31 de marzo de 2012

Un tipo sensato

La sensatez es amiga del buen juicio y del sentido común. En general, los decrecentistas queremos decir, y creemos que decimos,  cosas sensatas aunque algunas de ellas sean paradójicas. Pensamos que hablamos una prosa sensata. Decrecer es paradójico pero sensato, o al revés.  Afirmar con rotundidad  que es imposible un crecimiento económico infinito en una biosfera finita es sensato. Ser objetores del crecimiento es una posición ética y política sensata, o eso creemos.

Paul Ariés, decrecentista,  tal como lo vemos en los vídeos, parece un tipo un poco excéntrico, vehemente y enfático, es decir, francés. Pero dice cosas sensatas, es decir, de sentido común, es decir extrañas para muchos, en fin. Veamos algunas de sus sensateces.

“El decrecimiento es una palabra  obús que sirve para decir que la solución no está en el siempre más; en el siempre más producción, más consumo.

“Hemos alcanzado los límites del planeta”

“Hoy es necesario conectar con otra manera de vivir. Otro estilo de vida social y ecológicamente responsable”

“El decrecimiento no es el decrecimiento de todo para todos. El decrecimiento debe ser necesariamente equitativo y selectivo. Los primeros que tienen mucho que ganar con el decrecimiento son los más pobres”

“Yo diría que el decrecimiento es el retorno de los que comparten y para nosotros el primero de los decrecimientos debe ser el de las desigualdades sociales”

“La gratuidad la llevamos en el corazón, es el recuerdo del paraíso perdido, del seno materno, de relaciones de amor o amistad, pero también engloba los servicios públicos y los bienes comunes”

“La gran lucha del siglo XXI no será por el poder adquisitivo sino por defender y extender  la esfera de la gratuidad”

“(Pero no la gratuidad de todo) organicemos la gratuidad del buen uso, junto al encarecimiento, incluso prohibición del mal uso. ¿Porqué pagar al mismo precio el agua para limpiar  que el agua para llenar una piscina privada? Y esta lógica vale para la energía, para los desplazamientos..."

“La crisis medioambiental hace inaplazable la gran cuestión histórica que es la cuestión del reparto. Y es es el motivo por el cual el discurso del decrecimiento no es un discurso para “llamar a la responsabilidad” y menos un discurso de culpabilización. El objetivo es suscitar el deseo, promover en la gente ganas de cambiar y eso requiere demostrar que vivir de otra forma es posible y requiere  descolonizar nuestro imaginario”

“Einstein decía que cuando uno tiene la cabeza en forma de martillo ve todos los problemas en forma de clavo. Mientras tengamos la cabeza formateada por los economistas, sean de izquierdas o de derechas, siempre buscaremos la solución al conjunto de los problemas en el “siempre más”. Esto nos llevará hacia el muro, en el plano social, en el plano medioambiental, en el plano humano”

“Nuestra sociedad se ha zambullido totalmente en la desmesura. Hemos  perdido la capacidad de ponernos límites. Cuando un individuo es incapaz de ponerse límites los buscará en lo real: en el desarrollo de conductas de riesgo, en las toxicomanías, en el suicidio. Y cuando una sociedad como la nuestra es incapaz de ponerse límites también va a buscarlos en lo real: en el calentamiento global, en el agotamiento de los recursos, en la explotación obscena de las desigualdades sociales"
 
"Por lo tanto, la gran cuestión del siglo XXI  es reconectar con la capacidad de ponerse límites y para eso hay que olvidarse del economicismo, de esa idea de que “más” significará necesariamente “mejor”. Dejar el economicismo para reconectar con la cultura, porque la cultura es lo que nos inmuniza contra los fantasmas más arcaicos: el culto a la omnipotencia, la idea de un mundo sin límites. Y después reconectar de nuevo con la política, porque la política es antes que nada la definición de la ley, lo que nos lleva  la pregunta por el propósito de la ley. ¿Es una ley hecha en interés de la mayoría o de una pequeña minoría? Creo que el desarrollo actual del movimiento por el decrecimiento es una señal de recomposición política que se está desplegando a escala internacional. El decrecimiento no es un asunto francés, el decrecimiento existe en América  Latina, América del Sur, existe en África y Asia. No necesariamente con la misma palabra pero sí con la misma esperanza. Cuando los indígenas hablan de “buen vivir”, cuando los africanos hablan de una vida buena. Al fin y al cabo esta misma búsqueda de un nuevo vocabulario para construir una emancipación. Una emancipación que sea beneficiosa, obviamente, para la mayoría de los humanos"

"Algo que tal vez caracteriza al decrecimiento es que rechazamos soluciones que solo sean válidas para el mapa hexagonal (Francia). Nosotros no queremos construir nuestro bienestar en detrimento de la mayoría de los pueblos. Pensamos que todos vivimos en el mismo planeta y que debemos y podemos salir de ésta todos al mismo tiempo. Pero no es una condena: al contrario es una esperanza extraordinaria. Promovemos el decrecimiento económico pero también el crecimiento en humanidad. Es lo que quiere resumir nuestro eslogan: menos bienes y más vínculos, más vínculos sociales, más vínculos humanos"

El decrecimiento hace cosas nuevas con cosas viejas. En cierto modo, conecta con un discurso religioso, la pobreza evangélica. El decrecimiento conecta también con aspiraciones multiseculares como el derecho a la pereza o el derecho de vivir y trabajar en tu tierra. Pero es cierto es que a estos movimientos les han roto la cara en la historia. ¿Qué podría hacer que este movimiento estuviera hoy en condiciones de ganar? Creo que hay dos cosas que debe  hacernos optimistas. En primer lugar lo que los sociólogos llaman la desmediación de la sociedad, el fin de las clases medias. Este fin puede ser lo peor si nos lleva al nihilismo, a  la desesperanza, el sentimiento de impotencia, pero eso puede ser fantástico si posibilita que una generación entera sepa que no tiene nada que esperar del sistema. Es lo que vemos hoy en Túnez, en Egipto y es lo que veremos mañana en Grecia y en España y espero que también en Francia. Y luego algo que también me hace ser optimista es la crisis ecológica. Esta crisis es creíble: vamos hacia la pared. Pero, al mismo tiempo nos impide postergar la cuestión histórica que es la repartición. Nos obliga a convertirnos en “compartidores” o bien a aceptar la barbarie que viene. No podremos conseguir el bienestar de la gente a pesar de ellos. La única cosa que podemos hacer como objetores del crecimiento es intentar construir soluciones con la gente y demorar que aunque no podemos cambiar este mundo, al menos podemos construir otro”

Sensato ¿no?


