30 de diciembre de 2010

Crisis y obsolescencia

"El deseo se esfuma antes de que el objeto envejezca"
 Deyan Sidjic.

El documental Comprar, tirar, comprar ha contribuido a aumentar la difusión de la crítica a la obsolescencia programada. Enhorabuena. Conviene, eso sí, profundizar en algunos temas que se abren a partir de él.

Entre todas las perversiones del productivismo, la obsolescencia programada es probablemente la más irritante. Consiste en una estrategia deliberada para acortar la vida útil de las mercancías con el objetivo de aumentar la velocidad del ciclo producción-consumo. Mientras menos duren más se fabrican. Los productos nuevos reemplazan a los antiguos que, así considerados, se convierten en basura. No se los deja envejecer con dignidad. 

La obsolescencia programada requiere de dos mecanismos interrelacionados: una planificación conciente, racional y técnica de la caducidad, por una parte y el deseo social,  publicitariamente estimulado, de renovación permanente de los símbolos de identidad y estatus social, por otra. Es decir,  para que el engranaje funcione a la perfección es necesario que la razón productivista tenga como contrapunto necesario la razón consumista: lo nuevo, o aparentemente nuevo, que emerge de lo destruido,  tiene que ser deseado. Para ello, la ideología publicitaria debe dar argumentos para que lo nuevo deseado sea considerado "mejor". El círculo así se cierra, pero se cierra mal puesto que la caducidad permanente genera desechos permanentes cuya mayor parte no ingresan en ningún circuito de reciclaje sino que, o bien se dispersan aleatoriamemente por la naturaleza, caso de las llamadas sopas de plásticos en los océanos o, son enviadas descarada e ilegalmente a países asiáticos o africanos, como Ghana, como bien ilustra el documental. Las cloacas están siempre en algún sitio: mejor si están lejos del paisaje de la opulencia.

La planificación de la obsolescencia y su efecto sobre la reducción de la vida útil de los objetos debilita las ancestrales prácticas de la reparación, del arreglo, de la compostura y los oficios vinculados a ellos: zurcidor, tapicero, afilador, modista... Oficios nobles, y totales, depositarios de saberes colectivos no entrópicos que establecían una relación afectiva con los artefactos a los cuales se les concedían nuevas oportunidades de vida. La actual construcción modular, fragmenta los objetos en unidades autónomas desechables. Un módulo es una pieza autónoma, una caja negra, acoplable, mediante un conector o interfaz, con otras. El oficio técnico actual, parcial y arrogante,  desconoce gran parte la lógica de funcionamiento interior de las piezas. Sabe como acoplarlas y sustituirlas pero no sabe lo que bulle dentro de ellas.

Que la inteligencia, la técnica, la ciencia y el saber colectivo en general estén al servicio de la caducidad  de los objetos de consumo revela hasta qué punto el productivismo linda con la inmoralidad. Lo mismo sucede con la industria militar. La famosa "destrucción creativa" shumpeteriana se revela como simple destrucción, sin más, sin apellidos. Es sabido que el capitalismo presenta una alta racionalidad en sus procesos parciales y una alta irracionalidad sistémica. Pues bien, la obsolescencia programada lo ejemplifica a la perfección pero añade una información nueva: los procesos parciales, fabricar una bombilla eléctrica, por ejemplo, pueden ser racionales y, a  la vez, inmorales. La razón tecnocientífica y toda la estructura de prácticas profesionales y discursivas sobre ella asentada esconde su  función obsolescente, es decir la producción voluntaria de caducidad.

El proyecto del crecimiento ilimitado del capitalismo requiere dos dinámicas aberrantes: por una parte, la absorción voraz de recursos y, por otra parte, la destrucción contínua de lo que el trabajo social ha realizado. Sobre la contaminación, el agotamiento de recursos y sobre la destrucción ilimitada y sistemática de los productos del trabajo social se asienta la llamada prosperidad y del llamado bienestar de la que creen gozar una parte importante de las capas sociales de los países centrales y de una minoría de las periféricas. La prosperidad tiene los pies de barro; es circunstancial, precaria y falsa. Existe porque está basada en un principio de ceguera social: las evidencias del desastre y las injusticias no están incorporados en sus alegres cómputos. La prosperidad sólo se vive como tal si se mira para otro lado; si no se ven los agujeros negros hacia donde fluyen los detritus de la máquina económica.

La obsolescencia programada nació con el propósito declarado de estimular a las economías en crisis de los años treinta del siglo pasado. Pero forma parte del funcionamiento normal de la producción de masas. La fundamenta, sostiene y justifica. Sobre esta aberración se asientan todas las actuales llamadas al consumo para salir de la crisis. La misma innovación tecnológica, mantra de los ideólogos del sistema,  está asentada sobre el imperativo de la caducidad. Las recetas keynesianas para el fomento de la actividad productiva de cualquier tipo se complementan con el estímulo al consumo, también de cualquier tipo. Todo vale para las cuentas de la economía. El PIB  es ciego y sordo (pero no mudo); no le importa lo que llene sus indicadores. Su lógica es irresponsable y obscena.

Pero, no hay salida posible de la crisis, si la entendemos en su sentido amplio como crisis social y medioambiental, estimulando justamente uno de sus factores causales. No hay salida productivista ni consumista a la crisis, salvo como engaño y desplazamiento de los problemas a las generaciones venideras, si es que éstas consiguen llegar a existir.

La manoseada expresión "cambio de modelo productivo" debe significar otra cosa para que tenga valor. Debería significar limitación cuantitativa (menos objetos), redireccionamiento cualitativo (respondiendo a las necesidades de las mayorías) y reorientación ecológica de la producción y consumo social de bienes. La tercera sin las dos anteriores es simple maquillaje. La apuesta por el decrecimiento es una apuesta por la perennidad sobre la caducidad. Una apuesta por la vigencia de los objetos que son producto del trabajo social extrayéndolos del vértigo de la obsolescencia. El decrecimiento no quiere añadir más entropía a la naturaleza.

11 de diciembre de 2010

ZARA y el decrecimiento

Zara, la marca estrella de la multinacional gallega Inditex, inaugura una macrotienda en Roma. La prensa lo anuncia así: "La tienda número 5.000 y una apuesta decidida por la ecología". Un lujoso palacio ha sido reformado para que "cumpliera con todos los compromisos medioambientales más exigentes para así poder obtener la certificación LEED, el sello estadounidense de arquitectura sostenible".

El problema de Zara con la ecología no está en sus tiendas ubicadas en los centros de los países centrales y en muchos periféricos. El problema está en su modelo de negocio basado en la deslocalización productiva. Su problema no es arquitectónico sino logístico. Su problema reside en su mismo carácter multinacional asentado en un modelo reticular que implica el uso intensivo de todo tipo de transportes a largas distancias. Su modelo de integración vertical, que significa participar de toda la cadena productiva, desde la fabricación a la comercialización, obliga a la elección de los proveedores a partir de un simple criterio de costes. Se distribuyen las mercancías internamente entre sus centros de venta estén donde estén sus centros de producción, guiados por el criterio del menor precio posible, principalmente de la mano de obra, no por criterios ecológicos.

Por otra parte, todo el diseño sostenible de la tienda, ahora emblemática de la marca, está sustentado en  complicados sistemas tecnológicos como "monitores que de manera automática controlan los niveles de CO2, la temperatura, humedad, intensidad lumínica y ruido", "detectores de presencia para encendido y apagado de luces según el tránsito", "cortinas de aire con sensores que controlan los grados y reducen la necesidad de refrigeración o calefacción" etcétera etcétera. Como se oberva, se sigue el ya clásico modelo de salvación ecológica mediante la intensificación de artilugios tecnológicos sofisticados sobre los cuales se desconocen sus procesos de fabricación. Pero la valoración de la sostenibilidad de una actividad económica debe hacerse considerando todos los niveles que lo integran. Si no se hace así el maquillaje ecológico final esconde fácilmente las perversiones de la cadena productiva. Se debe revisar la cadena de valor ecológico imbricada en la anterior.

Por otra parte, toda la supuesta  intención ecológica de la empresa queda abolida a partir de otro de los pricipios de su modelo de negocio: la obsolescencia programada. Zara inauguró el just in time en el campo de la moda lo cual implica una alta rotación de sus mercancías en perfecta sintonía con las exigencias de una sociedad de consumo globalizada, ávida de novedades superficiales, esta vez en el campo de la indumentaria. Esta alta rotacíon es necesariamente generadora de desperdicios tanto en el polo de la producción como en el del consumo, amén de exigir un gasto energético desorbitado imposible de contrarrestar con ingenuas soluciones como las lámparas Led, utlizadas en la nueva tienda.

Desde una perspectiva decrecentista un modelo como el de Zara es inviable. Representa la peligrosa ideologia de la sostenibilidad, tranquilizadora, seductora y aparentemente eficaz, pero en escencia continuadora de un modelo de vida, producción y consumo depredador y ciego.

24 de noviembre de 2010

Coreas


Corea es el último de los países que permanecen divididos después de la llamada guerra fría, que de fría tuvo poco, todo hay que decirlo. Alemania y Vietman, mediante por procesos totalmente distintos entre si, se reunificaron con éxito. Los coreanos no. Siguen enfadados, armados hasta los dientes y cada cierto tiempo se ladran mutuamente.

La fósil y exótica dictadura comunista del Norte juega con las armas nucleares como último recurso disuasorio. La precaria y cuestionable democracia del sur se asienta en un híper capitalismo voraz y contaminante.

