6 de diciembre de 2011

Carne artificial y decrecimiento

Es sabido que la produccción de carne y de leche es altamente contaminante e invasiva: el metano es uno de sus subproductos más dañino para la atmósfera,  mientras que  las tierras destinadas a la ganadería ocupan y desplazan a los cultivos y a los bosques. Si se trata de ganaderías industriales intensivas estas son verdaderas fábricas de sufrimiento y muerte animal. Lo peor es que se espera que el explosivo aumento del consumo de los países emergentes y altamente poblados, como India y China, estimule aún más la producción de carne. Los ricos y los nuevos ricos aumentan la ingesta de proteinas de orígen animal más por signo de estatus que por requisitos nutricionales.

Frente a este panorama, y como siempre, vienen las respuestas desde el lado de la tecnociencia. ¿Que va a faltar carne para estos neocarnívoros? pues la hacemos en el laboratario. Unos muy inteligentes científicos del departamento de Fisiología Vascular de la Universidad de Maastric (Holanda) han decido producir una hamburguesa in vitro que estará disponible para el año 2013.  Lo harán utilizando el tejido muscular "a partir de las células madre del músculo de vacas generalmente, aunque también se puede emplear de cerdos o pollos para cultivarlas in vitro. La investigación que fue financiada con dos millones de euros por el gobierno holandés concluyó en 2009 con resultados tangibles: los investigadores fueron capaces de cultivar en placas de Petri tiras de tejido muscular de cerdo de un centímetro de ancho por 2,5 centímetros de largo" Frente a la eventuales críticas por su sabor el tecnociéntífico entrevistado no se desanima y argumenta que "si se combinan bien las cantidades de grasa y carne y se adereza, incluso, con sangre de laboratorio se puede obtener un agradable sabor. Además, se puede adquirir carne más saludable con menos grasas saturadas e, incluso más rica en nutrientes"

Las respuestas tecnocientífica, de alto coste, aparecen siempre que se perciba cierta rentabilidad. La inteligencia y el saber colectivo se despilfarra dando soluciones a problemas que sólo lo son en apariencia. No existe ningún camino inevitable que lleve desde el aumento de las demandas de consumo alimenticio al aumento de la  producción ganadera ni a la de carne artificial. Estas no son soluciones a nada, es la opción tecnocientifica, política y comercialmente orientada, para satisfacer determinados intereses. La solución es reducir significativamente la producción y consumo de carne de todo tipo: la cuestión es el cambio  de los hábitos de consumo y, por supuesto, de las formas de producción de los alimentos. La innovación, desde una perspectiva decrecentista significa imaginar formas de aportar soluciones a problemas bien definidos, en este caso la satisfaccción de las demandas alimenticias necesarias y suficientes para llevar una vida digna, sin carencias ni excesos nutricionales. Aumentar la alimentación de los que tienen menos y disminuir la de aquellos que la tienen en exceso. Es decir, lo de siempre: equilibrio, reparto y justicia distributiva.

3 de agosto de 2011

Megalomanías


La megalomanía es una psicopatología pero se viste de prestigio y fama. Es la envoltura del poder que ha caracterizado siempre a reyes, reyezuelos, emperadores, dictadores y ahora a último a empresarios y ...alcaldes. La arquitectura ha sido el cauce privilegiado para la expresión del sustrato megalómano y su voluntad de poder. La condición más o menos imperecedera de la obra arquitectónica estimula una especial preferencia por parte de estos psicópatas disfrazados de visionarios.  Ahora, el arquitecto estadounidense, al servicio de los megalómanos saudíes, Adrian Smith, que hace año y medio firmó en Dubái el Burj Khalifa, de 828 metros, acaba de ser elegido para levantar el rascacielos que empequeñecerá su obra anterior. La monstruosa torre Kingdom (Reino) que tendrá apartamentos y oficinas con vistas al mar Rojo, estará en Arabia Saudí, medirá 1.000 metros y crecerá en el centro de un nuevo barrio de lujo. Por supuesto el lujo será una de las notas de distinción de esta magna estupidez: "59 ascensores (cinco de ellos de dos pisos), 12 escaleras automáticas y 10 metros por segundo para llegar al observatorio más alto del planeta".