23 de marzo de 2012

Aquí y ahora: la importancia de la experimentación social

André Gorz fue un intelectual heterodoxo cuya actividad de reflexión y escritura ocupó toda la segunda parte del siglo veinte. Originario de la escuela existencialista francesa,  extramuros de la academia realizó interesantes análisis de las transformaciones del capitalismo industrial,  del trabajo y la clase obrera. Sus reflexiones también se irradiaron hacia la ecología política campo sobre el cual mostró un interés pionero. El 24  de septiembre de 2007 André Gorz, a la edad de ochenta y tres años, se suicidó junto a su mujer Dorine. Sus cuerpos fueron encontrados en la cama uno junto al otro. Se habían inyectado una dosis letal de drogas. Ejercieron su derecho a una muerte digna.

En sus últimos años de vida, Gorz, mostró simpatías por el decrecimiento. En un artículo del año 2007 decía, siempre lúcido, que "el decrecimiento de la economía fundada sobre el valor de cambio ya tiene lugar e irá a más. La cuestión está sólo en saber si adoptará la forma de una crisis catastrófica padecida o la de una opción de sociedad autoorganizada, fundando una economía y una sociedad más allá de salariado y de las relaciones mercantiles, cuyas semillas habrán sido sembradas por experimentaciones sociales convincentes".

Siguiendo con su razonamiento podemos agregar que la importancia de la experimentación social se debe a dos motivos: por una parte porque permite a aquellos que han optado por una crítica a las actuales formas de vida bajo el productivismo puedan encontrar formas coherentes de ligar sus valores y sus prácticas vitales. Por otra parte, y llegado el caso, si se cumplen los pronósticos de una debacle civilizatoria, se podrá disponer de una reserva común de prácticas sociales que sirvan como modelo ampliable a la sociedad de supervivencia que, con toda probabilidad, emergerá de las ruinas del productivismo.

Las posibilidades de enmendar el rumbo hacia el postdesarrollo implican dos áreas de acción interrelacionadas y mutuamente necesarias: por un lado la modificación del imaginario productivista  y,  por otro lado la modificación, aquí y ahora, vía experimentación colectiva, de las formas sociales de organización del trabajo, distribución de la riqueza y de relación con la naturaleza. La primera es una tarea ideológica, cultural, de difusión de los mensajes decrecentistas uno de cuyos ámbitos privilegiados tiene que ver con el consumo, con los hábitos individuales y colectivos de apropiarnos de los bienes materiales e inmateriales. La segunda tiene que ver  con la construcción de vínculos sociales basados en formas organizativas diferentes alejadas de la mercancía y el valor de cambio en un contexto de  Éxodo: “Llamamos Éxodo a la defección de masa fuera del Estado” (Paolo Virno). Sin el énfasis en este segundo aspecto, el de la construcción aquí y ahora de formas sociales alternativas, el decrecentismo puede encerrarse en una interesante, necesaria, pero insuficiente y circular práctica de comunicación.

Los decrecentistas deberíamos, al mismo tiempo que trabajar por la difusión de ideas y valores, conectar y participar cada vez más en experiencias de autoorganización social con criterios ecológicos y de justicia social, arriesgándonos a proponer también otras nuevas. La experiencias de mercado social, cooperativas integrales, cooperativas de ahorro, pueblos en transición, ecoaldeas, experiencias de permacultura etc. deberían  formar parte de las redes de acción decrecentistas y ser consideradas un campo para la imaginación y la inventiva propia. Es decir, no sólo alabarlas y comunicar que existen  sino participar en su articulación e inventar otras comunes. Se trata de la experimentación con diferentes formas de consumo, por supuesto pero también y en primer lugar con nuevas formas de producción que impliquen nuevas posibilidades técnicas y tecnológicas en conjunto con nuevas formas de organización social. Veámoslas con cierto detalle.

En relación a la producción se trata de abrir las prácticas decrecentistas hacia la producción e intercambio de los bienes necesarios para la vida. No olvidemos que salir del reino de la mercancía no implica salir de la cultura material, de los objetos y su valor de uso. No se trata despreciar a los objetos sino de reapropiarse de ellos, devolverles su sentido y valorarlos como resultado de la imaginación cultural común. Se trata de “conectar lo técnicamente posible con aquello que es culturalmente deseable”  (Ezio Manzini) en el  contexto de las exigencias medioambientales. No podemos salir de ambiente artificial que nos define como especie: lo artificial es nuestra forma particular forma de naturaleza. La paradoja es aquí ésta: el productivismo a pesar de su obsesión por la producción de objetos los desprecia cada vez más y los convierte en un mero instrumento para la obtención de beneficios en otros lugares. Decía Gorz: “Más de la mitad de los beneficios de las empresas americanas provienen de operaciones financieras. Para reproducirse y crecer, el capital recurre cada vez menos a la producción de mercancías y cada vez más a la "industria financiera". La producción de objetos es la excusa para valorizarse en el mercado financiero”. Los objetos son una excusa: de aquí su hiperabundancia y su obsolescencia planificada, es decir, su destino de vertedero.

Es necesario reivindicar la producción de objetos como actividad artesana y en conexión con las necesidades comunitarias. El “buen objeto”, debe serlo ética, estéticamente y funcionalmente. Productos de larga duración, productos que “sepan envejecer lentamente y con dignidad” (Ezio Manzini). Dignidad de los objetos y dignidad de los sujetos; dignidad en la vida y en la muerte.
No hay sociedad sin técnica y ahora sin tecnología. Ambas son también formas de mediación necesarias para nuevas formas de organización social. Se trata de innovación por supuesto pero de “innovación simétrica” es decir, dentro de un dialogo en igualdad de condiciones con las prácticas sociales. No se trata de que la tecnología le ofrezca objetos y procedimientos a las prácticas sociales sino al revés: las prácticas de una sociedad “autoorganizada” demandan las técnicas y tecnologías apropiadas a sus necesidades. Estas son mis necesidades comunitarias: produzcamos juntos las tecnologías adecuadas.