Una paradoja: el paralelo 38, donde se encuentra la zona desmilitarizada que divide a los dos países, rodeada de armas y donde no entra nadie, es uno de los espacios ecológicamente mejor preservados del planeta. Un área de cerca de mil kilómetros cuadrados está momentáneamente a salvo de la depredación antrópica. Otra muestra de que basta la ausencia humana para que la naturaleza se expanda en su plenitud, sin interrupciones, libre.

Que a nadie le se ocurra tomarlo como ejemplo a seguir, en todo caso. Porque está desmilitarizada en su centro e híper militarizada en sus bordes está ecológicamente protegida, pero al revés la cosa no es necesariamente cierta: la protección ecológica no requiere de armas.

18 de noviembre de 2010

Magnitudes y escalofrios

Cualquier mirada mínimamente crítica hacia lo que sucede en nuestra relación con la naturaleza se encuentra de inmediato con medidas, indicadores, valores, números en definitiva, escalofriantes. Extraigo algunos de estos números al azar de la bolsa de las "externalidades" de nuestro reverenciado "modo de vida".

"Seguir con la dinámica actual de crecimiento nos enfrenta a la perspectiva de la desaparición de la civilización tal como la conocemos, no en millones de años ni tan sólo en milenios, sino desde ahora y hasta el fin de este siglo" Peter Barrett.

"La UNESCO considera que entre dos mil (hipótesis baja) y siete mil (hipótesis alta) millones de personas sufrirán falta de agua en 2050. El Informe Candessus, elaborado por el antiguo Director del FMI, avanza la cifra de cuatro mil millones" Serge Latouche

"Es probable que estemos viviendo la sexta extinción de las especies. (...) la quinta extinción se produjo hace 65 millones años vio el fin de los dinosaurios y otras grandes bestias, probablemente tras el choque de un asteroide. (...) Pero a diferencia de las precedentes, el ser humano es directamente responsable de la disminución actual de los seres vivos y podría muy bien ser su víctima" Serge Latouche.

"Desde el año de 1993, el biólogo de Harvard E. O. Wilson estimó que la Tierra está perdiendo alrededor de 30,000 especies por año , lo cual se traduce a la estadística aún más espeluznante de tres especies cada hora. Algunos biólogos han comenzado a pensar que esta crisis de la biodiversidad (esta “Sexta Extinción”) es aún más severa y más inminente que lo que Wilson supuso" Instituto Americano de Ciencias Biológicas

"(Durante el siglo veinte) se cuadruplicó la población del mundo y su economía de multiplicó por 14, mientras que el consumo energético aumentó 16 veces y el factor de expansión de la producción industrial fue de 40. Pero las emisiones de dióxido de carbono fueron también 13 veces superiores y el consumo de agua se multiplicó por 9"  Paúl Kennedy

Como se sabe, frente a este inventario, muy sumario, de catástrofes caben, por lo menos, tres actitudes y posiciones ideológicas: La primera, la más fácil, el negacionismo. Se trata de refutar las evidencias y aportar datos, en el mejor de los casos, que vinculen, por ejemplo, los cambios climáticos con cambios naturales. Desde esta perspectiva los desastres advertidos por científicos desde diversos ámbitos de investigación no tienen carácter antrópico: corresponden a las fluctuaciones de la naturaleza frente a las cuales nada se puede hacer.

La segunda, la más conciliadora, afirma que los daños son antrópicos pero es posible ecologizar la producción y el consumo manteniendo el ritmo de vida. Aquí encontramos todas las variedades de desarrollo "sostenible", la economía verde etc. La confianza ilimitada en la tecnología como factor de salvación es propia de esta posición y de la anterior. De allí la apuesta por automóviles eléctricos, la energía nuclear, considerada "limpia, el reciclaje" y otras ingenuidades, algunas de ellas muy peligrosas.

La tercera la más difícil: la decrecentista afirma que la participación humana en los desastres medioambientales no admite discusión y que de lo que se trata es de detener, más o menos paulatinamente, la actual producción económica desbocada y guiada por una lógica social insana. Decrecimiento generalizado de la producción y consumo en los países centrales y decrecimiento focalizado en los estamentos altos de los países periféricos. Por aquí va la propuesta decrecentista.

Para los decrecrentistas, la magnitudes de las catástrofes que nos producen escalofríos son un estímulo para pensar e imaginar la posibilidad de una sociedad diferente, sin conocer a ciencia cierta la probabilidad de que pueda realizarse.

7 de noviembre de 2010

Citas (12)


"El crecimiento hoy en día sólo es un asunto rentable a condición de que el peso y el precio recaigan en la naturaleza, en las generaciones futuras, en la salud de los consumidores, en las condiciones de trabajo de los asalariados y, más aún, en los países del Sur"

“Nuestro sobrecrecimiento económico llega hasta los límites finales de la biosfera. La capacidad regeneradora de la Tierra ya no puede atender a la demanda: el ser humano transforma los recursos en desechos mucho más rápido de lo que la naturaleza tarda en transformar esos desechos en nuevos recursos”

"¿Hacia dónde vamos? Directos hacia la pared"


Serge Latouche: "Pequeño tratado del decrecimiento sereno"

30 de octubre de 2010

Misoneismo e innovación decrecentista (1)


El misoneismo, escuetamente definido como aversión a las novedades -del gr. misein, odiar, y neos, nuevo- puede ser confundido con la razonable precaución hacia la neofilia, pasión desbordada hacia lo nuevo per se, que manifestamos los decrecentistas.

La idea de innovación, apropiada y colonizada por el discurso y la práctica del mangement, estimula la producción aparente de lo nuevo bajo la forma de novedad. Lo aparentemente nuevo vale más que lo aparentemente viejo.

El modelo económico hegemónico, que subordina la producción a la mercantilización, estimula una amplia difusión de las tecnologías y de los objetos tecnológicos pero una baja apropiación de ellos. Microsoft quiere vender la mayor cantidad posible de XP; no está preocupado por la apropiación de dicha tecnología. Uso y apropiación social son conceptos diferentes.

El modelo estándar de innovación es selectivo y jerárquico; no da cuenta de la riqueza social disponible para la inventiva. Nos dice que el desarrollo social y económico depende de las iniciativas de unos actores que deben innovar pero, al mismo tiempo, nos advierte que sólo son realizables por un determinado y restringido tipo de ellos: emblemáticamente el emprendedor shumpeteriano. Para el resto de la sociedad sólo queda la admiración o el miedo frente a sus obras.

El modelo de innovación "de arriba hacia abajo" favorece la infrautilización de la energía y creatividad social y lleva al talento colectivo hacia territorios banales, hedonistas y egoístas de creatividad, lejos de los objetivos del bienestar común. La reducción de la innovación a sus aspectos exclusivamente económicos y mercantilistas desprecia las experiencias de innovación distribuidas en todo el campo social.

17 de octubre de 2010

Mineros y pasamontañas


Uno de los espectáculos más vistos en la historia de la humanidad, el encuentro y rescate de los mineros chilenos, probablemente no requiera más palabras en torno a él. ¡Cuánta retórica hasta en la última hormiga! escribía Enrique Lihn hace ya varias décadas. Y lo escribía analógicamente, suponemos con una Underwood negra y pesada. Imagine Ud. lo que diría hoy frente a este reality globalizado y digitalizado en “tiempo real”. Pero, no nos queda más remedio, añadiremos más palabras a la espalda-hormiga de los mineros.

Comencemos con el relato de la situación antes del espectáculo: treinta y tres mineros quedan atrapados a más de seiscientos metros de profundidad en una mina de cobre de tamaño mediano en el desierto chileno. Pasan dos semanas y finalmente los esfuerzos de búsqueda concluyen con éxito: aunque débiles, están vivos. Aquí comienza la construcción del espectáculo, es decir, con la voluntad política de encontrarlos y de anunciarlo a los cuatro vientos. La apuesta arriesgada del gobierno y su presidente tuvo éxito. Pero hallarlos vivos fue azaroso. El dado de las probabilidades trabajó bien para el gobierno chileno y, por supuesto, para los mineros y sus familias. El espectáculo sigue su camino ampliando sus recursos expresivos, tecnologizándose y masificándose. Los medios de comunicación colaboran creando personajes, narraciones y pautando la temporalidad de los acontecimientos. Se comienzan a abocetar los perfiles de los héroes. El espectáculo concluye, en su fase eufórica, con la épica del rescate exitoso, perfecto, divino. Se inicia ahora la fase depresiva: el reloj de la historia vuelve a su aburrida parsimonia habitual y aparece el tiempo de la cotidianeidad y sus miserias: los hasta ayer héroes y sus familias comienzan a exigir dinero por sus testimonios y los periodistas, aunque muchos critiquen ese comportamiento, a pagar. El juego con la muerte también tiene valor de cambio. Comienza la resaca y el desencanto: del reality show al dirty realism.

Guy Debord, insigne “situacionista”, afirmaba en su texto más famoso, “La sociedad del espectáculo”, que “Toda la vida de las sociedades donde reinan las condiciones modernas de producción se anuncia como una inmensa acumulación de espectáculos: todo lo que era directamente vivido se aleja en una representación”.

Hay que retener la idea de producción: producción económica y producción de espectáculos, puesto que van juntas casi siempre. El espectáculo surge de una voluntad política de producción de espectáculos. La realidad es hecha espectacular por los actores sociales interesados en destacar un aspecto de ella y ocultar otras. Por cada palabra pronunciada hay por lo menos otra palabra silenciada. El espectáculo de los mineros silenció, por ahora, entre muchas otras cosas, el conflicto entre el Estado chileno y una parte del pueblo mapuche, por ejemplo. Y silenció, por supuesto, el apartheid cultural, económico y étnico en el que vive una mayoría de su población.

