29 de junio de 2010

Biotecnología, genes y decrecimiento

Dice el biólogo Edward O. Wilson en su texto "La creación":"Más allá de la curación de enfermedades hereditarias como la esclerosis múltiple y la anemia falciforme mediante la sustitución de genes, la modificación del genoma humano sólo entraña riesgos: es mucho más seguro operar sobre la naturaleza humana tal como es, modificando las instituciones sociales para conseguir una adaptación mejor a nuestras condiciones de genéticas. Jugar con algo que llevó millones de años de pruebas y errores es peligroso".

La manipulación genética, como proyecto, goza de amplia popularidad y cuenta con el beneplácito de la clase tecnocientífica y de la opinión pública. Algunos la describen como expresión del paso de la biología del fenotipo a la biología del genotipo. De lo visible a lo invisible; del síntoma al código. Encapsulada como "biotecnología" promete la solución a grandes males y ha ingresado directamente en la economía como paradigma de innovación (i+d+i). La biotecnología se ha convertido en una industria y en la industria cabe de todo mientras genere beneficios.

La manipulación del genoma vegetal ha dado lugar a la industria de los alimentos transgénicos. Recubierta con el discurso de la innovación, esta industria violenta a la naturaleza desplazando y exluyendo formas sociales y organizativas de cultivo que no requieren de la manipulación de lo invisible sino un simple respeto a la biodiversidad y a las formas ancestrales del buen hacer campesino.

Por su parte, la manipulación del genoma humano puede dar lugar a todo tipo de perversiones a partir de los intereses de los laboratorios industrializados. "La evolución de la vida ya no es un fenómeno natural", dice Craig Venter creador de una posible bacteria "artificial" y a continuación agrega que "El árbol de la vida tiene a partir de ahora unas ramas sintéticas". Con arrogancia de biotecnólogo y empresario exitoso, la peor combinación posible para la naturaleza y las sociedades humanas, Venter decreta el fin de millones de años evolución y viaja a España en el marco de su actual proyecto: catalogar la variedad microbiana del Mediterráneo. Es decir, codificar la biodiversidad con el fin de transformarlas en mercancías. Todo el esfuerzo de la biotecnología puede resumirse asi: develar los códigos de los seres vivos de la naturaleza ya sea para intervenirlos o realizar simulaciones informacionales de ellos con el objetivo de diseñar productos patentables y vendibles.

Desde una perspectiva decrecentista, el problema no está tanto en las tecnologías sino en su uso social y en los mecanismos de satisfacción de necesidades de las mayorías. La empresa de Venter ha firmado un contrato con la petrolera Exxon para diseñar un alga unicelular que convierta en combustible la luz solar y el CO2 atmosférico y tiene otros proyectos cono sintetizar microrganismos descontaminadores. El objetivo está claro: comenzar a elaborar sustitutos del petroleo dentro de una lógica de mantenimiento de los mismos modelos de desarrollo contaminante y despilfarrador.

Existen muchas posibilidades sociales, inexploradas o despreciadas, de vínculo con la naturaleza animal, humana y vegetal antes de jugar interesadamente con el legado de la evolución. Eso creemos los decrecentistas.

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