El dinero de los sátrapas del Golfo Pérsico está basado en la riqueza del petroleo que esconde su subsuelo y que contratasa con la pobreza de recursos de la superficie. Tienen petróleo pero no tienen agua ni capacidad para producir alimentos. En un futuro más o menos próximo no tendrán ni petroleo, ni agua ni alimentos y deberán transformarse en potencias imperiales o aliarse con otras para conseguirlos. Para saciar la sed de su consumismo despilfarrador han tenido que desarrollar una enorme industria para la desalinización del agua de mar que interrumpe el ciclo natural de muchos organismos marinos e introduce nuevos contaminantes en los ecosistemas. Pese a todo, continúan construyendo ciudades artificiales absolutamente desligadas de las posibilidades ecológicas que les ofrece su entorno. Son apuestas para el enriquecimiento y el hedonismo banal de unos pocos dentro de un corto espacio de tiempo. Juguetes peligrosos para reinos de efímeros con ínfulas de grandeza. Antes de que la entropía se haga cargo de ellos debemos luchar para que estas aberraciones y la ideología que las sustenta desaparezcan.

19 de julio de 2011

Rejuvenecimiento perverso


Dice la prensa que "el presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Camiones y Automóviles (Anfac), Francisco Javier García Sanz, ha solicitado al Gobierno que tome medidas y que dé su apoyo para lograr un rejuvenecimiento del parque automovilístico español". Este empresario señaló que "un parque automovilístico envejecido es sinónimo de un estancamiento y por ello solicitó el apoyo de las administraciones para que ayuden a su rejuvenecimiento, tanto por motivos de seguridad, como de impulso económico y de reducción del impacto medioambiental".

Sabemos que el modelo productivista prevaleciente requiere una constante renovación de las mercancías que genera. No puede sino producir actividad a través de la permanente sustitución de lo viejo por lo nuevo. El problema está en que la definición de lo que se considera viejo o nuevo no está determinado por el tiempo físico de los materiales ni por su valor de uso sino por el tiempo histórico de las necesidades del capital para revalorizarse, y por lo tanto, por la producción de los valores de cambio necesarios para ello.

Para el presidente de Anfac "rejuvenecimiento" significa sustitución de la masa vehículos actuales por otros nuevos, es decir reemplazo de lo que ahora funciona, es útil, sirve a unos propósitos por algo que se supone que será mejor  "tanto por motivos de seguridad, como de impulso económico y de reducción del impacto medioambiental". De estos motivos argumentados el segundo es la verdadera causa del eufemismo "rejuvenecimiento". La producción industrial está gobernada por las leyes de la obsolescencia programada más o menos directa, más o menos indirectamente. La máquina de la producción se basa en un eterno juego de sustituciones de unos objetos por otros sin consideración de los efectos de esa interminable sustitución. La estabilidad, la permanencia, la cadencia, el sosiego productivo atentan contra los intereses de la acumulación y los beneficios. Para ello hay que contar con la complacencia de los consumidores conveciéndoles de que el nuevo modelo es "mejor" que el anterior y así sucesivamente.

15 de julio de 2011

Emprendedores y decrecimiento (1)

Recientemente la vicepresidenta económica de España, Elena Salgado,  manifestó que los emprendedores son los actores principales del nuevo modelo productivo por el que su gobierno apuesta. La figura del emprendedor tiene una excelente imagen en todos los ámbitos sociales: la izquierda política lo ha aceptado con alegría y forma parte en muchos lugares de sus programas electorales. En España, como vemos, comienza en el discurso institucional a sustituir a la figura del trabajador como actor de los cambios necesarios para la "salida de la crisis". Esta sustitución no es trivial y dice mucho acerca de la visión de la izquierda liberal acerca de cuales son sus aliados principales dentro de su proyecto político.

El término emprendedor alcanzó su formulación más precisa con Joseph Schumpeter (1883-1950) y en el contexto de su "destrucción creativa" ha sido considerado como la quitaescencia de la energía capitalista.Por este motivo, la figura del emprendedor, combinación de riesgo, inventiva y capacidad innovadora debe ser adjetivada, de lo contrario los proyectos de innovación social al aceptarlo y utilizarlo corren el riesgo de "comprar" mucha ideología liberal sin darse cuenta.