Debord nos regala definiciones aún más precisas: “El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social mediatizada por imágenes". En el espectáculo de los mineros, en su abundancia y plenitud metafórica, se escenifican de manera implacable las relaciones sociales en una sociedad como la chilena, brutalmente estratificada económica, racial y culturalmente, pero que vive la ilusión de su unidad y homogeneidad esencial. El espectáculo en su plenitud paroxística, es decir, cuando los mineros son rescatados, apela al plural identitario y nacionalista: ha sido el esfuerzo de todos los chilenos. Todo Chile debe estar contento. Los mismos que los condenaron a la oscuridad los traen a la luz. El gobierno, con la ayuda impagable de Dios, los técnicos y la Nasa los han salvado.

El subcomandante Marcos, afirmaba que los indígenas chiapanecos se hicieron visibles para el poder y la opinión pública cuando se pusieron el pasamontañas: hasta ese momento nadie los veía; estaban ausentes. La máscara, el pasamontañas, paradójicamente, al ocultar los rostros de los excluidos, los hacía visibles. El accidente de la mina, ha sido el pasamontañas de los mineros chilenos; se han hecho visibles a partir de la invisibilidad que les otorgó la oscuridad del agujero en el que estuvieron sepultados en vida durante semanas. El poder reconoció su presencia cuando más ocultos estaban. Y desde allí comenzó la tarea titánica de hacerlos emerger literal y metafóricamente. El poder los rescató y con ello aumentó su gloria, la del poder no la de los mineros, puesto que ahora que están visibles irán desapareciendo. El simulacro de la fusión de clases ya ha terminado. La cápsula del ascenso social se ha detenido de manera brusca. Salvo excepciones, la mayoría volverá a las profundidades abisales de la estratificación social, a la oscuridad pétrea de la exclusión, soñando con aquella oportunidad en que, sepultados y agónicos, fueron visibles.

12 de octubre de 2010

Citas (11)

"Dado que no hay una práctica social o un sujeto colectivo privilegiado en abstracto para conferir sentido y dirección a la historia, el trabajo de traducción [entre sujetos sociales] es decisivo para definir, en concreto, en cada momento histórico qué constelaciones de prácticas tienen un mayor potencial contrahegemónico"

Boaventura de Sousa Santos: El Milenio Huérfano.

8 de octubre de 2010

Desastres y prosperidad


Dos desastres en pocos días: la rotura de una balsa conteniendo diversos minerales pesados en Hungría y el choque contra un barco cargado con disolventes en el canal de la Mancha. En el primer caso, se trata de residuos del proceso de fabricación de aluminio y, en el segundo, de una variedad de disolvente y combustible pesado. Es decir, materiales o insumos relacionados con la fabricación de productos industriales, imperfectamente guardados o arriesgadamente transportados.

Nada nuevo que agregar a la larga lista de desastres ecológicos, conocidos o desconocidos. Más de lo mismo y de lo que seguira siempre siendo lo mismo dentro de un modelo productivo que, asentado sobre el riesgo, lo actualiza periódicamente bajo la forma de desastre. El aluminio y los combustibles están en la base de muchos de los "inocentes" productos de consumo cotidianos, aquellos que se entienden como signos de desarrollo y de bienestar. Pero nosotros, los decrecentistas, invertimos la ecuación perversa de la prosperidad: cada envase de refresco, cada automóvil, cada teléfono móvil etc. producido masivamente en las fábricas ubicuas del capitalismo arrogante reposa sobre capas de peligro. No existe el capitalismo verde ni el capitalismo sostenible: su razón y su lógica es siempre depredadora y destructiva. Es urgente desconectar la idea del bienestar de la ideología del desarrollo y el productivismo; cambiar las servidumbres del consumo y las estructuras generadoras del desastre. No hay mucho tiempo.

30 de septiembre de 2010

Citas (10)

"Hemos llegado entonces a un punto de imposibilidad de satisfacción de las necesidades que el capitalismo nos ha creado, inventado, impuesto y persuadido que debemos tener, con el fin de poder hacernos consumir las mercancías que nos ha enseñado a desear. Para renunciar a esto, la eco-dictadura parece ser el camino más corto y contaría con el apoyo de quienes tienen al capitalismo y al mercado como los únicos capaces de crear y distribuir riquezas y que prevén desde ya una reconstitución del capitalismo sobre nuevas bases-después de que las catástrofes ecológicas hayan puesto los contadores a cero, provocando una anulación de las deudas y los deudores.

Sin embargo, otra salida muy diferente se perfila, que conduce a la extinción del mercado y de los asalariados por la expansión de la autoproducción, la redistribución de la misma y la gratuidad. (...) Producir lo que consumimos y consumir lo que producimos es el mejor camino para salir del todo-mercado"

Manifiesto Utopía. Icaria Barcelona. 2010.

29 de septiembre de 2010

Cementerio productivista


La ideología productivista es implacable: somete a la acción humana a los imperativos del gigantismo, del despilfarro y de la sinrazón. Una vez dentro de ella no cabe más que comportarse de acuerdo a sus exigencias y rigores. La locomotora de la producción y el consumo sólo se mueve hacia adelante, aunque lo más nítido que se vea en el horizonte sea el precipicio.

En Madrid, el desarrollismo de los años setenta dejó como herencia una autopista gigante, la M-30, que rasgaba el rostro de la ciudad. Parte de un cauce fluvial fue convertido en un curso asfaltado que ha visto pasar durante décadas gran parte de la producción contaminante de la industria nacional y extranjera de automóviles.

Durante años la idea de “soterrar la M.-30” estuvo sobre la mesa de las brillantes ideas municipales. Hace algo más de tres años comenzaron las obras. Todavía continúan. Se ha cumplido, efectivamente, el objetivo del soterramiento: se han metido, literalmente, bajo tierra, hierros y asfalto, la autopista y sus coches, el ruido y los humos. De paso, (¿de paso?) el megaproyecto, ha aportado la actividad necesaria para aumentar el PIB regional, el índice de empleo y enriquecer a las empresas constructoras, bajo la coartada del bienestar ciudadano.

Las máquinas térmicas han sido silenciadas por máquinas térmicas. Sobre la superficie reina el silencio o, más bien la sordina de los ruidos del fondo abisal del tráfico impune. Triunfo, por aclamación, de la razón ingenieril sobre sí misma: ha resuelto, por ahora, parte de los problemas que ella se había provocado. ¿No le llaman a eso sostenibilidad? Pero fracaso total de la razón urbanística y la razón ecológica pues, coincidiendo con la crisis económica y el desvío de fondos hacia otras actividades más rentables para el narcisismo de la autoridad edilicia, el espacio urbano y paisajístico que nos han entregado a los habitantes de Madrid es desolador. Kilómetros de polvorientos descampados, precariamente maquillados por manchas arboladas y puentes de dudoso gusto sin evidencias de que participen de un proyecto visual, urbanístico y estético con sentido. En medio, un río convertido aún más que antes, si cabe, en un canal de regadío escuálido y avergonzado.

El entierro de la M-30 ha sido realizado de espaldas a la participación y la innovación colectiva. Los ciudadanos han quedado literalmente en sus márgenes, físicos y sociales, observando la destrucción de sus espacios de tránsito y esparcimiento habituales, respirando durante años polvo y más polvo de las interminables “obras” ofrecidas en nombre del progreso y anestesiados por promesas cuya impudicia nace de la desmovilización y la amnesia colectiva.

Y, lo que pudo ser la gran intervención de mejoramiento de la calidad de vida de Madrid a comienzos del siglo veintiuno, ha sido sólo la inhumación, arrogante pero provisional, de uno de los cadáveres del productivismo y del gigantismo. Metáfora elocuente de lo único que éstos, a estas alturas de su delirio, pueden hacer sobre sí mismos: esconder los muertos de sus propios desastres. Pero los signos de la gran fosa común aparecen por todos lados: respiraderos, chimeneas, salidas de coches… imposibles de ocultar ni por la “alfombra verde” prometida ni por la alfombra ideológica construida a fuerza de propaganda e “información al ciudadano”. Sobre ese cementerio, y otros más, se construye la gloria del desarrollo. Sobre ellos habrá que construir la utopía decrecentista.

21 de septiembre de 2010

Huelga y decrecentismo


Está en marcha en España una huelga convocada por los sindicatos mayoritarios. En esta convocatoria están concentradas al día de hoy la mayoría de las energías sociales y políticas críticas al actual modelo económico. Podemos estar en desacuerdo con su comportamiento en general pero, en actualidad, los sindicatos son, en el mundo del trabajo, una referencia ineludible. Ellos lideran una iniciativa que implicará, si sale bien, una fuerte movilización social con la que, en nuestra opinión, los decrecentistas debemos estar en sintonía.

Esta huelga es una huelga del mundo del trabajo asalariado pero representa una oportunidad importante para que tenga presencia y se muestre al conjunto de la sociedad el mundo de los movimientos de base, el de la economía solidaria, el de la ecología, el del cooperativismo y otros. Es decir, todo el espacio social que está fuera de las relaciones salariales. Un ámbito complejo y heterogéneo que hasta ahora ha quedado generalmente extramuros de las protestas sociales y que, usando la capacidad amplificadora de la huelga, puede dar a conocer formas de producción, comercialización, consumo y crédito distintas a las capitalistas.

