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21 de febrero de 2012

Bombas, economía e innovación

La especie humana inventó el productivismo y sus dos grandes formas sociales de expresión en el último siglo: el capitalismo y el socialismo estatista. Ambos han fracasado como propuestas de bienestar humano; ambos se han sostenido por la dominación interna, la guerra  externa y el expolio y destrucción de la naturaleza. El socialismo estatista, aunque cuenta todavía con nostálgicos de sus rituales y de su épica, pasó con más penas que glorias por la historia de siglo veinte. El capitalismo que pareció triunfante lanza ahora zarpazos de ahogado. Pero su máquina productiva sigue funcionando, sigue generando ideas para la destrucción, sigue aprovechándose de la capacidad de innovación y  creatividad de la especie para sus fines egoístas. 

El gasto militar es una parte central de la economía del mundo: constituye un mercado. Mercado de bienes, materiales e inmateriales y mercado de trabajo. La industria de la guerra forma parte del PIB de las naciones y demandante de ideas, tiempo y recursos naturales. Cuando la economía tambalea la guerra aparece como una de las salidas posibles para hacer funcionar la maquinaria productivista. El Imperio busca lugares donde lanzar las bombas y la industria armamentística comienza a salivar. Ahora, al parecer, es el turno de Irán.

La imaginación peversa y belicista comienza a funcionar: se trata de pensar cómo destruir las instalaciones nucleares de ese país. Para ello se piensa en utilizar bombas con capacidad para penetrar hormigón armado de hasta diez metros de espesor. ¿Cuánta inteligencia, creatividad y trabajo han sido necesarios para fabricar tales artilugios de destrucción? ¿Cuanta energía colectiva ha sido puesta a disposición del horror? Y por el contrario: ¿qué otros lugares sociales han quedado vacíos de ideas, de energías creativas e innovación? La balanza social de la innovación es asimétrica.
 

30 de agosto de 2010

Velocidad

El capitalismo, cambia, se excede, se transgrede y se reinventa a sí mismo. El capitalismo siempre ha tenido a la velocidad y la cantidad como objetivo y condición de su existencia. Grandes cantidades de mercancías y grandes velocidades de producción y consumo dentro de un circuito infernal: hay que producir para consumir y hay que consumir para producir. La rueda loca del sinsentido que, sin embargo, es la condición del sentido de sus súbditos.

El capitalismo actual es digitalizado y aún más acelerado que los anteriores. Sustituyó al antiguo capitalismo industrial, pesado, ruidoso y, relativamente, lento con byts ligeros, silenciosos y veloces hasta el paroxismo. Todo es mecantilizable e integrable a grandes velocidades: sujetos, objetos y mensajes. Franco Berardi "Bifo" llama a ésto "semiocapitalismo"; "capitalismo recombinante y rizomático" sin centro, pero total y universal, que ha abolido las distinciones entre tiempo y espacio. Capitalismo de la seducción y de la guerra; armado de retórica y de misiles, es decir, la combinación perfecta.

Las diversas formas de capitalismo obedecen, sin embargo, a un único imperativo: el beneficio económico mediante la acumulación, es decir, mediante el crecimiento sin límites. Pensar el decrecimiento es pensar en otra velocidad y en otra producción. La imaginación de las formas posibles de post-capitalismo, tarea necesaria y mayor, requiere de la articulación de realismo y utopismo para desligar el tiempo social y el tiempo individual del tiempo de la producción y el consumo. Desligar el tiempo humano del tiempo de la máquina digitalizada, ubicua y voraz.