22 de abril de 2010

Racismo, barbarie y decrecimiento


La xenofobia y el racismo son formas de la barbarie. Un mundo en crisis, social y ecológica, acentuará estas conductas que siempre palpitan en las colectividades humanas. Hace ya tiempo que en Europa se debilitaron los controles sociales, culturales y políticos antidiscriminatorios. La veda ya se ha abierto y las expresiones directa y literalmente racistas y xenófobas campan a sus anchas en los discursos mediáticos y políticos. Italia es el paradigma de esta barbarie (aunque en España las cosas siguen el mismo camino). En el contexto de unas fuerzas progresistas debilitadas y una crisis económica sin fecha de caducidad el fascismo y el neofascismo han retomado en ese país la capacidad de seducir a las masas con sus enunciados simplones. "I governanti della paura", los gobernantes del miedo, como los llama Moni Ovadia (“Il governo e la legge dell’odio”, “L’Unità”, 14 novembre 2009 – http://www.unita.it/) se han sacado la mordaza y su discurso grosero, rebozante de impunidad, circula sin problemas degradando la convivencia de un país entero.

No cabe duda que tanto en italia como en el resto de Europa debe existir una toma de partido explícita y activa del movimiento decrecentista contra las discriminaciones racistas y xenófobas. Este no es un tema marginal para el decrecentismo: la apuesta por la convivencialidad y la solidaridad así lo exige.

21 de abril de 2010

Caos aéreo y programa decrecentista

La erupción de un volcán con nombre impronunciable a miles de kilómetros de distancia ha creado una crisis de importancia en la navegación aérea europea y con ella en la mundial. El sistema ha activado las conductas de precaución y ha provocado el colapso. Los daños y los costos serán enormes. Paul Virilo hace ya tiempo que advirtió del potencial de peligro del sistema tecnológico interconectado planetario, la excerbación de su velocidad y sus probables crisis catastróficas. Ya hemos visto sus manifestaciones en el caso financiero.

Un mundo inteconectado y centralizado como el actual tiene siempre el potencial de desastre. Nos han dicho que estamos en la fase de la "sociedad red" donde los nodos independientes actúan como fusibles evitando la extensión del daño. Pero eso es parcialmente cierto: existen nodos centrales con mayor poder que otros y, por lo tanto, sus vicisitudes tiene más impactos en los demás. Lo nodos aeroportuarios europeos son nodos centrales que han interferido en el sistema total de navegación y con ello en el sistema económico y sus subsistemas turísticos, de transporte, comercio etc. La situación ha puesto en evidencia la relevencia del transporte aéreo para el actual modelo de sociedad global y, al mismo tiempo, la fragilidad de su funcionamiento. Antes lo habían hecho los atentados del 11-S.

La limitación del transporte aéreo y sus abusos debe formar parte del programa decrecentista. La economía mundial se basa en grado importante en este tipo de medio que es un consumidor intenso de energía, altamente contaminante y que favorece los procesos de deslocalización productiva y las diferentes expresiones del colonialismo. La utopía decrecentista afirma la excepcionalidad de los viajes a larga distancia y apuesta por la utilización de otros medios más acordes con las exigencias medioambientales privilegiando los intercambios de corto recorrido que favorezcan el desarrollo de las sociedades, las economías y las culturas locales. El decrecentismo promueve un autentica sociedad red con nodos a la vez integrados e independientes dentro de una lógica de agrupar "lo común de lo diverso" en un espacio de austeridad y lentitud. No queremos ir de prisa a ninguna parte.

18 de abril de 2010

Siglo veinte cambalache

John R. McNeil, en su interesante libro "Algo nuevo bajo el sol" narra la historia medioambiental del mundo en el siglo veinte. Lo define como un período "ecológicamente convulso", un "siglo despilfarrador" que ha cambiado definitivamente la relación de la especie humana con la naturaleza. "La acción humana ha alterado biológica, química y físicamente la superficie de la Tierra". Sus indicadores más relevantes son: aumento exponencial de la producción y consumo de energía, de la población, de la acumulación, del consumo y de la contaminación.

Ha sido el siglo más dañino para para la biosfera, especialmente después del segunda guerra mundial. Los "gloriosos" treinta años que la siguieron desde el punto de vista económico son, al mismo tiempo, los más desastrosos desde el punto de vista medioambiental. Pocas evidencias hay más claras de la relación entre aumento del PIB y destrucción de la naturaleza. Por eso, algunos definen al PIB como un indicador de la catástrofe.

Este pequeño momento en la historia humana tendrá consecuencias impredecibles para el destino de la biosfera. En este siglo "problemático y febril" los actores económicos, políticos y tecnológicos desarrollaron sus contabilidades sobre la errada e interesada hipótesis de la abundancia y la infinitud del planeta. Y estos son los lodos que quedaron después de sus apuestas irresponsables.