Si aportamos creatividad y motivación puede ser la ocasión para crear un momento lúdico a la vez que reivindicativo. Podemos, aunque sea una paradoja, llevar un mensaje antiproductivista, que en un contexto de defensa del empleo, pasa, en el discurso hegemónico, por el crecimiento de la economía. Podemos aportar una nota disruptiva en el sentido común. Esa es entre otras, nuestra tarea y misión como movimiento. Mostrar formas de vida y trabajo que no transcurren por la relación de subordinación salarial y su horizonte productivista.

Pero representa también la ocasión para reclamar espacios y políticas públicas que sean más favorables a la economía solidaria, a las redes de intercambio, a la acción cultural, a las iniciativas de banca ética etc. Es una oportunidad para presionar y luchar también por nuestros propios objetivos. Es importante, entonces, que se participe con reivindicaciones explícitas propias del sector.

Otra cosa distinta es cómo participar en esta huelga. Y aquí aparecen 3 momentos posibles: a) durante su preparación (junto a otros colectivos) b) durante el mismo día de la huelga en nuestros lugares de trabajo y c) en las manifestaciones callejeras. Debemos estar en los tres.

La huelga debería servir también para estimular la reflexión acerca del estatuto político del movimiento por el decrecimiento y su estrategia de transformaciones. Somos un movimiento político, en su acepción más amplia, que debe encontrar su lugar en el conjunto de las luchas sociales. Y cualquier proyecto de transformaciones decrecentistas debe hacerse en alianza con el mundo del trabajo. Las contrahegemonías se construirán en la confluencia de proyectos de emancipación diferentes. Debemos mostrar que la posibilidad teórica de "lo común de lo diverso" encuentra su expresión práctica en las movilizaciones y acciones conjuntas con otros sujetos de los cambios, dentro de un proyecto destinado a aumentar la multiplicidad del mundo.

Esta huelga nos encuentra en la infancia del movimiento decrecentista y evidentemente se pondrán de manifiesto todos los balbuceos correspondientes a la edad. Esto no es lo importante; lo importante es saber que "decir no es decir si a algo diferente" y verla como parte de un recorrido que debe llevar a actualizar las posibilidades de la realidad. "En cada momento hay un horizonte limitado de posibilidades y por ello es importante no desperdiciar la oportunidad única de una transformación específica que el presente ofrece" (Boaventura de Sousa Santos)

7 de septiembre de 2010

Obsolescencia y uso decrecentista


La producción en masa y los procesos de acumulación de capital asociados a ella, requieren de la aceleración de los ritmos de generación y consumo de bienes. Dentro de esta lógica, los bienes de uso requieren ser mercantilizados y transformados en objetos de consumo con una alta tasa de rotación. Para ello, es imprescindible programar su obsolescencia, es decir, su deterioro progresivo o repentino. La racionalidad y la inventiva empresarial se aplica a limitar la vida útil de los objetos. Esta es la irracionalidad de la racionalidad capitalista: la inteligencia técnica se vuelca a pensar cómo reducir la duración de lo que se ha fabricado y, con ello, aumentar el volumen total de objetos circulantes. El exceso de ellos, convertidos en basuras después de un breve uso y un alto consumo energético, daña los ecosistemas pero genera sensación de abundancia y progreso. Esta es la perversión infinita de la alianza entre producción y consumo.

Por el contrario, la innovación decrecentista y la inteligencia colectiva que la sustenta, entre otras tareas, debe aplicarse, a pensar en la reducción del número absoluto de objetos circulantes mediante el aumento de la "tasa de uso" de los mismos. El esfuerzo decrecentista no está en el reciclaje sino en la limitación de la producción de objetos efímeros y en el incremento de la duración de los bienes. Se trata de pensar la permanencia y la identificación con los objetos cotidianos que nos rodean para alargar su vida junto a nosotros. El imperativo es ralentizar la producción de objetos banales y efímeros dejando la acción entrópica a la naturaleza y no a los ingenieros. Crear objetos comunitarios, objetos "buenos" y sanos; diseñarlos para que la colectividad "reconozca en ellos sus habilidades y capacidades" no para que proyecte en ellos sus frustraciones.

1 de septiembre de 2010

Setecientos metros


Que unos mineros en el desierto chileno queden atrapados a setecientos metros de profundidad cabía dentro de lo posible. La minería es una actividad de alto riesgo; lo ha sido y lo será siempre. Las probabilidades de ocurrencia del accidente aumentaron por la inmoralidad y desidia de los dueños de la mina. Hasta aquí estamos en el plano de los condicionantes microsociales. Vayamos a los macrosociales: ¿cuanta voracidad es necesaria para desarrollar procesos económicos y tecnológicos que requieran desgarrar la tierra en esas profundidades? ¿cuanta ambición de riqueza es necesaria para hurgar las entrañas del desierto con esa saña ? Mucha, no cabe duda. Por eso no hay que analizar lo sucedido como un accidente o una anomalía. Ya sabemos que el horror está en lo cotidiano y lo cotidiano, es la megaindustria minera que como otras, se considera "normal" y, en países como Chile, goza de gran prestigio social por ser la base de su economía.

Los ingenieros señalan, ufanos, que "las estadísticas indican que mientras mayor es el nivel de desarrollo de un país, más elevado es su consumo de cobre. Los países más industrializados, con una población promedio de 1.100 millones de habitantes, tienen un consumo de 10 a 15 kilos de cobre por persona al año. Los países en vías de desarrollo, en cambio, con una población de 4.900 millones de personas, consumen en torno a 2 kilos de cobre por habitante al año" (Codelco-Chile). Por eso hay que seguir arañando la tierra y producir cada vez más. Lo que no dicen es que este recurso, como muchos otros, tiene los días contados y que el impacto ecológico de su extracción es enorme.

La anomalía no es el accidente sino el gigantismo productivo, el avasallamiento de la naturaleza, la arrogancia del capital insaciable. Los treinta y tres mineros son víctimas de unos empresarios inescrupulosos, evidentemente, pero también de una lógica económica perversa que ha identificado desarrollo con gigantismo; bienestar con abundancia material de objetos banales y premeditamente obsolescentes. Uno de los principales usos del cobre son los aparatos telefónicos móviles, es decir, una de las basuras más contaminantes que existen en la actualidad, pensados para una corta vida en el uso y larga en los basureros.

La megaindustria extractiva del cobre, así como la de otros minerales, es inviable ecológicamente. No es imprescindible para el desarrollo humano; lo es para una forma concreta de crecimiento económico despilfarrador, contaminante y violento con la naturaleza. Es una actividad que debe ser excluida de cualquier diseño decrecentista.


30 de agosto de 2010

Velocidad

El capitalismo, cambia, se excede, se transgrede y se reinventa a sí mismo. El capitalismo siempre ha tenido a la velocidad y la cantidad como objetivo y condición de su existencia. Grandes cantidades de mercancías y grandes velocidades de producción y consumo dentro de un circuito infernal: hay que producir para consumir y hay que consumir para producir. La rueda loca del sinsentido que, sin embargo, es la condición del sentido de sus súbditos.

El capitalismo actual es digitalizado y aún más acelerado que los anteriores. Sustituyó al antiguo capitalismo industrial, pesado, ruidoso y, relativamente, lento con byts ligeros, silenciosos y veloces hasta el paroxismo. Todo es mecantilizable e integrable a grandes velocidades: sujetos, objetos y mensajes. Franco Berardi "Bifo" llama a ésto "semiocapitalismo"; "capitalismo recombinante y rizomático" sin centro, pero total y universal, que ha abolido las distinciones entre tiempo y espacio. Capitalismo de la seducción y de la guerra; armado de retórica y de misiles, es decir, la combinación perfecta.

Las diversas formas de capitalismo obedecen, sin embargo, a un único imperativo: el beneficio económico mediante la acumulación, es decir, mediante el crecimiento sin límites. Pensar el decrecimiento es pensar en otra velocidad y en otra producción. La imaginación de las formas posibles de post-capitalismo, tarea necesaria y mayor, requiere de la articulación de realismo y utopismo para desligar el tiempo social y el tiempo individual del tiempo de la producción y el consumo. Desligar el tiempo humano del tiempo de la máquina digitalizada, ubicua y voraz.

15 de agosto de 2010

Eterna juventud

¿Quién no quiere vivir más años o conseguir la eterna juventud?. Se preguntaba hace algún tiempo el periodista a propósito de las opiniones del biogerontólogo inglés Aubrey de Grey , quien está convencido de que podremos conseguir algún día aumentar la esperanza de vida si se aumenta la inversión en el desarrollo de técnicas biomédicas, aprovechando el conocimiento científico ya existente. Este exótico y barbado científico, presidente y responsable de la Methuselah Foundation (Fundación Matusalén), una organización contra el envejecimiento, y anteriormente científico de la Universidad de Cambridge " trabaja en el desarrollo de estrategias de bioingeniería para reparar la senescencia, es decir, hacer posible la reparación de tejidos dañados para rejuvenecer el cuerpo humano y, al mismo tiempo, aumentar considerablemente la longevidad"

El envejecimiento forma parte del ciclo de la vida y de la muerte. La finitud es el sino de todo lo viviente. Es, al mismo tiempo, una tragedia y una bendición: para que la vida resurja tiene que precederla la muerte. Aquí está la paradoja: la vida necesita morir. De Grey quiere vencer la resistencia de la vida humana a prolongarse. Sabemos que hasta ahora todos los esfuerzos científicos por extender la vida de los seres humanos han fracasado. Se ha logrado aumentar significativamente la esperanza media de vida de las poblaciones humanas pero no la vida humana en términos abosolutos. Aquí vienen entonces De Grey y otros a decirnos que, bioingeniería mediante, esto es posible. El envejecimiento para él es un proceso degenerativo, una desviación, un error que puede y debe ser reparado. Para ello se requieren, por supuesto, fondos, inversiones, recursos humanos y técnicos para que unas minorías puedan extender su vida. La inmoralidad de este proyecto es evidente cuando la esperanza de vida de una parte importante de la población mundial ni siquiera alcanza la esperanza de vida actual que se quiere aumentar en los paises centrales.