Respecto a las nuevas formas de organización social. La antropología y la historia nos muestran la amplia variabilidad de las experiencias de organización humana. El capitalismo primero comercial, luego industrial y ahora financiero no son etapas “naturales” de la evolución social; son contingencias históricas,  resultado de las relaciones de poder y subordinación entre actores sociales. La historia pudo haber sido y puede ser de otra manera. Los vínculos sociales están abiertos a la imaginación y la inventiva decrecentista. El socialismo estatista fracasó, entre otras muchas razones, porque no se basó en formas de experimentación previas. Las prácticas de sus “vanguardias”, al concentrarse en la toma del poder,  no prefiguraron la sociedad de deseada. Apostaron todo a la toma del Palacio del Invierno y a la creación de un momento histórico “cero” a partir del cual la imaginación se pondría a funcionar. Resultado: fueron experiencias de ingeniería social más que de extensión y desarrollo de experiencias arraigadas en los haceres comunes previos. Las vanguardias, transformadas en elites gobernantes, impusieron desde arriba y sin experimentación previa sus concepciones intelectuales acerca del lo que debía ser el Estado socialista.  Fueron diseños sociales cargados de ideología y desprovistos de imaginación abierta, democrática  y convocante.

La inventiva es, por lo tanto, “aquí y ahora”, sin esperar la llegada de la utopía. Esta se construye con los mimbres que ahora disponemos con el saber, la voluntad y la imaginación actuales, pocos o muchos pero actuales.

17 de marzo de 2012

Atrapanieblas: una tecnología plebeya


Los atrapanieblas son unas redes plásticas que situadas en zonas con abundancia de brumas o nieblas las capturan y por condensación las acumulan y por gravedad las distribuyen, ya sea para el cultivo o el consumo humano directo. Han tenido un cierto impulso en los últimos años a partir de desarrollos acumulativos principalmente en Chile e Israel, pero también en las Islas Canarias y otros lugares del mundo. Técnicamente la idea es simple y, al parecer, exitosa, aunque su difusión ha sido lenta. El principio de la condensación de las microgotas de niebla ha sido utilizado desde siempre por diferentes culturas humanas. Antes de estas redes plásticas situadas estratégicamente en cumbres brumosas se utilizaba el agua que chocaba contra las superficies de las piedras o de la vegetación. De hecho, los bosques de altura son excelentes condensadores de las microgotas de niebla. Los actuales atrapanieblas son, en este sentido, un ejercicio notable de biomímesis.Pero: ¿no debería apostarse por atrapanieblas vegetales y no plásticos, por lo menos en el mediano y largo  plazo?

Los atrapanieblas en muchos lugares han sido vistos como la gran solución a los problemas de agua en zonas desérticas o con escasa presencia de lluvias. Es una tecnología relativamente barata, en principio no contaminante y con resultados prácticamente inmediatos. No cabe duda que es una tecnología "plebeya" que puede ser gestionada directamente por las comunidades beneficiarias de este recurso pues no requiere, por ahora, de grandes conocimientos técnicos.

Este "por ahora" es importante pues sabemos que la sobretecnologización es una constante en muchas herramientas que tienen un punto de partida simple.De los molinos de viento manchegos medioevales a las actuales y enormes aspas alineadas en nuestros montes no sólo hay una cuestión altura sino de complejidad tecnológica que es una consecuencia, a su vez, de las exigencias económicas a las que ha quedado sometida esta tecnología. Los “atrapanieblas” pueden ser obligados a competir en volumen energético con las tradicionales formas de producir electricidad (hidráulica, térmica, nuclear) lo que los llevaría al gigantismo con los evidentes efectos negativos que tendrían sobre el paisaje en términos físicos y visuales. Es decir lo que les sucede actualmente a los paneles fotovoltaicos que tapizan lo que antes eran campos de cultivo.

Por esta razón, los atrapanieblas corren el peligro de quedar "atrapados" por las redes de la producción industrializada de agua, es decir, alejados de los vínculos comunitarios y sus necesidades particulares, aunque se les llamará "sostenibles".Corremos el riesgo de que veamos ahora, junto con las aspas de los gigantes metálicos, océanos de sabanas plásticas extendidas en las cimas de las montañas intentando recoger agua para alimentar el mismo sistema de demanda desmesurada.

Lo relevante no es la tecnología en sí misma sino el sistema sociotécnico en el que se inserta y las demandas que el segundo le hace a la primera. Un sistema de demanda desquiciado y masivo genera tecnologías excesivas, centralizadas y aristocráticas. Un sistema de demanda moderado y comunitario genera tecnologías  equilibradas, distribuidas y plebeyas. El agua de los atrapanieblas debe servir para apagar la sed de vida no la sed de consumo. A lo mejor todavía quedan Quijotes para luchar contra las aspas de los gigantes.

13 de marzo de 2012

La energía nuclear y el sueño de las energías renovables


La capacidad destructiva de la energía nuclear es absoluta, espacial y temporalmente. Es una tecnología agresiva que contiene un potencial de muerte sólo apaciguado por un permanente, precario y costoso sistema de vigilancia.  Por sí sola, o en combinación con los desastres naturales, es una espada de Damócles sobre la biosfera.

Es una tecnología inmoral que, a través de los residuos que genera, desplaza de forma premeditada la responsabilidad de su gestión a las generaciones futuras. No sabe qué hacer con las basuras de su actividad y le propone a la humanidad superviviente que encuentre los conocimientos y los procedimientos para tratarlos. Una minoría de individuos legitimados por su saber técnico y sostenido por su poder militar se ha arrogado a sí misma el derecho a decidir sobre el destino de la humanidad y de la biosfera.

El reciente aniversario de la catástrofe de Fukushima vuelve a poner de actualidad el debate sobre la energía nuclear. Esta tecnología de origen militar y que justamente inauguró su camino de muerte en Japón, es defendida por los mismos partidarios del modelo productivista dominante. La defensa de la energía nuclear es la defensa de este modelo de producción y consumo. Todos los que defienden el uso de la energía nuclear como base para la economía están defendiendo esta economía. Pero lo contrario no es cierto: muchos de los que defienden este modelo se pronuncian por el desarrollo de energías "alternativas" en su versión "renovables".