Del perfil emprendedor debemos rescatar la imaginación, la capacidad de anticipar mundos posibles,  la voluntad de cambiar situaciones deficitarias, el esfuerzo y la perseverancia etc. Pero el emprendedor no puede ser defendido per se. La mayoría de las conductas clasificadas como emprendedoras dejan bastante que desear desde el punto de vista de una ética solidaria. Muchas de las iniciativas, desarrolladas en el campo de los negocios son ecológicamente insustentables por despilfarradoras y ciegas a sus consecuencias medioambientales. Muchas de ellas más que adecuarse al modelo de la "destrucción creativa" son expresión directa de una perversa  "creatividad destructiva", por ejemplo al someterse a los dictados de la obsolescencia programada. La inmensa mayoría de las seductoras y publicitadas innovaciones tecnológicas son banales, redundantes, superfluas y dañinas desde el punto de vista del bienestar colectivo.

El concepto de "emprendedor social", si no es un pleonasmo, puede indicar adecuadamente una diferencia tanto de medios como de fines en relación al emprendedor económico clásico. No obstante, probablemente sea necesario seguir buscando un término que defina con mayor precisión a esta figura social que no actúa movido por el interés pecuniario pero sobre todo que vincula su proyecto al destino de comunidades emprendedoras o comunidades de iniciativa social. No es un solitario aventurero en la selva económica sino parte de un engranaje colaborativo que emerje desde el terreno de lo común. Como lo es la imaginación decrecentista.

26 de mayo de 2011

“UN MOVIMIENTO “ESPEJO”

1. No están entendiendo nada. Aún después de su espectáculo electoral, la clase política, y quienes la apoyan, siguen leyendo con anteojeras los signos del movimiento. Continúan aplicando los mismos criterios de análisis y valoración utilizados para antiguos movimientos sociales. Miraron desde las alturas a estos "chavales" y les pidieron "concreción en sus propuestas", ellos, que han hecho de las propuestas vacías sus señas de identidad; que han usado y abusado de la retórica publicitaria banal e inmoral para envolver sus mensajes. ¿Qué tenía de concreto "El gobierno de tu calle" o "Centrados en ti"?

2. Este es un movimiento de nuevo cuño que conecta con demandas sociales soterradas, a las cuales les permite expresarse. Su rol no es conducir nada, pues no es una “vanguardia”, sino permitir que emerja lo reprimido, lo ausente, lo divergente. Que aparezca a la luz democrática aquello que ha ocultado y silenciado la razón hegemónica. No puede concretarse, no debe concretarse más, porque no es un sujeto de cambio en sí mismo sino un actor cuyo papel es la creación de las condiciones de posibilidad del cambio deseado Las etiquetas que desesperadamente quieren ponerle sólo son intentos de control de algo en constante transformación.

3. Su función es la de catalizador social, es decir, la de estimular la emergencia de las acciones de los que nos reconocemos como diversos dentro de un proyecto no único sino común. Un referente implícito para este movimiento es el neozapatista que se autoconcibe como un grupo "que plantea una serie de demandas que encuentran coincidencia, reflejos o espejos en las demandas de otras partes del mundo". Ambos son "movimientos espejo" pues reflejan y devuelven la imagen de lo que bulle en las entrañas de la vida social capturando las energías de cambio que sale de ella.

4. La agitación sociopolítica y cultural que pueden estimular estos gestos de  desobediencia civil debería generar la apertura y liberación de nuevos espacios de creatividad colectiva para que otros sujetos se expresen en toda la capilaridad social. Es decir, más allá del centro físico y simbólico (la Puerta del Sol y otras plazas) en el que se encuentra ahora el movimiento. La convocatoria a asambleas de barrio va en esa dirección, pero también se deben extender a los centros de trabajo y estudio.