Por otra parte, frente a la pregunta sobre la eterna juventud, debemos responder taxativamente: ¡no! No tenemos interés en prolongar nuestra vida individual más allá de lo que hasta ahora nuestra biología ha permitido. Ni creemos que otros tengan el derecho a hacerlo, porque es un objetivo alcanzable, por su alto coste, sólo por minorías. Debemos aceptar el ciclo de la vida y de la muerte y, al mismo tiempo, mejorar las condiciones de vida y muerte de las mayorías. Re-dignificar la vejez, oponerse a la violencia médica cuando quiere prolongar la vida biológica desligada de la vida social y existencial; favorecer que muchas personas puedan tener una vida digna dentro de los actuales temporalidades vitales de la especie. Y, por supuesto, defender el derecho a finalizarla voluntariamente cuando las condiciones biológicas, sociales y exstenciales no satisfagan las expectativas de los individuos. Esto, en nuestra opinión, debería formar parte de la ética decrecentista, benevolente y respetuosa de la naturaleza y sus ciclos.

11 de agosto de 2010

Caracoles y prudencia

El caracol ha sido utilizado por los decrecentistas como símbolo de una sociedad posible porque es un ser viviente cuyos ritmos y maneras de desarrollo muestran una sensatez y una prudencia ejemplares. Iván Illich. en la "Lógica del caracol" afirma que "el caracol construye la delicada arquitectura de su concha añadiendo una tras otra las espiras cada vez más amplias; después cesa bruscamente y comienza a enroscarse esta vez en decrecimiento, ya que una sola espira más daría a la concha una dimensión 16 veces más grande, lo que en lugar de contribuir al bienestar del animal, lo sobrecargaría. Y desde entonces, cualquier aumento de su productividad serviría sólo para paliar las dificultades creadas por esta ampliación de la concha, fuera de los límites fijados por su finalidad. Pasado el punto límite de la ampliación de las espiras, los problemas del sobrecrecimiento se multiplican en progresión geométrica, mientras que la capacidad biológica del caracol sólo puede, en el mejor de los casos, seguir una progresión aritmética"

El decrecimiento, es una racionalidad distinta, no un ejemplo de pasividad. Es una cuestión de límites y de sensatez. No es posible un crecimiento económico infinito en un contexto de finitud, afirmamos. Ni es razonable destinar esfuerzos sociales a paliar los efectos negativos de ese crecimiento. Por ello, por ejemplo, es absurdo plantear políticas de reciclaje de basuras como solución a la sobreproducción de desechos. El mejor desecho es el que no se produce. La anticipación es una virtud social posible y deseable; se trata de administrar el riesgo y actuar de acuerdo al principio de precaución. La sabiduría de la naturaleza, expresada en el comportamiento del caracol, que detiene su crecimiento justo antes de que se convierta en catástrofe es un referente para nuestro debilitado sentido común.


3 de agosto de 2010

Violencia racista


El racismo, enfermedad de la razón y del alma, avanza a paso lento pero seguro en este país que es el resultado de miles de años de confluencia y mezcla de razas. Se infiltra en la cotidianeidad de las calles y de las mentes. Se hace ordinario, vulgar y vociferante en los ritos de las pandillas ociosas de las periferias urbanas y un poco más sofisticado, sólo un poco, en las peroratas de los tertulianos fascistoides y cínicos que han inundado los medios de comunicación. El huevo de la serpiente deja traslucir a la bestia babeando sus odios analfabetos.

El Departamento de Estado de EE UU advierte a los turistas de su país que "prejuicios racistas pueden contribuir al arresto de los afroamericanos que viajen a España". Hace tres años un ciudadano congoleño queda tetrapléjico después de que un descerebrado racista le diera un brutal golpe por la espalda. "el 10 de febrero de 2007 sobre las 10.30 horas coincidieron a la salida del Bar de copas 'Comandachina', en la calle Río Tajuña de Alcalá de Henares, Roberto Alonso y Miwa Buene Monake. Roberto, quien habitualmente no fuma, se dirigió a Miwa pidiéndole tabaco y fuego, diciéndole éste que no tenía ni tabaco ni fuego, a lo que Roberto, ya con gran agresividad, sin causa aparente alguna, le dijo "que era un hijo de puta por no tener tabaco ni fuego". Miwa le contestó diciéndole: "pues ya somos dos, los hijos de puta, pues tu tampoco tienes ni tabaco ni fuego".

Según la sentencia, la respuesta tranquila y sagaz de Miwa irritó extraordinariamente a Roberto, quien con grandes voces y agresividad siguió insultándole: "puto negro, puto mono, tu sitio no está en este país". "Tu sitio es el jardín zoológico con tus compañeros. Arriba España, viva España". Acto seguido, Roberto, con la mano abierta y en el momento en el que Miwa comenzaba a girarse para apartarse, le propinó un brutal golpe en la zona inferior del lado izquierdo de la cara y comienzo del cuello, que le fracturó de inmediato las vértebras C4, C5 y C6 lo que provocó que la víctima cayera desplomado al suelo" El resultado es una persona inmovilizada de por vida. La condena a diez años de cárcel al agresor no repara el daño hecho pero permite reunir fuerzas a los agredidos para seguir viviendo la vida truncada que les dejó el odio de los miserables.

Ver informe Raxen

31 de julio de 2010

Fetiches

"¡¡¡¡Guauuuuu!!!!!" Fue el chillido que pegó Guillermo Martín, de 23 años, al salir de la única tienda que anoche empezó a vender en España el iPhone 4. Eso le costó 200 euros y esperar ocho horas delante de una tienda de la calle de Goya (distrito de Salamanca) (...) Afuera esperan unas 150 personas ansiosas por hacerse con el nuevo teléfono móvil y estrenarlo".

La subordinación individual y colectiva al poder tecnológico alcanza cotas sublimes. Un aparatito telefónico sofisticado en su concepción y producción, pero banal en sus usos, llena los titulares de los medios de comunicación y empuja a miles de individuos a hacer colas de madrugada frente a las tiendas para tener la primicia. El fan de la tecnología, sujeto fetichista, busca para paliar su subordinación cotidiana, un poder definitivo en un artilugio o amuleto condenado a la obsolescencia casi inmediata. El fan cree comprar libertad y poder y lo que obtiene a cambio de su devoción es control exterior renovado cada vez que aparece una nueva versión de su juguete.

La alianza entre los fabricantes y consumidores llega a la perfección en una marca como Apple: un ligero toque de progresismo combinado con una tecnología de ajuste fino y una estética siempre de vanguardia seduce en oleadas sucesivas desde hace décadas a generaciones y generaciones de consumidores. El deseo transformado en tecnología y viceversa; la perfección del mercado y el triunfo de las tecnologías, a la vez excesivas y triviales, en un mundo desquiciado.

24 de julio de 2010

Citas (9)

"...no sabemos qué ocurre en este momento con la mayor parte de los seres vivientes porque ni siquiera los conocemos. La humanidad no necesita una base en la Luna ni un viaje tripulado a Marte: tiene desesperada necesidad de una expedición al planeta Tierra, del que se conocen probablemente menos del 10% de las formas de vida existentes, entre las cuales menos del 1% ha sido estudiado con cierto detenimiento, de modo que sólo contamos al respecto con sencillas descripciones anatómicas y algunas notas de historia natural"

"Nuestra ignorancia sobre la biodiversidad es tan grande que estamos perdiéndola aún antes de saber que existe" Edward O. Wilson.

Las miradas de la ciencia y la tecnología y con ellas las miradas de todos, son selectivas. Sus caminos son el resultado de opciones ante bifurcaciones posibles. No hay neutralidad sino decisiones condicionadas por los intereses en juego. Mirada y ceguera son parte de lo mismo. Nos hacen saber de cosas irrelevantes y nos ocultan las importantes. Desapareceremos en medio de una ignorancia arrogante.

18 de julio de 2010

Otra de mosquitos


La prensa lo señala como un "Crucial avance en la lucha contra la malaria: científicos en Estados Unidos lograron crear mosquitos inmunes a la malaria y, por lo tanto, incapaces de contagiar al ser humano"(...) Los científicos lograron alterar genéticamente al insecto para hacerlo totalmente inmune al parásito Plasmodium, lo cual lo incapacita para actuar como vector de la enfermedad y transmitirla al ser humano".

Pero sabemos que en los últimos años gobiernos de países africanos y organizaciones no gubernamentales, entre ellas la Cruz Roja y la Media Luna Roja internacionales, han logrado desarrollar una eficaz, aunque limitada por falta de fondos, estrategia preventiva de la malaria mediante el uso de mosquiteros que protegen, principalmente a los niños, durante las horas de sueño.

Tenemos, entonces, dos maneras de afrontar un mismo problema: la primera, la solución tecnocientífica, desarrollada desde el saber biotecnológico de los países centrales, supone una acción intensiva sobre una de las variables del fenómeno, es decir, sobre los mecanismos de transmisión biológicos de la enfermedad. Se realiza una intervención "dura" dejando de lado cualquier participación de los afectados y sin la consideración de los factores económicos, culturales, sociales y políticos de propagación de la malaria. Esta es una intervencíón de riesgo, como todas las que tienen que ver con la modificación genética de los seres vivos que, además, deja el control sobre la pandemia al arbitrio de poderes y saberes situados fuera del ámbito de intervención de los colectivos afectados. ¿Quién poseerá la patente de la modificación genética realizada?