Los que no defendemos este modelo nos oponemos tanto a la energía térmica de origen nuclear como a cualquier tipo de energía destinada a sostener su voraz demanda energética. Lo que hay que modificar, decimos, no son tanto las tecnologías para la generación de energía como la ingente demanda de ésta proveniente de un modelo de producción y consumo irracional, desbocado y destinado al colapso. En un contexto donde la relación entre consumo y gasto energético es directa, cualquier energía alternativa tarde o temprano escaseará y/o se convertirá en dañina por exceso de demanda. Por ejemplo: si bien la energía proveniente del Sol es renovable la masificación tanto de la producción como del uso de paneles fotovoltaicos, necesaria para competir en cantidad con la producción energética con las centrales nucleares o las que usan combustibles fósiles, generará a corto o largo plazo problemas medioambientales. Reemplazar una central como la nuclear de Almaraz ocuparía unos doscientos kilómetros cuadrados de paneles,  dice Pedro Prieto quien,  por otra parte,  añade: "El sol y el viento son renovables; los módulos fotovoltaicos y los generadores eólicos, no lo son".

El sueño de la energía, limpia, barata, inacabable y eficaz dentro del modelo producivista, es eso, un sueño. Pero no un sueño inocente sino de  aquelllos que entorpecen la búsqueda de alternativas sociales que construyan otra estructura de demanda. El problema no es la energía en sí misma sino el tipo de sociedad deseable y posible dentro de unos criterios de austeridad, solidaridad humana y respeto a todos los seres vivos.

PD: ver también este vídeo de Prieto, conferencista y escritor siempre polémico y siempre interesante.Y estos otros acerca de los límites del crecimiento realizados en Septiembre del 2011 en la Universidad de Valladolid.

9 de marzo de 2012

La innovación y la imaginación como condición del decrecimiento

Entre los tópicos- y son muchos- contenidos en el discurso estándar sobre la innovación se encuentra aquel que señala que la innovación deber ser el  "motor del crecimiento". Nada más lógico y razonable, pero equivocado y parcial. Ni el  crecimiento económico, per se debe ser el objetivo de la economía ni la inteligencia ni la capacidad de innovación social tienen que estar a su servicio.Es posible modificar la actual "servidumbre voluntaria" de la capacidad de innovación a los imperativos productivistas. Non serviam.

El productivismo es una ideología encarnada hoy en el capitalismo cognitivo como antes lo estuvo en el capitalismo industrial. Sus rasgos de identidad son la desmesura y el avasallamiento de la sociedad y la naturaleza. No tiene conciencia de límites ni se sostiene por una ética de la responsabilidad colectiva. Justamente por esa carencia de base debe procurársela ideológicamente mediante adjetivos eufemísticos tales como "verde", "sostenible", "responsable" etc. La simulación y el maquillaje forman parte de su identidad.

Cuando el productivismo apela a la innovación como "motor" del crecimiento quiere significar con eso que necesita de la energía individual y colectiva para producir, cualquier cosa, en cualquier lugar del mundo, bajo cualquier condición laboral o ecológica etc. siempre y cuando al final del proceso aparezcan beneficios para los dueños del capital inicial. Schumpeter a mediados del siglo pasado, siguiendo a Sombart,  describió esta dinámica como "destrucción creativa"  encarnándola en la figura del emprendedor individual. Desde entonces esta idea se repite insistentemente en todos los manuales de innovación. Pero no es muy difícil darse cuenta que de lo que en realidad se trata es de "creatividad destructiva", es decir, la imaginación, la energía, y la creatividad puestas al servicio de destruir lo que ella misma ha creado. Esta doctrina llevada al paroxismo se expresa en la llamada "obsolescencia programada" que quiere decir la planificación del fin de los objetos para posibilitar su sustitución por otros funcionalmente equivalentes pero aparentemente diferentes. Una gran parte de la industria y por lo tanto de nuestro "modo de vida" está basada en la creación artificial de caducidad. Y esto es grave.

Pero la innovación no es un privilegio del productivismo. La innovación  y la difusión de las innovaciones son una posesión común de la especie, un rasgo propio y distintivo. Se puede expresar bajo diversas formas históricas y sociales, no necesariamente relacionadas ni con la economía ni con la tecnología en su sentido tradicional. Hay innovación cuando se crea una red de cooperativas o un mercado social. Hay innovación cuando se diseña una plantación de frutales siguiendo los criterios de la permacultura. Hay innovación cuando se articula una red huertos urbanos. Hay innovación cuando se crea una plataforma online para apoyar el comercio justo y  cuando se diseña un horno solar con desechos metálicos. Hay innovación cuando se crea una banca cooperativa y cuando se pone a punto una estufa rusa de masa térmica. Todos estos son ejemplos de creatividad, imaginación e innovación social, en total sintonía con las propuestas decrecentistas.

El decrecimiento, en tanto alternativa de organización de los vínculos entre los hombres y mujeres entre sí y con la naturaleza necesita, de la innovación social. La imaginación y la innovación constituyen las  condiciones de posibilidad de una sociedad decrecentista. Ésta tiene que ser necesariamente innovadora, no hay otra alternativa. La presencia en un enunciado de los términos innovación y decrecimiento debería ser entendido casi como un pleonasmo.


4 de marzo de 2012

Elogio del catastrofismo

Damas y caballeros, me presento: soy un catastrofista. El catastrofismo en temas medioambientales tiene mala prensa. Se arroja a la cara del interlocutor como sinónimo de exageración, pesimismo y poca confianza en las posibilidades de la tecnología de evitar o al menos atenuar los efectos secundarios o las “externalidades negativas” de nuestro  maravilloso “modo de vida”.

Separemos aguas. Ser catastrofista no significa ser apocalíptico. La noción de Apocalipsis es religiosa. El catastrofismo se basa en las evidencias científicas y en el sentido común, contenidos totalmente ausentes de los enunciados apocalípticos. Un catastrofista es un optimista informado y, por lo tanto, indignado. Un decrecentista también.

Repito: soy, junto a muchos otros, un catastrofista. Y a mucha honra, aunque,  a veces, serlo me quita el sueño. El catastrofismo actual es casi lo inverso de aquella teoría geológica dominante en Europa en los siglos dieciocho y diecinueve que afirmaba que la tierra se formó súbitamente y de forma precisamente “catastrófica”. El catastrofismo actual, con fundamentos más biológicos que geológicos, afirma que las pruebas científicas disponibles apuntan hacia una desaparición más o menos repentina de muchos de los fundamentos de la vida en este planeta. Afirmamos que nos enfrentamos ahora a una reducción drástica de las probabilidades de continuación de las formas biológicas, como consecuencia de la intervención destructiva de una de las maneras posibles de organización de la vida colectiva de las sociedades humanas sobre la tierra: el productivismo.