5. Este no es un movimiento "antisistema", ya les gustaría que lo fuera a los que mandan, para exorcizarlo y reprimirlo. En la actualidad, no es posible nada fuera del sistema globalizado. Estamos dentro del sistemamundo.Por este motivo, se trata más bien de “implosiones” en los intersticios del centro, en sus grietas, que descolocan al sistema. “No somos antisistema: el sistema es antinosotros”. Aquí está la gran radicalidad del movimiento. No es casual que se hayan ocupado los centros de las ciudades para expresar la desobediencia. Frente a esta realidad el poder vacila entre la comprensión, la asimilación y el disparo de pelotas de goma.

6. Su trabajo, inédito, está siendo enorme e imprescindible pero la tarea de los cambios concretos no debe recaer sobre este movimiento en general ni sobre los acampados en las plazas en particular. Quienes deberán diseñar proyectos y llevarlos a cabo son los individuos y colectivos en todos los ámbitos sociales, en sus prácticas del día a día, animados por la apertura mental, cultural y política que ha favorecido la acción de los insubordinados. El movimiento ha comenzado a dibujar un camino, quienes debemos
transitarlo somos nosotros.

7. Pero no todo es nuevo: afortunadamente en el tejido social español ya existían muchos colectivos que desarrollaban una práctica coincidente con las críticas y  propuestas del movimiento 15-M. Los centros sociales, el movimiento ecologista, los colectivos decrecentistas, feministas, de consumo etc., las cooperativas integrales, las redes de economía solidaria y muchos otros tienen una rica experiencia de trabajo sobre sus espaldas. Es evidente que ahora pueden verse favorecidos por el impulso utópico que ha generado el movimiento a la vez que pueden aportar su propia historia de lucha. Esto implica ahora abrir los espacios de diálogo entre las distintas experiencias y los nuevos sujetos incorporados.

8. En Decrece Madrid nos alegramos por lo que está sucediendo y estamos participando con ilusión en esta nueva etapa social, aportando nuestra mirada crítica y nuestras propuestas a los cambios en marcha. Queremos aprovechar la energía social activada para poner en circulación, en espacios cada vez más amplios, nuestra crítica al  productivismo y al imaginario perverso del crecimiento económico infinito.

19 de marzo de 2011

La soledad del inmolado

Ahora que en el Medio Oriente la demanda democrática se ha extendido de manera imprevisible cuestionando poderes y sentidos comunes, la inmolación de Jan Palach motivada por la represión del movimiento de masas que se denominó posteriormente “primavera de Praga”, merece ser recordada. El llamado “suicidio a lo bonzo”, llamado así desde la inmolación de Thich Quang Duc, monje budista vietnamita en 1963, como gesto religioso y político revivió en Túnez y en Argelia funcionando como chispa que encendió la mecha de las revueltas


El llamado “socialismo real” fue una invención dogmática, mediocre y trágica de la cual poco o nada ha quedado para las generaciones actuales. Un mundo paralelo que pasó por la historia de la humanidad con muchísimas más penas que glorias, manchando y comprometiendo el proyecto utópico del siglo veinte para después entregarse a la restauración capitalista. No fue, sin embargo, un mundo totalmente desierto porque siempre existieron personas y colectivos que pensaron y actuaron a contracorriente de la miseria estalinista. Jan Palach estuvo entre ellos.

Un sacrificio individual, solitario, extremo y brutal que remueve conciencias y estimula a la indignación para que se convierta en movilización colectiva. La mayoría de las veces no lo consiguen y quedan sólo como un incómodo recodatorio a la vez de la impotencia y de valentía de los oprimidos. Probablemente muestran también el límite de la ética política: la soledad del inmolado y su dolor.

17 de marzo de 2011

Requiem por Fukushima

Decía Serge Latouche que "desarollo" es una palabra tóxica. Ahora habría que agregar que "desarrollo a través de la energía nuclear" no es sólo tóxico sino explícita y directamente genocida. Probablemente Fukushima pasará a la historia, si es que logramos tener un poco más de historia, como el primer genocidio transmitido en directo; el primer genocidio tecnológico de lo que nos queda de futuro que, visto lo visto, parece que no es mucho.