La segunda es una intervención "blanda" sobre el conjunto "sociobiológico"enfermedad-pobreza. Estas acciones acompañadas de planes de educación y prevención con la participación de las propias comunidades, implican iniciativas "desde abajo" que crean una manera colectiva y horizontal de hacer frente a la enfermedad. Estas estrategias, no sin dificultades para su implantación, forman o pueden formar parte de la propia lucha contra la pobreza con la cual la malaria o paludismo está fuertemente correlacionada.

Siempre hay formas alternativas de enfrentar los problemas sociales y las decisiones que se toman dependen de los intereses de los actores. La estrategia de los mosquiteros probablemente no recibirá nunca el adjetivo de "crucial" en la lucha contra la enfermedad pero, silenciosamente, si recibe el apoyo que necesita, mostrará sus éxitos como innovación social para el bienestar de las mayorías.

13 de julio de 2010

Ruidos molestos


La capacidad de invención de los seres humanos es infinita y la estupidez también. Sobre la tecnología se proyectan sus grandezas y sus miserias. Un señor británico de apellido Stapleton ha inventado un aparato para auyentar a los jóvenes ruidosos y molestos.

“El mecanismo, llamado Mosquito (…) emite un sonido intermitente de alta frecuencia que, según él, pueden oír la mayoría de los jóvenes menores de 20 años y casi ningún mayor de 30. El sonido está pensado para irritar a los chicos, que tras varios minutos no pueden soportarlo y se van”.

“Hasta ahora, el Mosquito sólo se ha probado en un lugar, a la entrada del supermercado Spar de esta ciudad de Gales del Sur. Hoscos adolescentes se plantaban en la barandilla de la entrada, fumando, bebiendo, insultando a gritos a los clientes y efectuando periódicas incursiones destructivas al interior. “Lo menos que hacían era intimidar a los clientes”, comenta Robert Gough, propietario, junto con sus padres, del supermercado. “Lo más, entraban en la tienda a pelear, robar y asaltar al personal”.

Bien, la justificación del invento está clara y su eficacia comprobada. Ahora sólo falta que algún biotecnólogo explique genéticamente la diferente percepción de los ultrasonidos en la población humana, los catalogue por decibelios y alguien se ponga a fabricar aparatitos para ahuyentar a todo tipo de sujetos molestos: pobres, minorías raciales, sexuales, inmigrantes (os imaginais estos maravillosos dispositivos en las fronteras de Ceuta y Melilla con Marruecos?) grupos políticos radicales, decrecentistas etc. El sueño del pequeño fascista que todos llevamos dentro por fin se concreta en una tecnología de discriminación barata, limpia, “sostenible” y cuya fabricación contribuirá con unas décimas al PIB. ¡Maravilloso!

Artículo publicado originalmente en DecreceMadrid

4 de julio de 2010

Progreso, innovación y decrecimiento


Los discursos hegemónicos sobre la ciencia y la tecnología sitúan a estas prácticas sociales sobre el eje del progreso."A pesar de los constantes retrocesos y sus graves consecuencias, como guerras, dictaduras y catástrofes insuperables el Renacimiento y la Ilustración fueron sin duda etapas decisivas de la historia de la ciencia, del desarrollo de las civilizaciones y de la emancipación de la humanidad de sus ataduras naturales y sociales. Desde entonces, el desarrollo científico nos ha permitido tener una vida larga y grata" (Detlev Ganten, et al. Vida, naturaleza y ciencia).

Como señala Carl Amery (Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI?) refiriéndose en particular al nazismo, este discurso concibe a las catástrofes, políticas, económicas, medioambientales etc. como momentos particulares y anómalos dentro de una senda de avance y progreso evidente "a partir de la fórmula, hacia la luz a través de la noche". Lo nuevo siempre supera a lo antiguo; lo moderno a lo tradicional; la tecnología actual a la de hace diez años. "Siempre ha habido y habrá pequeñas crisis de confianza en relación a los adelantos técnicos. Estas crisis forman parte del progreso, igual que la ciencia y la técnica" (Ganten)

La objeción al crecimiento es también una objeción a la ideología del progreso y, en particular, a su vertiente tecnocientífica. Las evidencias muestran, en el largo plazo y en las dimensiones macrosociales, una tendencia de las sociedades productivistas hacia la autodestrución más que el avance hacia la luz. La alta racionalidad en sus procesos parciales esconde una alta irracionalidad sistémica. Y el papel de la tecnociencia aliada con la industria ha sido hasta ahora central. Evidentemente no compartimos la opinión de que "hay motivos más que sobrados para mirar hacia el futuro con optimismo” (ibid.). Creemos más bien que el futuro es un bien escaso y que por este motivo hay que cuidar el presente para aumentar las posibilidades de que no todo termine en desastre.

Los decrecentistas no negamos el potencial positivo de la ciencia y la tecnología. Por el contrario, creemos que este puede ampliarse incluso aún más saliendo de su modelo piramidal y elitista. Creemos que hay un desperdicio de talento y creatividad social que no encuentra vías de expresión en los cauces dominantes. Imaginamos una innovación tecnocientífica basada en la sociodiversidad, horizontal, ampliada y distribuida. Una innovación que sea iniciativa de sujetos sociales hasta ahora ausentes y excluidos, distintos a los mercantiles y militares. Una innovación distanciada de los imperativos del consumo, de la velocidad y de la obsolescencia programada. Al igual que otras iniciativas de cambio, el decrecentismo apuesta por “revelar la diversidad y multiplicidad de las prácticas sociales y hacerlas creíbles por contraposición a la credibilidad exclusivista de las prácticas hegemónicas” (Boaventura de Sousa Santos).

Un programa de transformaciones decrecentistas debería apostar por un modelo de ciencia y tecnología “descalza” vinculada a las comunidades y a sus necesidades. Frente a las ciencias y tecnologías estúpidas y banales, afortunadamente están las tecnologías verdaderamente importantes para el bienestar común. Tecnologías humildes como un horno solar o un “biodigestor” casero ofrecen mucho más valor social y esperanza de convivencia que la sofisticación obsolescente de las tecnologías triviales.

Sacar a la tecnología y a la ciencia de la lógica de la acumulación y de la lógica de la guerra constituye un programa decrecentista máximo. Crear iniciativas de conexión y encuentro de experiencias actuales fuera de estas lógicas y estimular la emergencia de nuevas prácticas es una excelente política en el corto plazo. La función traductora y catalizadora de experiencias sociales dispersas que debe asumir el movimiento decrecentista encuentra en la ciencia y las tecnologías plebeyas un terreno fértil para ponerse a prueba.

Artículo publicado originalmente en Decrecimiento.info

29 de junio de 2010

Biotecnología, genes y decrecimiento

Dice el biólogo Edward O. Wilson en su texto "La creación":"Más allá de la curación de enfermedades hereditarias como la esclerosis múltiple y la anemia falciforme mediante la sustitución de genes, la modificación del genoma humano sólo entraña riesgos: es mucho más seguro operar sobre la naturaleza humana tal como es, modificando las instituciones sociales para conseguir una adaptación mejor a nuestras condiciones de genéticas. Jugar con algo que llevó millones de años de pruebas y errores es peligroso".

La manipulación genética, como proyecto, goza de amplia popularidad y cuenta con el beneplácito de la clase tecnocientífica y de la opinión pública. Algunos la describen como expresión del paso de la biología del fenotipo a la biología del genotipo. De lo visible a lo invisible; del síntoma al código. Encapsulada como "biotecnología" promete la solución a grandes males y ha ingresado directamente en la economía como paradigma de innovación (i+d+i). La biotecnología se ha convertido en una industria y en la industria cabe de todo mientras genere beneficios.

La manipulación del genoma vegetal ha dado lugar a la industria de los alimentos transgénicos. Recubierta con el discurso de la innovación, esta industria violenta a la naturaleza desplazando y exluyendo formas sociales y organizativas de cultivo que no requieren de la manipulación de lo invisible sino un simple respeto a la biodiversidad y a las formas ancestrales del buen hacer campesino.

Por su parte, la manipulación del genoma humano puede dar lugar a todo tipo de perversiones a partir de los intereses de los laboratorios industrializados. "La evolución de la vida ya no es un fenómeno natural", dice Craig Venter creador de una posible bacteria "artificial" y a continuación agrega que "El árbol de la vida tiene a partir de ahora unas ramas sintéticas". Con arrogancia de biotecnólogo y empresario exitoso, la peor combinación posible para la naturaleza y las sociedades humanas, Venter decreta el fin de millones de años evolución y viaja a España en el marco de su actual proyecto: catalogar la variedad microbiana del Mediterráneo. Es decir, codificar la biodiversidad con el fin de transformarlas en mercancías. Todo el esfuerzo de la biotecnología puede resumirse asi: develar los códigos de los seres vivos de la naturaleza ya sea para intervenirlos o realizar simulaciones informacionales de ellos con el objetivo de diseñar productos patentables y vendibles.

Desde una perspectiva decrecentista, el problema no está tanto en las tecnologías sino en su uso social y en los mecanismos de satisfacción de necesidades de las mayorías. La empresa de Venter ha firmado un contrato con la petrolera Exxon para diseñar un alga unicelular que convierta en combustible la luz solar y el CO2 atmosférico y tiene otros proyectos cono sintetizar microrganismos descontaminadores. El objetivo está claro: comenzar a elaborar sustitutos del petroleo dentro de una lógica de mantenimiento de los mismos modelos de desarrollo contaminante y despilfarrador.

Existen muchas posibilidades sociales, inexploradas o despreciadas, de vínculo con la naturaleza animal, humana y vegetal antes de jugar interesadamente con el legado de la evolución. Eso creemos los decrecentistas.

19 de junio de 2010

Citas (8)


"El trabajo contra la angustia vital y los manejos del miedo es un trabajo contra quienes los causan, en su mayoría muy identificables, y busca en el mundo mismo lo que sirve de ayuda al mundo: algo que es susceptible de ser encontrado. ¡Con qué abundancia se soñó en todo tiempo, se soñó con una vida mejor que fuera posible! La vida de todos los hombres se halla cruzada por sueños soñados despierto; una parte de dichos sueños es simplemente un fuga banal, también enervante, también presa para impostores; pero otra parte incita, no permite la renuncia. Esta otra parte tiene en su núcleo la esperanza y es transmisible. Puede ser extraída del desvaído soñar despierto y de su taimado abuso, es activable sin vislumbres engañosos".


Ernst Bloch. "El principio esperanza"

16 de junio de 2010

Arrogancia y dinosaurios


"Cuando parece que hasta las más altas torres ya se han caído algunos siguen creyendo que el espectáculo debe continuar. Es el caso de Mohamed Alabbar, presidente de la innobilaria árabe Emaar y socio de Giorgio Armani en su última aventura: los hoteles de lujo: En Dubai, en la base del edificio más alto del mundo [Burj Khalifa]. Alabbar y Armani presentaron en abril su primer establecimiento a 48 periodistas internacionales invitados por ellos".

El hotel en cuestión es un monumento al despilfarro en la ciudad que lo es por antonomasia: Dubai. Habitaciones para la lujuria de unos privilegiados a precios de privilegiados. La más batarata, a 830 euros la noche y la más cara, la suite Dubai, por 8.300 euros. Dubai es una ciudad construida por ricos para ricos. Pretende convertirse y, en parte ya lo es, en la referencia comercial y financiera del mundo. Para ello, no escatima gastos y esconde los enormes daños medioambientales de su locura. La ciudad, un simulacro urbanístico grotesco, se construye en un desierto y requiere de enormes esfuerzos energéticos para su mantenimiento. No posee nada que permita sostener su forma de vida, salvo el dinero para comprar todo lo que no tiene. Es, además, un ejemplo patético de tecnología al servicio de la banalidad y el kistch arquitectónico: han construido islas artificiales con forma de palmera...

En alguna parte leí que si a los dinosaurios les hubieran preguntado si creían que su dominio sobre la tierra alguna vez terminaría, habrían contestado con una sonora carcajada. Tan seguros estaban de su permanecia y poder. Los actuales dinosaurios petroleros y sus bufones cortesanos también. "Las crisis van y vienen, pero estos proyectos están hechos para durar siglos" afirmaba el socio del diseñador.

El poder siempre sueña con su permanencia, siglos para algunos, milenos para otros. Afortunadamente, la historia es implacable con la arrogancia: la tapa con la arena del desierto y la vuelve objeto de la arqueología.

13 de junio de 2010

Abundancia y miseria

"La inmensa mayoría de los israelíes que han alcanzado tan altos niveles de vida como los de los países más avanzados, no sospechan siquiera que, a muy poca distancia de sus higiénicas viviendas, lindos jardines, fértiles tierras e industrias de alta tecnología malvive una sociedad miserable condenada-si no cambian antes las cosas- a su desaparición". Esto lo dice Mario Vargas Llosa. No tenemos particular aprecio por las ideas de este escritor cuyo proyecto político está instalado en las antípodas del nuestro. Pero esto que ha escrito recientemente nos parece certero y razonable. Aún más, esta descripción de la sociedad israelí nos parece una imagen generalizable a cualquier sociedad de las llamadas "de la abundancia". Vargas LLosa no ha realizado este análisis; al parecer su fe liberal se lo impide. Pero, toda sociedad donde se han "alcanzado tan altos niveles de vida" esconde un reverso de dominación, miseria y destrucción mediambiental, ya sea dentro o fuera de sus fronteras. La riqueza en un mundo finito es un juego de suma cero. Lo que tienen en abundancia unos es una resta a los otros. Sean o no visibles, para quien quiere ver, en todo caso, todo es visible, las cloacas existen y huele mal.

El bienestar material alcanzado en la parte hegemónica de Israel se debe, además del aporte magnánimo de EEUU, a un modelo de desarrollo basado fuertemente en la industria militar y un proyecto de construcción nacional de base religiosa y excluyente asentado en gran parte en la explotación de la fuerza de trabajo palestina. Pero ese mismo mecanismo se reproduce en la sociedad mundial. La exclusión de las mayorias para el beneficio de las minorías. No decimos nada nuevo, evidentemente; repetimos los argumentos que sostienen a cualquier idea de emancipación social y de reparto de riqueza. Los decrecentistas incorporamos como argumento central la cuestión de los límites de la biósfera y las consecuencias que para el medio ambiente tiene el modelo de abundancia que adjetivamos como despilfarrador. La imagen de una sociedad rica asentada sobre la miseria y la destruccción de otros corresponde exactamente a la de la sociedad mundial y su modelo de desarrollo. Y aquí también, "si no cambian antes las cosas", estamos condenados a la desaparición. El drecentismo es un esfuerzo por cambiar las cosas antes del desastre posible.

6 de junio de 2010

Cloacas de la tecnociencia


Boris Patho, 97 años, esloveno prisonero de los nazis y autor del libro "Necrópolis" donde relata su paso por los campos de trabajo, afirma que en los de Dora y los Vosgos "se hacían misiles. Tenían presos a ingenieros rusos trabajando en sótanos excavados en la montaña. Los prisioneros hacían sabotajes muy a menudo, y cuando los cohetes fallaban y no llegaban a su destino, Wernher von Braun, el célebre ingeniero de las SS, ordenaba una investigación y ahorcaban a todos los del departamento responsable del fallo. Von Braun era ese tipo que se hizo tan famoso porque después de la guerra los americanos lo llevaron a trabajar a la NASA. Se hizo toda una celebridad y le hicieron grandes honores porque el cohete que llevó al hombre a la Luna lo hizo él. Es decir, el Saturno IV se hizo aprovechando lo ensayado en los campos nazis con los misiles"

La gran empresa tecnológica y científica de este siglo esconde debajo de sus éxitos muchas inmundicias. La de Von Braun es una de ellas. Los norteamericanos lo convirtieron en héroe y le borraron su pasado en las SS, así como su papel en la creación de los cohetes que asolaron Londres al final de la guerra, a cambio de que dispusiera su saber tecnológico al servicio de la industria aeroespacial y militar de EEUU. Los soviéticos hicieron lo mismo con otro grupo de científicos alemanes.

La tecnociencia hegemónica aliada de un modo de producción arrogante, voraz y depredador ha contribuido a que este sea el siglo con más desastres humanos y medioambientales de todos. En los armarios de la tecnociencia se ocultan muchos cadáveres. La admiración bobalicona por la tecnociencia se asienta en una contabilidad humana y medioambiental falseada. La suma y resta de sus contribuciones al bienestar humano y al de las otras especies con las que compartimos hogar, deja bastante que desear. Si en el lado del "haber" están, por ejemplo, sus aportes en la curación de enfermedades y sus efectos en el alargamiento de la esperanza de vida media, su participación en la ampliación de la educación y en las condiciones alimenticias y de higiene de una parte, minoritaria, de la población, o su contribución a la extensión de "comodidades" etc. en el lado del "debe", la cosa de complica. La misma tecnociencia que cura produce componentes cancerígenos en los alimentos; aliada con la industria farmaceutica fabrica psicofármacos que contribuyen a la alienación vital; aliada con la industria petrolera produce contaminación en los mares y en el aire; aliada con la industria química produce fosfatos y gases de efecto invernadero; como biotecnología produce transgénicos y aliada con las industrias informáticas inventa formas sofisticadas de control social etc. No es oro todo lo que reluce y es importante reconocerlo para imaginar y diseñar nuevas formas decrecentistas de tecnociencia.

3 de junio de 2010

Sueños tecnológicos


Dice la prensa: "el futuro soldado estará equipado con conexión a través de internet, enlace inalámbrico con el pelotón, visores para poder actuar de día y de noche, sensores para poder informar del estado de salud del combatiente y un chaleco más ligero y resistente que ofrecerá más protección y seguridad. Aligerar el peso sin afectar a la seguridad de los combatientes es uno de los objetivos de este programa, que ha contado con un presupuesto de 26 millones de euros desde 2006"

Internet tuvo un orígen militar y un desarrollo civil. Se dice que, en plena Guerra Fría, un imperativo estratégico era preservar un sistema de comunicación dentro de EEUU a salvo de un ataque nuclear soviético. La solución consistía en la creación de una red tecnológica cuyas partes tuvieran autonomía entre si, es decir, que no dependieran de un núcleo central, fácilmente neutralizable. Esta sencilla idea, caló muy bien en la cultura californiana post-hippista, antiautoritaria y felicista y, en una amplia estructura académica, que asumieron la tarea de desarrollar tecnológica y culturalmente la idea de una red de redes. Los aportes europeos posteriores, como los de Tim Berners-Lee, con la WWW fueron cruciales para la consolidación de lo que hoy conocemos por Internet. En medio de este camino la empresa privada percibió el valor de esta sociotecnología y se lanzó en picado a aprovechar sus ventajas. En pocos años nació una economía basada en gran parte en los intercambios en la Red. Paralelamente la industria militar ha ido aprovechando el fuerte desarrollo civil de los programas y aplicaciones destinados a ésta. El círculo se cierra: idea militar, desarrollo civil, aprovechamiento empresarial, uso militar...

Para algunos, la vinculación de Internet a un traje militar es un sueño; para otros una pesadilla, o más bien la fagocitación del sueño libertario y comunitario por la pesadilla militarista. Pero la tecnología es una frágil hierba sometida a los vientos de las fuerzas sociales que la utilizan para sus proyectos e intereses. Por eso,se abre el importante debate acerca de la tecnología y su vinculación con los colectivos agrupados bajo la idea del decrecimiento. El movimiento decrecentista no puede soslayar la "cuestión tecnológica" pues es una dimensión inherente a cualquier sociedad imaginada. Pero se trata de refexionar desde los proyectos decrecentistas, sus valores y sus objetivos.

La pregunta es cómo utilizar las tecnologías en general y de Internet en particular desde una perspectiva decrecentista, pero también como crear desde la base tecnologías que sean decrecentistas en su concepción y diseño y que no reproduzcan la actual banalidad de las tecnologías "sostenibles" ¿Tecnologías convivenciales? ¿Tecnologías de la parsimonia? ¿Tecnologías de la traducción sociopolítica? ¿Tecnologías catalizadoras? ¿Tecnologías de la austeridad? El debate está abierto.

1 de junio de 2010

Hospital


Un breve paso por un hospital me ha tenido alejado de este blog. Nada grave pero molesto. Me ha servido, en todo caso, para conocer en vivo y en directo la extensión de la lógica productivista a los servicios de salud madrileños. Un hospital privado pero concertado con la administración autonómica sigue siendo un hospital privado. Esto quiere decir, que somos pacientes pero sobre todo somos clientes, es decir, nos acojen y sonrien con sonrisas de vendedoras de eletrodomésticos de El Corte Inglés, eso sí mucho más jóvenes. Todos son jóvenes, en toda la escala de las innumerables profesiones con las que uno se topa: recepcionistas, celadores, enfermeras, limpiadoras, médicos... y, ya se sabe: mientras más jóvenes, salarios más bajos.

Como en cualquier empresa, la pirámide la han achatado: desaparecen mandos medios y mantienen unos pocos jefes. El "paciente cliente" sólo dialoga con los subordinados y estos a, su vez, con indicadores de las "analíticas" que más o menos traducen a los pacientes. El jefe, invisible, "monitoriza" todo el proceso. Las tecnologías articulan los oficios y saberes y marcan los ritmos de producción.

La medicina se ha convertido en lectura de números dentro de un sistema productor de números. Eficaz, no cabe duda, lo de la eficiencia es más discutible. El orden médico se somete al orden de la producción y el consumo tecnologizado. Y, como es obvio, mientras más tecnología menos trabajo humano y más sustituibilidad de los que quedan. Muchos pueden ser lectores de índices, así como muchos pueden ser lectores de interfaces de cualquier tipo. Un lector de índicadores vale menos que un médico en el sentido cabal del término pero puede realizar un trabajo más o menos equivalente, que es lo que importa a los dueños del hospital.

La fábrica fordista robó el saber obrero, lo fragmentó y lo convirtió en movimientos repetitivos en la cadena de montaje. Las tecnologías informáticas asociadas a tecnologías de todo tipo extraen y codifican el saber de productores, consumidores y... pacientes. Un enfermo, es un in fermo, es decir, alguien que no está firme, que tambalea y que no tiene el saber de su propio cuerpo: su saber no está firme. El del médico tampoco. El médico "clásico" interpretaba directamente los signos del cuerpo, el médico tecnologizado tiene que reurrir al saber de las máquinas. El médico tecnologizado también está in fermo. Las análíticas, pruebas, los TAC etc. son la verdád última del saber médico y pueden refutar groseramente lo que sus ojos han visto. Esto irá a más: la medicina y las ciencias biológicas se desplazan con celeridad desde el fenotipo al genotipo; desde la percepción y la empatía con el paciente a la lectura de sus códigos genéticos. La codificación unversal, sueño de los poderosos y pesadilla de los subordinados avanza sin parar. La genética nos dirá la fecha exacta en que nos moriremos de asco.

Aprovecharé los dias de reposo para imaginarme un hospital decrecentista.

18 de mayo de 2010

Equidad sin crecimiento

Entrevista en la radio a Alan García, presidente de Perú, sobre los acuerdo comerciales que ahora se firmarán entre la UE y el Mercosur. Entre otras obviedades, simplificaciones y alabanzas al libre comercio etc. afirma con total naturalidad que "antes" cuando los ricos se enriquecían sólo lo hacían ellos pero que "ahora" también lo hacen los pobres. Pone como ejemplo a su país donde, según él, "han dejado de ser pobres cerca de cinco millones de personas desde el año 2005 gracias al crecimiento económico". García expresa en retórica política populista burda lo que los economistas expresan en fórmulas y curvas econométricas sofisticadas, ambas falsas y maniqueas.

La famosa "teoría del derrame" o del "chorreo", es decir, la que afirma que las políticas de crecimiento deben preceder a las de distribución porque son la condicion de éstas, ha inundado los discursos y politicas económicas urbi et orbi en todo este período de hegemonía neoliberal. Teoría a la vez que falsa, inmoral. ¿Hasta dónde deben enriquecerse los ricos? ¿Quien pone los límites a su avidez? ¿Cuanto tiempo deben permanecer los pobres con la nariz pegada en el cristal de los escaparates del despilfarro?

Esta posición, supuestamente progresista, comprada y utilizada por derechas e izquierdas, estas últimas sin sonrojarse, durante más de veinte años, ha servido para postergar cualquier estrategia de reparto de riqueza, en particular en los países de América Latina. Todas las evidencias muestran que las transferencias de riqueza no se han producido en ninguno de los países de la región, incluyendo, por supuesto, el que se supone más existoso: Chile. El famoso "crecimiento con equidad" sólo ha conducido a limitadas políticas asistenciales diseñadas como contrapeso a la barbarie neoliberal, hija de la dictadura y no como un cambio del modelo de acumulación.

La religión del crecimiento, vendida a los subditos como promesa de consumo, como toda religión, es un opiaceo adormecedor cuando llama a tener fe en el reparto de los panes y los peces sin mediación de políticas explícitas de distribución. Entre otras cosas, la religión del crecimiento oculta el hecho de que la riqueza producida en un porcentaje importante no vuelve a la sociedad que la creó, ni siquiera a sus propios empresarios. Una parte muy importante se volatiza en los espacios financieros abstractos, etéreos y tendencialmente impredecibles. Aquí, el dinero se transforma en dinero sin pasar, necesariamente, por el mundo de la producción y cuando lo hace es para estimular las producciones excesivas, superfluas, riesgosas o dañinas desde el punto de vista medioambiental. La debilidad de los capitalismos nacionales frente al capital financiero globalizado nunca ha sido tan brutal.

Nuestra visión como decrecentistas es que las políticas de decrecimiento deben ir juntas con politicas de redistribución, tanto en los paises centrales como en los periféricos. Propugnamos una equidad sin crecimiento. El decrecimiento pone límites a la avidez del capital y, a la vez, expande la apropiación social del trabajo de todos. Apostamos por sociedades autoorganizadas, "desde abajo y a la izquierda", dentro de un proyecto de austeridad. No es cierto que en las sociedades perifericas no puedan aplicarse la exigencia decrecencista de la austeridad común. Con todas las diferencias del caso, en muchas de ellas existen importantes capas sociales con sobreconsumo, despilfarro y ecológicamente destructivas. Esos sectores, algunos de los cuales han incrementado groseramente en estas últimas décadas sus ingresos y beneficios, son candidatos preferentes para una limitación redistributiva.

16 de mayo de 2010

Podas salvajes


Todos los años, en primavera, los que apreciamos a los árboles en general y a los urbanos en particular, sufrimos y nos indignamos por las podas salvajes que las subcontratas del Ayuntamiento de Madrid infringen a nuestro patrimonio vegetal. Fuera de época, cuando ya los brotes comienzan a dar nueva forma a las ramas, sin diferenciar entre especies y modificando las configuraciones naturales de las copas, pequeños batallones de podadores, vociferantes, ruidosos y agresivos comienzan su tarea destructiva armados de sus infernales motosierras. El resultado son árboles sobrepodados, enjutos, heridos, debilitados y sin identidad, sometidos a la cirugía amputadora e ignorante de la máquina institucional.

La explicación de estas prácticas está clara. Se trata de cumplir con las exigencias cuantitativas de poda derivadas de los contratos entre esas empresas y el Ayuntamiento. Seguramente les pagan por ejemplares cortados, o por calles o por cualquier otro criterio económico ajeno a los tiempos y a las características de los árboles. Nuevamente, la máquina productivista arrasa con la diferencia y los matices, es decir, con lo vivo. Transforma las podas excepcionales en podas de mantenimiento anuales; las podas de cuidado en talas violentas, por supuesto "creando empleo".

Las podas salvajes son agresiones sistemáticas a la naturaleza, aunque sea la domesticada en las ciudades, y a las personas. Expresan una lógica uniformizadora y autoritaria que merece respuestas políticas.

Ver otras referencias a las podas salvajes y a los tipos y sentido de las podas en general.