Este productivismo, expresado a lo largo del siglo veinte como capitalismo industrial o como socialismo de Estado, produjo el mayor daño ambiental conocido y ha dejado a los habitantes de este planeta, a todos, no sólo a los humanos, al borde del desastre. El catastrofismo no confunde los efectos antropogénicos con los efectos de las formas políticas, culturales y económicas de organización del animal humano. No es éste en sí mismo el dañino sino las formas contingentes de organización de su vida colectiva en medio de una biosfera finita. La historia medioambiental del siglo veinte muestra los antecedentes de la catástrofe previsible. “En el siglo veinte se cuadruplicó la población del mundo y su economía se multiplicó por 14, mientras que el consumo energético aumentó 16 veces y el factor de expansión de la producción industrial fue  de 40. Pero las emisiones de dióxido de carbono fueron 13 ves superiores y el consumo de agua se multiplicó por cuatro”  “Es evidente que no mantendremos durante mucho tiempo el ritmo del siglo veinte” (John R. Mc Nelly).

Los catastrofistas pensamos que existen posibilidades de enmendar el rumbo modificando tanto el imaginario productivista como las formas sociales de organización del trabajo, distribución de la riqueza y de relación con la naturaleza. Existen posibilidades culturales, tecnológicas y políticas pero, desgraciadamente, desconocemos sus probabilidades de éxito. A lo mejor los botones de la catástrofe ya han sido tocados. El catastrofismo, transformado en acción y voluntad política, forma parte de la razón decrecentista que trabaja en el estrecho margen que existe entre las posibilidades y las probabilidades de supervivencia.




21 de febrero de 2012

Bombas, economía e innovación

La especie humana inventó el productivismo y sus dos grandes formas sociales de expresión en el último siglo: el capitalismo y el socialismo estatista. Ambos han fracasado como propuestas de bienestar humano; ambos se han sostenido por la dominación interna, la guerra  externa y el expolio y destrucción de la naturaleza. El socialismo estatista, aunque cuenta todavía con nostálgicos de sus rituales y de su épica, pasó con más penas que glorias por la historia de siglo veinte. El capitalismo que pareció triunfante lanza ahora zarpazos de ahogado. Pero su máquina productiva sigue funcionando, sigue generando ideas para la destrucción, sigue aprovechándose de la capacidad de innovación y  creatividad de la especie para sus fines egoístas. 

El gasto militar es una parte central de la economía del mundo: constituye un mercado. Mercado de bienes, materiales e inmateriales y mercado de trabajo. La industria de la guerra forma parte del PIB de las naciones y demandante de ideas, tiempo y recursos naturales. Cuando la economía tambalea la guerra aparece como una de las salidas posibles para hacer funcionar la maquinaria productivista. El Imperio busca lugares donde lanzar las bombas y la industria armamentística comienza a salivar. Ahora, al parecer, es el turno de Irán.

La imaginación peversa y belicista comienza a funcionar: se trata de pensar cómo destruir las instalaciones nucleares de ese país. Para ello se piensa en utilizar bombas con capacidad para penetrar hormigón armado de hasta diez metros de espesor. ¿Cuánta inteligencia, creatividad y trabajo han sido necesarios para fabricar tales artilugios de destrucción? ¿Cuanta energía colectiva ha sido puesta a disposición del horror? Y por el contrario: ¿qué otros lugares sociales han quedado vacíos de ideas, de energías creativas e innovación? La balanza social de la innovación es asimétrica.
 

17 de febrero de 2012

Contra el PIB

Como cualquier sistema de indicadores el PIB (Producto interior o interno bruto) es un constructo, un artificio contable diseñado para medir lo que la ciencia económica dominante entiende por producción de un país. Todo sistema de indicadores puede ser evaluado por lo que incluye y por lo que excluye. Los que conocemos incluyen cualquier tipo de actividad colectiva mientras genere actividad económica, mientras circule dinero, mientras se paguen salarios etc. Por ejemplo, la actividad madera  está incluida en el PIB brasileño; las instalaciones mineras  están incluidas en el PIB de países como Chile y constituyen un componente central de su economía; la construcción de estructuras ferroviarias para trenes de alta velocidad  está incluido en el  PIB español;  la producción de impresoras está incluida en el PIB chino, etcétera. Pero el PIB brasileño no incluye ningún indicador que mida la destrucción de la selva amazónica, el PIB chileno no incluye el brutal consumo de agua no renovable y la contaminación de las capas freáticas; el PIB español no incluye la interrupción y destrucción de los ecosistema naturales que generan las líneas del AVE; el PIB chino no incluye las nefastas consecuencias medioambientales de los productos diseñados con criterios de obsolescencia programada…

Por eso el PIB es un indicador mentiroso. Sin embargo, la actual crisis se mide, entre otras formas por el descenso del PIB. Y  en países como España continúa su camino cuesta abajo, lo que vaticina en los próximos meses una “recesión técnica”. Pero, desde una perspectiva decrecentista esto no debería ser una preocupación en sí misma. Es evidente que no podemos alegrarnos por las consecuencias que, en términos de paro, desahucios etc. y sus correlativos  sufrimientos psicociales, trae aparejada la crisis de actual sistema, pero no cabe duda que se abre la posibilidad de reflexión y acción colectivas  tanto sobre otras formas de actividad productiva como acerca de otras maneras de medirla.

A este decrecimiento “por las malas” que muestran los datos del PIB, debemos oponerle un decrecimiento  "por las buenas”, es decir, un decrecimiento, a la vez razonado y ordenado pero radical, que implica una reformulación de las prioridades, los modos y las formas de medir las actividades económicas, con una exigencia de satisfacción de las necesidades de las mayorías dentro de un diálogo con la naturaleza y dentro de un horizonte temporal que incluya a las futuras generaciones.

