19 de marzo de 2011

La soledad del inmolado

Ahora que en el Medio Oriente la demanda democrática se ha extendido de manera imprevisible cuestionando poderes y sentidos comunes, la inmolación de Jan Palach motivada por la represión del movimiento de masas que se denominó posteriormente “primavera de Praga”, merece ser recordada. El llamado “suicidio a lo bonzo”, llamado así desde la inmolación de Thich Quang Duc, monje budista vietnamita en 1963, como gesto religioso y político revivió en Túnez y en Argelia funcionando como chispa que encendió la mecha de las revueltas


El llamado “socialismo real” fue una invención dogmática, mediocre y trágica de la cual poco o nada ha quedado para las generaciones actuales. Un mundo paralelo que pasó por la historia de la humanidad con muchísimas más penas que glorias, manchando y comprometiendo el proyecto utópico del siglo veinte para después entregarse a la restauración capitalista. No fue, sin embargo, un mundo totalmente desierto porque siempre existieron personas y colectivos que pensaron y actuaron a contracorriente de la miseria estalinista. Jan Palach estuvo entre ellos.

Un sacrificio individual, solitario, extremo y brutal que remueve conciencias y estimula a la indignación para que se convierta en movilización colectiva. La mayoría de las veces no lo consiguen y quedan sólo como un incómodo recodatorio a la vez de la impotencia y de valentía de los oprimidos. Probablemente muestran también el límite de la ética política: la soledad del inmolado y su dolor.

No hay comentarios: