1 de junio de 2010

Hospital


Un breve paso por un hospital me ha tenido alejado de este blog. Nada grave pero molesto. Me ha servido, en todo caso, para conocer en vivo y en directo la extensión de la lógica productivista a los servicios de salud madrileños. Un hospital privado pero concertado con la administración autonómica sigue siendo un hospital privado. Esto quiere decir, que somos pacientes pero sobre todo somos clientes, es decir, nos acojen y sonrien con sonrisas de vendedoras de eletrodomésticos de El Corte Inglés, eso sí mucho más jóvenes. Todos son jóvenes, en toda la escala de las innumerables profesiones con las que uno se topa: recepcionistas, celadores, enfermeras, limpiadoras, médicos... y, ya se sabe: mientras más jóvenes, salarios más bajos.

Como en cualquier empresa, la pirámide la han achatado: desaparecen mandos medios y mantienen unos pocos jefes. El "paciente cliente" sólo dialoga con los subordinados y estos a, su vez, con indicadores de las "analíticas" que más o menos traducen a los pacientes. El jefe, invisible, "monitoriza" todo el proceso. Las tecnologías articulan los oficios y saberes y marcan los ritmos de producción.

La medicina se ha convertido en lectura de números dentro de un sistema productor de números. Eficaz, no cabe duda, lo de la eficiencia es más discutible. El orden médico se somete al orden de la producción y el consumo tecnologizado. Y, como es obvio, mientras más tecnología menos trabajo humano y más sustituibilidad de los que quedan. Muchos pueden ser lectores de índices, así como muchos pueden ser lectores de interfaces de cualquier tipo. Un lector de índicadores vale menos que un médico en el sentido cabal del término pero puede realizar un trabajo más o menos equivalente, que es lo que importa a los dueños del hospital.

La fábrica fordista robó el saber obrero, lo fragmentó y lo convirtió en movimientos repetitivos en la cadena de montaje. Las tecnologías informáticas asociadas a tecnologías de todo tipo extraen y codifican el saber de productores, consumidores y... pacientes. Un enfermo, es un in fermo, es decir, alguien que no está firme, que tambalea y que no tiene el saber de su propio cuerpo: su saber no está firme. El del médico tampoco. El médico "clásico" interpretaba directamente los signos del cuerpo, el médico tecnologizado tiene que reurrir al saber de las máquinas. El médico tecnologizado también está in fermo. Las análíticas, pruebas, los TAC etc. son la verdád última del saber médico y pueden refutar groseramente lo que sus ojos han visto. Esto irá a más: la medicina y las ciencias biológicas se desplazan con celeridad desde el fenotipo al genotipo; desde la percepción y la empatía con el paciente a la lectura de sus códigos genéticos. La codificación unversal, sueño de los poderosos y pesadilla de los subordinados avanza sin parar. La genética nos dirá la fecha exacta en que nos moriremos de asco.

Aprovecharé los dias de reposo para imaginarme un hospital decrecentista.

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