El lobby nuclear y el sentido común de los súbditos del sistema intenta desesperadamente reducir lo sucedido a un accidente, a algo eventual, es decir, raro. Su discurso se basa en la poca probabilidad de ocurrencia dada las sofisticadas medidas de seguridad que tienen las centrales nucleares en el mundo y ponen como argumento el hecho de que, en Japón, todas las demás resistieron el terremoto y su posterior ola destructiva. Pero si bien los japones no lo inventaron le pusieron nombre a un fenómeno escaso pero posible: tsunami. Aún así, contruyeron su derrochadora sociedad sobre un territorio movedizo como pocos, confiando en su capacidad de control tecnológico de los fenómenos naturales.

La energía nuclear no forma parte del "curso natural" del desarrollo socioeconómico: como todas, representa decisiones contingentes condicionadas por los intereses de quienes, en cada momento histórico, han tenido la sartén por el mango. La opción no está entre petroleo escaso y energía nuclear "limpia", aunque riesgosa, sino entre una sociedad despilfarradora, contaminante y agresiva y una sociedad austera, respetuosa con el medio ambiente y convivencial. La batalla es contra la fe tecnolfílica oscurece lo que le queda de razón a este bípedo arrogante que ha construido una civilización suicida.

8 de marzo de 2011

Libia y sus acuíferos

A punto de convertirse en el Irak de Obama, Libia, aunque ha existido desde hace milenios, ahora existe más. Son los efectos de realidad de los medios de comunicación e Internet. En los años ochenta Gadafi causaba cierta admiración por su extravagante aliño indumentario y por su oposición, más o menos desde la izquierda, al Imperio. Luego vinieron los atentados a los aviones en Inglaterra y los bombardeos americanos a Trípoli que obligaron a un período de mayor contención por parte del coronel.

Pero eso sucedía en la superficie: su proyecto épico, amén de la represión a su pueblo, continuaba en las profundidades de los mercados financieros europeos y en la profundidades del enorme desierto libio. Aquí la megalomanía de Gadafi linda con el horror. Construyó un rio artificial que conduce agua fósil extraída de enormes acuíferos situados en los desiertos del sur del país. "El Agua fósil (agua connata) es agua subterránea que ha permanecido en un acuífero por milenios. El agua puede permanecer bajo el subsuelo alojada en mantos acuíferos por miles y quizás millones de años. Cuando los cambios geológicos los sellaron impidieron su recarga y éstos quedaron atrapados dentro, convirtiéndose así en: agua fosilizada. El fechado con radiocarbono ha revelado que algunos acuíferos han permanecido así desde hace 40,000 años, desde antes de la última glaciación. Los acuíferos de Ogallala y Nubia se encuentran entre las más notables de las reservas de agua fósil. La extracción del agua fósil es algunas veces referida como agua mina dado que es una fuente no renovable".

Siguiendo el mismo esquema y similar tecnología que la utilizada para la extraccción del petróleo Gadafi ha sacrificado recursos no renovables para sostener su proyecto de "desarrollo" en el norte de Libia y de paso crear una red de tuberías subterráneas aptas para uso militar. La lógica del desarrollo a toda costa, arrogante, agresivo y despilfarrador tiene en el ejemplo libio su paradigma. Pero también, simultáneamente, muestra una vez más lo efímero y transitorio que pueden ser los sueños de omnipotencia. Esperemos que si Gadfi es derrocado sus sucesores detengan o, al menos moderen, este proyecto del horror.

13 de febrero de 2011

Taylorismo y fordismo médico

La prensa lo titula Operaciones de bajo coste y comenta que "un hospital indio practica hasta 30 intervenciones de corazón al día. Añade que "el centro recurre a la economía de escala y al trabajo en cadena para abaratar el proceso".

Taylorismo y fordismo han sido dos maneras complementarias de organización productiva y disciplinamiento de la fuerza de trabajo. El primero tiene como núcleo operativo y símbolo de su funcionamiento el control de los "tiempos y movimientos" y, el segundo, la cadena de montaje. F. Taylor y H. Ford se encuentran en la base de la racionalización productiva que permitió el brutal desarrollo de la industrialización en la primera mitad del siglo veinte, incluyendo, por supuesto, a la industria bélica. La llegada primero de las innovaciones organizativas japonesas, y posteriormente de otras como las suecas en las fábricas de Volvo, hasta terminar en las actuales estructuras empresariales en red, supusieron un cuestionamiento del taylorismo y el fordismo que, en principio (eso se decía) quedaron relegados a sectores industriales muy concretos y muchas veces "atrasados". Esta trayectoria de la organización industrial en el ámbito de la sociología y la economía del trabajo ha sido descrita como la evolución "desde el fordismo al post-fordismo".