PD: A propósito de este tema y otros: entrevista a Carlos Taibo en rtv.es

9 de febrero de 2012

Invasores

La arrogancia tecnocientífica es ilimitada. Rusos, británicos y norteamericanos compiten por llegar primeros a los lagos bajo el hielo de la Antártica, intocables e incontaminados durante millones de años. Ahora pueden dejar de estarlo. Los rusos anuncian su reciente conquista. Pero: ¿quién ha autorizado a estos invasores vestidos con ropaje científico para profanar la quietud y el silencio de estos dulces fondos abisales? ¿En nombre de qué razón estos enanos presuntuosos se atreven a horadar el tiempo, la materia y la vida? ¿Qué avaricia esconden en sus técnicas, saberes y esfuerzos? ¿Hacia dónde dirigen su voluntad de dominio?
La innovación científica y tecnológica debe ser reconducida, no puede seguir siendo  guiada por los intereses de los señores de la guerra y del capital. Dinero, creatividad  energía social deben ser orientados hacia una relación de respeto hacia la naturaleza  y las comunidades humanas. Lo realizado por los rusos puede ser una hazaña pero de aquellas que son para ponerse a temblar.   

6 de diciembre de 2011

Carne artificial y decrecimiento

Es sabido que la produccción de carne y de leche es altamente contaminante e invasiva: el metano es uno de sus subproductos más dañino para la atmósfera,  mientras que  las tierras destinadas a la ganadería ocupan y desplazan a los cultivos y a los bosques. Si se trata de ganaderías industriales intensivas estas son verdaderas fábricas de sufrimiento y muerte animal. Lo peor es que se espera que el explosivo aumento del consumo de los países emergentes y altamente poblados, como India y China, estimule aún más la producción de carne. Los ricos y los nuevos ricos aumentan la ingesta de proteinas de orígen animal más por signo de estatus que por requisitos nutricionales.

Frente a este panorama, y como siempre, vienen las respuestas desde el lado de la tecnociencia. ¿Que va a faltar carne para estos neocarnívoros? pues la hacemos en el laboratario. Unos muy inteligentes científicos del departamento de Fisiología Vascular de la Universidad de Maastric (Holanda) han decido producir una hamburguesa in vitro que estará disponible para el año 2013.  Lo harán utilizando el tejido muscular "a partir de las células madre del músculo de vacas generalmente, aunque también se puede emplear de cerdos o pollos para cultivarlas in vitro. La investigación que fue financiada con dos millones de euros por el gobierno holandés concluyó en 2009 con resultados tangibles: los investigadores fueron capaces de cultivar en placas de Petri tiras de tejido muscular de cerdo de un centímetro de ancho por 2,5 centímetros de largo" Frente a la eventuales críticas por su sabor el tecnociéntífico entrevistado no se desanima y argumenta que "si se combinan bien las cantidades de grasa y carne y se adereza, incluso, con sangre de laboratorio se puede obtener un agradable sabor. Además, se puede adquirir carne más saludable con menos grasas saturadas e, incluso más rica en nutrientes"

Las respuestas tecnocientífica, de alto coste, aparecen siempre que se perciba cierta rentabilidad. La inteligencia y el saber colectivo se despilfarra dando soluciones a problemas que sólo lo son en apariencia. No existe ningún camino inevitable que lleve desde el aumento de las demandas de consumo alimenticio al aumento de la  producción ganadera ni a la de carne artificial. Estas no son soluciones a nada, es la opción tecnocientifica, política y comercialmente orientada, para satisfacer determinados intereses. La solución es reducir significativamente la producción y consumo de carne de todo tipo: la cuestión es el cambio  de los hábitos de consumo y, por supuesto, de las formas de producción de los alimentos. La innovación, desde una perspectiva decrecentista significa imaginar formas de aportar soluciones a problemas bien definidos, en este caso la satisfaccción de las demandas alimenticias necesarias y suficientes para llevar una vida digna, sin carencias ni excesos nutricionales. Aumentar la alimentación de los que tienen menos y disminuir la de aquellos que la tienen en exceso. Es decir, lo de siempre: equilibrio, reparto y justicia distributiva.

3 de agosto de 2011

Megalomanías


La megalomanía es una psicopatología pero se viste de prestigio y fama. Es la envoltura del poder que ha caracterizado siempre a reyes, reyezuelos, emperadores, dictadores y ahora a último a empresarios y ...alcaldes. La arquitectura ha sido el cauce privilegiado para la expresión del sustrato megalómano y su voluntad de poder. La condición más o menos imperecedera de la obra arquitectónica estimula una especial preferencia por parte de estos psicópatas disfrazados de visionarios.  Ahora, el arquitecto estadounidense, al servicio de los megalómanos saudíes, Adrian Smith, que hace año y medio firmó en Dubái el Burj Khalifa, de 828 metros, acaba de ser elegido para levantar el rascacielos que empequeñecerá su obra anterior. La monstruosa torre Kingdom (Reino) que tendrá apartamentos y oficinas con vistas al mar Rojo, estará en Arabia Saudí, medirá 1.000 metros y crecerá en el centro de un nuevo barrio de lujo. Por supuesto el lujo será una de las notas de distinción de esta magna estupidez: "59 ascensores (cinco de ellos de dos pisos), 12 escaleras automáticas y 10 metros por segundo para llegar al observatorio más alto del planeta".

El dinero de los sátrapas del Golfo Pérsico está basado en la riqueza del petroleo que esconde su subsuelo y que contratasa con la pobreza de recursos de la superficie. Tienen petróleo pero no tienen agua ni capacidad para producir alimentos. En un futuro más o menos próximo no tendrán ni petroleo, ni agua ni alimentos y deberán transformarse en potencias imperiales o aliarse con otras para conseguirlos. Para saciar la sed de su consumismo despilfarrador han tenido que desarrollar una enorme industria para la desalinización del agua de mar que interrumpe el ciclo natural de muchos organismos marinos e introduce nuevos contaminantes en los ecosistemas. Pese a todo, continúan construyendo ciudades artificiales absolutamente desligadas de las posibilidades ecológicas que les ofrece su entorno. Son apuestas para el enriquecimiento y el hedonismo banal de unos pocos dentro de un corto espacio de tiempo. Juguetes peligrosos para reinos de efímeros con ínfulas de grandeza. Antes de que la entropía se haga cargo de ellos debemos luchar para que estas aberraciones y la ideología que las sustenta desaparezcan.

19 de julio de 2011

Rejuvenecimiento perverso


Dice la prensa que "el presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Camiones y Automóviles (Anfac), Francisco Javier García Sanz, ha solicitado al Gobierno que tome medidas y que dé su apoyo para lograr un rejuvenecimiento del parque automovilístico español". Este empresario señaló que "un parque automovilístico envejecido es sinónimo de un estancamiento y por ello solicitó el apoyo de las administraciones para que ayuden a su rejuvenecimiento, tanto por motivos de seguridad, como de impulso económico y de reducción del impacto medioambiental".

