13 de noviembre de 2009

Mercantilización, sobremercantilización y desmercantilización

Trataremos de explicar los, feos, palabros del título. El siglo diecinueve europeo entregó a la humanidad una innovación económica y cultural importante: la ampliación de la esfera del mercado atribuyéndole un rol central en la coordinación de las acciones sociales. Es decir, las "mercantilizó" y, por lo tanto, las entregó a las fuerzas de la oferta y la demanda. Aportó con ello diversidad y dinamismo a las rígidas estructuras económicas precedentes. Pero, su posterior evolución "sobremercantilizó" dichas acciones humanas: situó como referente absoluto al mercado y sometió a casi todos los ámbitos sociales a la lógica del valor de cambio. De este modo, tenemos, entre muchas otras, una cultura, una política, una economía y hasta un ecologismo mercantilizado. Un ecologismo se mercantiliza cuando, por ejemplo, acepta la idea de un mercado de contaminantes (los países ricos compran las "cuotas" de contaminación de los países pobres) o cuando confía a las fuerzas del mercado el desarrollo de energías renovables manteniendo el supuesto de las necesidades humanas ilimitadas.

El decrecentismo, por el contrario, es, en gran medida, una propuesta de "desmercantilización" de las relaciones sociales y de los vínculos de las sociedades con la naturaleza. Supone una apuesta por ampliar los espacios no sometidos a la disciplina del valor de cambio, es decir, una apuesta por la concreción, solidaria, de las relaciones sociales y orgánica con el medio ambiente, frente a la abstracción de los vínculos monetarios. En estos ámbitos, la inventiva decrecentista debe aportar ideas, sueños, pero, sobre todo, proyectos concretos que expresen una lucha contra la expansión ilimitada de la economía mercantil monetarizada.

8 de noviembre de 2009

Tecnologías de la parsimonia

El ministro de Fomento, José Blanco, anuncia que el tren de alta velocidad (AVE) llegará al aeropuerto de Barajas. Es decir, la oferta es velocidad más velocidad; inmediatez más inmediatez. Capitales, esfuerzo humano y tecnologías puestas al servicio del aceleramiento. Una sociedad montada sobre la urgencia y la inminencia. Los tiempos sociales hace tiempo que rompieron los de la naturaleza pero la presión por la velocidad se intensifica cada día más. No hay límites a la compulsión al movimiento acelerado. Todo debe ir más de prisa. ¿Para qué? ¿Qué es lo que nos espera al final del viaje? ¿Cuál es el premio a la premura?.

Aparentemente estas ofertas complacientes que hacen políticos y tecnócratas responden a las demandas sociales de más y más velocidad. Pero, Paul Virilo hace ya tiempo que señaló que tecnología y velocidad han sido unidas en una misma amalgama cultural y económica y que la velocidad es la más importante de las seducciones que realiza la tecnología. Juntas constituyen, bajo la amenaza de que parar significa morir, un factor de control social. "Controlar la tecnología, la velocidad del cambio, es controlar la sociedad, el espacio y la información".

Pero: ¿es todo esto ineluctable? ¿estamos condenados al vértigo de la velocidad? ¿o, por el contrario, es posible pensar y poner en funcionamiento otras tecnologías al servicio de los tiempos de la naturaleza? ¿al servicio de los tiempos comunitarios? ¿al servicio de los tiempos de la solidaridad?¿al servicio de los tiempos de los cuerpos y los sentimientos? ¿son posibles tecnologías de la lentitud, de la calma, incluso de la pachorra? ¿son posibles tecnologías de la parsimonia? La reflexión y la práctica decrecentista debe transitar por estos caminos ofreciendo propuestas para reconstruir el vínculo social sobre la base de otros tiempos distintos a los de la urgencia y la producción.