Pero, las formas organizativas exitosas desde el punto de vista del lucro empresarial no se abandonan fácilmente. El disciplinamiento a través del control de los tiempos y movimientos y la organización en cadena se aplican también a sectores aparentemente poco aptos para adoptar formas de producción en gran escala. En el caso del hospital de Bangalore se ha dado el paso definitivo parcelando las tareas y enlazándolas en un sistema de acciones coordinadas análogas a la cadena de montaje de una fábrica de automóviles. Gestos y movimientos especializados son realizados sobre un cuerpo, el del paciente, que pierde su unidad esencial para convertirse en un conjunto de segmentos patologizados intervenibles por especialistas que, a fuerza de repetir las acciones, incluso pueden actuar "con los ojos cerrados". Nace la medicina de la ceguera. Esta posibilidad de tratamiento industrial del cuerpo y la salud tiene sus antecedentes, en primer lugar en la actual extensión de las "analíticas" y los "exámenes" a mansalva que han convertido a los médicos en técnicos lectores de indicadores incapaces ya de leer los síntomas en el propio cuerpo del paciente (el encuentro médico-paciente se ha convertido en una relación mediada por la pantalla del ordenador) y, en segundo lugar, en la privatización de los servicios de salud públicos que, entre otras cosas, anuncian ya la proletarización de la clase médica. El ejemplo del hospital de la India lo muestra en toda su crudeza: los médicos se convierten en piezas intercambiables de un engranaje sociotecnológico y comercial que los excede y domina. Su futuro será el de proletarios hiperespecializados y sosfisticados con bajos salarios y condiciones laborales flexibles, de alto estrés, generando, eso sí, beneficios a raudales a las megaempresas sanitarias a quienes venderán su tiempo de trabajo cada vez con menos valor de mercado.

La defensa de este modelo de "producción de salud" se basa en criterios exclusivamente económicos: "Se puede hacer una buena obra y aún así ser muy rentable". El hospital "funciona como una economía de escala: a más operaciones y hospitales más grandes, nuestros costes se reducen"; los mismos argumentos que dio en su momento Henry Ford para fabricar su modelo T. Añade el director del hospital indio un argumento de democratización del acceso a la salud: Ford también prometía que cada consumidor norteamericano tendría su propio automóvil. Cumplió su promesa: sólo hizo falta que se desarrollara el inmenso y descontrolado mercado crediticio que ha llegado hasta hoy; el mismo que estará rondando las fábricas de salud emergentes.

Ver: Operaciones de bajo coste

7 de enero de 2011

Decrecentismo y lenguaje del mestizaje (2)

(Viene del post anterior)
Funciones


La primera tarea del decrecentismo, entonces, es mostrar lo que esconden las hegemonías del mundo y lo que anuncian las contrahegemonías y las disidencias. Esto corresponde a su función develadora que persigue quitar los velos que cubren los ocultamientos, las simulaciones y las coacciones ideológicas al servicio del poder. Se trata de poner de manifiesto lo soterrado por el imaginario del productivismo y sus excesos. Esta función incluye la función de comunicación o difusión de los develamientos o “comprensiones” que los grupos decrecentistas han obtenido de sus análisis y prácticas. Estos grupos son sujetos colectivos de enunciación que proyectan una identidad y buscan el encuentro con otras identidades. Es importante, no obstante, diferenciar la experiencia del develamiento y comunicación de la aceptación acrítica de una verdad revelada. La enunciación decrecentista debe ser el resultado de procesos dialógicos, racionales, informados y colectivos, sin subordinaciones de ninguna especie, ni siquiera a la misma idea decrecentista.