Sabemos que el modelo productivista prevaleciente requiere una constante renovación de las mercancías que genera. No puede sino producir actividad a través de la permanente sustitución de lo viejo por lo nuevo. El problema está en que la definición de lo que se considera viejo o nuevo no está determinado por el tiempo físico de los materiales ni por su valor de uso sino por el tiempo histórico de las necesidades del capital para revalorizarse, y por lo tanto, por la producción de los valores de cambio necesarios para ello.

Para el presidente de Anfac "rejuvenecimiento" significa sustitución de la masa vehículos actuales por otros nuevos, es decir reemplazo de lo que ahora funciona, es útil, sirve a unos propósitos por algo que se supone que será mejor  "tanto por motivos de seguridad, como de impulso económico y de reducción del impacto medioambiental". De estos motivos argumentados el segundo es la verdadera causa del eufemismo "rejuvenecimiento". La producción industrial está gobernada por las leyes de la obsolescencia programada más o menos directa, más o menos indirectamente. La máquina de la producción se basa en un eterno juego de sustituciones de unos objetos por otros sin consideración de los efectos de esa interminable sustitución. La estabilidad, la permanencia, la cadencia, el sosiego productivo atentan contra los intereses de la acumulación y los beneficios. Para ello hay que contar con la complacencia de los consumidores conveciéndoles de que el nuevo modelo es "mejor" que el anterior y así sucesivamente.

15 de julio de 2011

Emprendedores y decrecimiento (1)

Recientemente la vicepresidenta económica de España, Elena Salgado,  manifestó que los emprendedores son los actores principales del nuevo modelo productivo por el que su gobierno apuesta. La figura del emprendedor tiene una excelente imagen en todos los ámbitos sociales: la izquierda política lo ha aceptado con alegría y forma parte en muchos lugares de sus programas electorales. En España, como vemos, comienza en el discurso institucional a sustituir a la figura del trabajador como actor de los cambios necesarios para la "salida de la crisis". Esta sustitución no es trivial y dice mucho acerca de la visión de la izquierda liberal acerca de cuales son sus aliados principales dentro de su proyecto político.

El término emprendedor alcanzó su formulación más precisa con Joseph Schumpeter (1883-1950) y en el contexto de su "destrucción creativa" ha sido considerado como la quitaescencia de la energía capitalista.Por este motivo, la figura del emprendedor, combinación de riesgo, inventiva y capacidad innovadora debe ser adjetivada, de lo contrario los proyectos de innovación social al aceptarlo y utilizarlo corren el riesgo de "comprar" mucha ideología liberal sin darse cuenta.

Del perfil emprendedor debemos rescatar la imaginación, la capacidad de anticipar mundos posibles,  la voluntad de cambiar situaciones deficitarias, el esfuerzo y la perseverancia etc. Pero el emprendedor no puede ser defendido per se. La mayoría de las conductas clasificadas como emprendedoras dejan bastante que desear desde el punto de vista de una ética solidaria. Muchas de las iniciativas, desarrolladas en el campo de los negocios son ecológicamente insustentables por despilfarradoras y ciegas a sus consecuencias medioambientales. Muchas de ellas más que adecuarse al modelo de la "destrucción creativa" son expresión directa de una perversa  "creatividad destructiva", por ejemplo al someterse a los dictados de la obsolescencia programada. La inmensa mayoría de las seductoras y publicitadas innovaciones tecnológicas son banales, redundantes, superfluas y dañinas desde el punto de vista del bienestar colectivo.

El concepto de "emprendedor social", si no es un pleonasmo, puede indicar adecuadamente una diferencia tanto de medios como de fines en relación al emprendedor económico clásico. No obstante, probablemente sea necesario seguir buscando un término que defina con mayor precisión a esta figura social que no actúa movido por el interés pecuniario pero sobre todo que vincula su proyecto al destino de comunidades emprendedoras o comunidades de iniciativa social. No es un solitario aventurero en la selva económica sino parte de un engranaje colaborativo que emerje desde el terreno de lo común. Como lo es la imaginación decrecentista.

26 de mayo de 2011

“UN MOVIMIENTO “ESPEJO”

1. No están entendiendo nada. Aún después de su espectáculo electoral, la clase política, y quienes la apoyan, siguen leyendo con anteojeras los signos del movimiento. Continúan aplicando los mismos criterios de análisis y valoración utilizados para antiguos movimientos sociales. Miraron desde las alturas a estos "chavales" y les pidieron "concreción en sus propuestas", ellos, que han hecho de las propuestas vacías sus señas de identidad; que han usado y abusado de la retórica publicitaria banal e inmoral para envolver sus mensajes. ¿Qué tenía de concreto "El gobierno de tu calle" o "Centrados en ti"?

2. Este es un movimiento de nuevo cuño que conecta con demandas sociales soterradas, a las cuales les permite expresarse. Su rol no es conducir nada, pues no es una “vanguardia”, sino permitir que emerja lo reprimido, lo ausente, lo divergente. Que aparezca a la luz democrática aquello que ha ocultado y silenciado la razón hegemónica. No puede concretarse, no debe concretarse más, porque no es un sujeto de cambio en sí mismo sino un actor cuyo papel es la creación de las condiciones de posibilidad del cambio deseado Las etiquetas que desesperadamente quieren ponerle sólo son intentos de control de algo en constante transformación.

3. Su función es la de catalizador social, es decir, la de estimular la emergencia de las acciones de los que nos reconocemos como diversos dentro de un proyecto no único sino común. Un referente implícito para este movimiento es el neozapatista que se autoconcibe como un grupo "que plantea una serie de demandas que encuentran coincidencia, reflejos o espejos en las demandas de otras partes del mundo". Ambos son "movimientos espejo" pues reflejan y devuelven la imagen de lo que bulle en las entrañas de la vida social capturando las energías de cambio que sale de ella.

4. La agitación sociopolítica y cultural que pueden estimular estos gestos de  desobediencia civil debería generar la apertura y liberación de nuevos espacios de creatividad colectiva para que otros sujetos se expresen en toda la capilaridad social. Es decir, más allá del centro físico y simbólico (la Puerta del Sol y otras plazas) en el que se encuentra ahora el movimiento. La convocatoria a asambleas de barrio va en esa dirección, pero también se deben extender a los centros de trabajo y estudio.

