4 de octubre de 2009

Metáforas

Las metáforas del mundo físico o biológico aplicadas a la sociedad tienden a ser excesivamente simplificadoras y, muchas veces, tienen efectos nefastos para la comprensión de su funcionamiento concreto. Ejemplos conocidos son las viejas metáforas de la sociedad como organismo o como máquina, tan caras a la sociología decimonónica. Pero, a veces, con las debidas precauciones, algunas imágenes, circunstancias o procesos extrasociales son buenos símiles que aportan claridad a nuestras afirmaciones.

Traigamos una a propósito del decrecimiento. Una metáfora cinética diría que se trata de “dejar de acelerar” para evitar que la maquina del productivismo siga su camino hacia el desastre. Si se deja de acelerar la máquina terminaría, tarde o temprano, por detenerse. Pero también podemos entender el decrecimiento como una “frenada”. Es decir, como un comportamiento colectivo que implica energía y propósito, destinados a apaciguar la voluntad productivista. En este sentido, es mejor entender al decrecimiento como un transformador de energía social y no como indolencia y pasividad. La energía que se destinaba a alimentar las fauces del aparato termo-industrial se destina ahora a pensar y a construir alternativas con la vista puesta en el bienestar de las mayorías, dentro del respeto de las leyes de la biosfera.

Ahora bien y siguiendo con el símil cinético: toda frenada implica fricción que se pierde como calor. Sin embargo, también es posible recuperar y reutilizar la energía de la frenada. “Durante la frenada, se activa el alternador que hace un uso eficiente de la potencia del motor para cargar la batería, en lugar de dejar que se disipe en forma de calor.” Pero hasta aquí las comparaciones: el objetivo de la detención propuesta por el decrecimiento no es recuperar energía para otra vez usarla en la aceleración, sino para la mejorar la propia frenada; la fricción social y política de la innovación decrecentista se reciclan como imaginación utópica.

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