Otros incluyen el decrecimiento como un componente más de su acción, nosotros hacemos de él, una ética y un proyecto: un punto de referencia, un criterio de valor y una guía para la orientación, siempre provisional, en los escenarios de los cambios colectivos e individuales. Por este motivo, en segundo lugar rescatamos su función cartográfica para localizar y hacer visibles las experiencias ausentes y señalar el camino para las que presionan por emerger. Las muy variables topografías sociales donde transcurren las dinámicas de los actores requieren el dibujo de mapas con sus territorios pero, sobre todo, con sus caminos y senderos que comuniquen lo actual con lo posible, abriendo las zonas de contacto. Pero la cartografía sabe que no puede confundir el mapa con el territorio y que los trazados, las cotas y los relieves dibujados serán siempre provisionales.

Los decrecentistas no tenemos prioridad ni vocación de hegemonía. Somos advenedizos en el espacio de las iniciativas de cambio; otros también han nombrado los desastres y han propuesto alternativas. Podemos hacerlo, pero, ubicados en los intersticios de los proyectos de los actores, podemos aspirar también a un rol diferente: al rol de traductores, es decir, desde el lenguaje, desde la koiné sociopolítica, trabajar para “promover la inteligibilidad mutua entre experiencias posibles sin destruir su identidad” (B. de Sousa Santos). Esta función de traducción implica apoyar las interlocuciones entre las diferentes formas de experiencias de conocimiento, de trabajo, políticas, culturales etc. mostrando las equivalencias y haciendo evidentes los encuentros. El decrecentismo apuesta por las diferencias no jerarquizadas, por los espacios de diálogo no subordinados, aquí y a hora, es decir, en un presente ampliado y enriquecido por las iniciativas de todos.

Como una consecuencia directa de la función de traducción aparece, la función catalizadora que debe permitir que críticas y propuestas, teorías y prácticas, imaginaciones e iniciativas, en el amplio campo social, encuentren un sentido mayor engarzadas en el discurso del decrecimiento y sean estimuladas por éste. Se trata de favorecer el trabajo de articulación de las contrahegemonías ayudando a su confluencia en proyectos comunes. No ofrecemos una verdad revelada, repetimos, ni siquiera una certeza, sólo nuestro papel de facilitadores de la voluntad de cambio de los sujetos sociales.

Por último, la función catalizadora incorpora como elemento central la función de innovación e imaginación que invita a prefigurar  cómo vivir de una manera diferente, a partir de las prácticas de los actores y sus necesidades. La función cartográfica debe servir para detectar las experiencias sociales ausentes y desperdiciadas por las monoculturas del saber y las hegemonías sociales. La función de innovación lee e interpreta esos mapas, reivindica los saberes de todos, imagina mundos posibles, los pone en diálogo y ayuda a que las energías colectivas concluyan en proyectos concretos. La función de innovación reconoce y extiende la creatividad a todo el campo social, fuera de la ley del valor, de la mercancía y sus servidumbres y forma parte de las necesarias políticas de resistencia y propuesta creativa, frente a las hegemonías. La catálisis decrecentista, realizada a través del develamiento, la comunicación, la cartografía, la traducción y la innovación aspira a ampliar el campo de las experiencias posibles en el presente para aumentar las probabilidades de su realización futura.

6 de enero de 2011

Decrecentismo y lenguaje del mestizaje (1)

Nos encontramos en la “fase semántica” de la propuesta decrecentista. Fase colectiva de creación, depuración y difusión de conceptos que sean capaces de ensamblar este lenguaje del mestizaje sociopolítico con las prácticas de los actores. Hay que comenzar a hablarlo para nombrar las ausencias, reprimidas, y las emergencias, soñadas (B. de Sousa Santos). Fase también de interpretación y de imaginación sin más restricciones que las posibilidades de los deseos expresados por la palabra de los distintos.

Esbozamos aquí las tareas y funciones que, a nuestro juicio, debería asumir el emergente movimiento por el decrecimiento para encontrar su lugar dentro del proceso de reinvención de las prácticas emancipadoras. Creemos que la identidad decrecentista en la actualidad puede organizarse a partir de seis funciones principales, todas ellas muy relacionadas entre sí, a saber: función de develamiento, función de comunicación, función cartográfica, función de traducción, función de innovación y función catalizadora. Situaremos este esbozo en el contexto de la crisis de la palabra emancipatoria, de su naufragio en las aguas de la historia.

