca de mil kilómetros cuadrados está momentáneamente a salvo de la depredación antrópica. Otra muestra de que basta la ausencia humana para que la naturaleza se expanda en su plenitud, sin interrupciones, libre.

Que a nadie le se ocurra tomarlo como ejemplo a seguir, en todo caso. Porque está desmilitarizada en su centro e híper militarizada en sus bordes está ecológicamente protegida, pero al revés la cosa no es necesariamente cierta: la protección ecológica no requiere de armas.