Naufragio

Venimos de un naufragio: el de los proyectos de emancipación, mucho más fracasados que derrotados, a lo largo del siglo veinte. Naufragio histórico, político, económico, cultural y anímico. Como escribimos en otro texto “todas las izquierdas, todas, quedaron tocadas por el desastre del llamado socialismo real. Ni la comunista, ni la socialdemócrata ni toda la flora y fauna troskista, maoísta o anarquista y sus combinaciones pudieron salvar los muebles del incendio. La comunista se hizo socialdemócrata. La socialista se hizo social liberal o, lisa y llanamente y sin vergüenzas, liberal. Y, en la llamada extrema izquierda, algunos se fueron para la casa, los más, y otros, los menos, iniciaron una loable pero larga travesía por el desierto. En el intertanto, los ecologistas han emergido y se han vuelto a sumergir sin poder asumir el liderazgo de aquello que se ha llamado izquierda social, mientras que los altermundialistas han pataleado en cuanto foro mundial se les ha puesto a su alcance”. En medio del repliegue, desde hace más de una década los neozapatistas son unos de los pocos que han abocetado con imaginación un programa de transformaciones razonable y utópico y viceversa.

Lenguaje

El movimiento por el decrecimiento surge de esas cenizas, de esos lodos y de esas esperanzas. Con el reloj de la historia acelerado, la tarea que tiene por delante es gigante y con muchos frentes abiertos. De todos ellos, uno se revela particularmente crucial: el del lenguaje. Sobado y gastado el lenguaje revolucionario y comprobada su incapacidad para convocar a los nuevos sujetos de las transformaciones, urge la construcción de un lenguaje que defina y critique el desorden y la locura neoliberal desde la imaginación y los deseos colectivos. La palabra decrecentista debe emerger del encuentro entre los conceptos de escritorio y los vocablos de la calle comunitaria en transformación; entre habla de la visión y del habla del deseo.

Desde abajo y a la izquierda (Marcos), las palabras del decrecimiento deberían ser capaces de transformarse en una lingua franca, en una koiné o habla común de intercambio entre los sujetos de las transformaciones. Eso requiere romper la continuidad acústica con los términos gastados y asociados a los fracasos de los socialismos autoritarios del siglo veinte y, sobre todo, vinculados a la vociferante e inútil teoría leninista. Y esa ruptura exige producir nuevos sonidos y nuevos ecos condensados y transportados por la lengua del mestizaje sociopolítico en la que puede constituirse el discurso decrecentista. Esta koiné decrecentista debe aportar resonancias que acompañen a los actores en sus nuevas y viejas prácticas cooperativas, solidarias, comunitarias y políticas. Una lengua franca y una koiné cumplen la función de comunicar las diferencias; porque son diferentes los hablantes requieren una lengua que permita la traducción de sus conceptos y prácticas. Es un lenguaje de frontera construido para atenuarlas. Es el lenguaje de lo “común”, diferente del lenguaje de lo “único”. El primero se construye, desde abajo, a partir de la necesidad y voluntad de permitir que los distintos dialoguen sobre aquello que comparten sin dejar de ser cada uno lo que es. El segundo, se construye, desde arriba, a partir de un proyecto de imposición que busca anular las diferencias e imponer la visión de unos pocos.

Vivimos ahora el reinado del pensamiento, el discurso y las prácticas de “lo único” en su versión neoliberal. Pero los decrecentistas rechazamos “lo único” en todas sus versiones, sea neoliberal, marxista, anarquista, ecologista y, por supuesto, decrecentista.

El decrecentismo no dice nada nuevo y, sin embargo, suena nuevo lo que enuncia. Es una obviedad y una provocación: un inventario de desastres sociales y ecológicos, presentes y futuros y una llamada a la acción. Pero, no podemos quedarnos en la compilación de los efectos de la locura civilizatoria; es necesaria la sintaxis que permita articular el diagnóstico con las prácticas a través del lenguaje del mestizaje sociopolítico que es el decrecentismo, es decir, el lenguaje de “lo común de lo diverso”. (Continúa)