5. Este no es un movimiento "antisistema", ya les gustaría que lo fuera a los que mandan, para exorcizarlo y reprimirlo. En la actualidad, no es posible nada fuera del sistema globalizado. Estamos dentro del sistemamundo.Por este motivo, se trata más bien de “implosiones” en los intersticios del centro, en sus grietas, que descolocan al sistema. “No somos antisistema: el sistema es antinosotros”. Aquí está la gran radicalidad del movimiento. No es casual que se hayan ocupado los centros de las ciudades para expresar la desobediencia. Frente a esta realidad el poder vacila entre la comprensión, la asimilación y el disparo de pelotas de goma.

6. Su trabajo, inédito, está siendo enorme e imprescindible pero la tarea de los cambios concretos no debe recaer sobre este movimiento en general ni sobre los acampados en las plazas en particular. Quienes deberán diseñar proyectos y llevarlos a cabo son los individuos y colectivos en todos los ámbitos sociales, en sus prácticas del día a día, animados por la apertura mental, cultural y política que ha favorecido la acción de los insubordinados. El movimiento ha comenzado a dibujar un camino, quienes debemos
transitarlo somos nosotros.

7. Pero no todo es nuevo: afortunadamente en el tejido social español ya existían muchos colectivos que desarrollaban una práctica coincidente con las críticas y  propuestas del movimiento 15-M. Los centros sociales, el movimiento ecologista, los colectivos decrecentistas, feministas, de consumo etc., las cooperativas integrales, las redes de economía solidaria y muchos otros tienen una rica experiencia de trabajo sobre sus espaldas. Es evidente que ahora pueden verse favorecidos por el impulso utópico que ha generado el movimiento a la vez que pueden aportar su propia historia de lucha. Esto implica ahora abrir los espacios de diálogo entre las distintas experiencias y los nuevos sujetos incorporados.

8. En Decrece Madrid nos alegramos por lo que está sucediendo y estamos participando con ilusión en esta nueva etapa social, aportando nuestra mirada crítica y nuestras propuestas a los cambios en marcha. Queremos aprovechar la energía social activada para poner en circulación, en espacios cada vez más amplios, nuestra crítica al  productivismo y al imaginario perverso del crecimiento económico infinito.

19 de marzo de 2011

La soledad del inmolado

Ahora que en el Medio Oriente la demanda democrática se ha extendido de manera imprevisible cuestionando poderes y sentidos comunes, la inmolación de Jan Palach motivada por la represión del movimiento de masas que se denominó posteriormente “primavera de Praga”, merece ser recordada. El llamado “suicidio a lo bonzo”, llamado así desde la inmolación de Thich Quang Duc, monje budista vietnamita en 1963, como gesto religioso y político revivió en Túnez y en Argelia funcionando como chispa que encendió la mecha de las revueltas


El llamado “socialismo real” fue una invención dogmática, mediocre y trágica de la cual poco o nada ha quedado para las generaciones actuales. Un mundo paralelo que pasó por la historia de la humanidad con muchísimas más penas que glorias, manchando y comprometiendo el proyecto utópico del siglo veinte para después entregarse a la restauración capitalista. No fue, sin embargo, un mundo totalmente desierto porque siempre existieron personas y colectivos que pensaron y actuaron a contracorriente de la miseria estalinista. Jan Palach estuvo entre ellos.

Un sacrificio individual, solitario, extremo y brutal que remueve conciencias y estimula a la indignación para que se convierta en movilización colectiva. La mayoría de las veces no lo consiguen y quedan sólo como un incómodo recodatorio a la vez de la impotencia y de valentía de los oprimidos. Probablemente muestran también el límite de la ética política: la soledad del inmolado y su dolor.

17 de marzo de 2011

Requiem por Fukushima

Decía Serge Latouche que "desarollo" es una palabra tóxica. Ahora habría que agregar que "desarrollo a través de la energía nuclear" no es sólo tóxico sino explícita y directamente genocida. Probablemente Fukushima pasará a la historia, si es que logramos tener un poco más de historia, como el primer genocidio transmitido en directo; el primer genocidio tecnológico de lo que nos queda de futuro que, visto lo visto, parece que no es mucho.

El lobby nuclear y el sentido común de los súbditos del sistema intenta desesperadamente reducir lo sucedido a un accidente, a algo eventual, es decir, raro. Su discurso se basa en la poca probabilidad de ocurrencia dada las sofisticadas medidas de seguridad que tienen las centrales nucleares en el mundo y ponen como argumento el hecho de que, en Japón, todas las demás resistieron el terremoto y su posterior ola destructiva. Pero si bien los japones no lo inventaron le pusieron nombre a un fenómeno escaso pero posible: tsunami. Aún así, contruyeron su derrochadora sociedad sobre un territorio movedizo como pocos, confiando en su capacidad de control tecnológico de los fenómenos naturales.

La energía nuclear no forma parte del "curso natural" del desarrollo socioeconómico: como todas, representa decisiones contingentes condicionadas por los intereses de quienes, en cada momento histórico, han tenido la sartén por el mango. La opción no está entre petroleo escaso y energía nuclear "limpia", aunque riesgosa, sino entre una sociedad despilfarradora, contaminante y agresiva y una sociedad austera, respetuosa con el medio ambiente y convivencial. La batalla es contra la fe tecnolfílica oscurece lo que le queda de razón a este bípedo arrogante que ha construido una civilización suicida.

8 de marzo de 2011

Libia y sus acuíferos

A punto de convertirse en el Irak de Obama, Libia, aunque ha existido desde hace milenios, ahora existe más. Son los efectos de realidad de los medios de comunicación e Internet. En los años ochenta Gadafi causaba cierta admiración por su extravagante aliño indumentario y por su oposición, más o menos desde la izquierda, al Imperio. Luego vinieron los atentados a los aviones en Inglaterra y los bombardeos americanos a Trípoli que obligaron a un período de mayor contención por parte del coronel.

Pero eso sucedía en la superficie: su proyecto épico, amén de la represión a su pueblo, continuaba en las profundidades de los mercados financieros europeos y en la profundidades del enorme desierto libio. Aquí la megalomanía de Gadafi linda con el horror. Construyó un rio artificial que conduce agua fósil extraída de enormes acuíferos situados en los desiertos del sur del país. "El Agua fósil (agua connata) es agua subterránea que ha permanecido en un acuífero por milenios. El agua puede permanecer bajo el subsuelo alojada en mantos acuíferos por miles y quizás millones de años. Cuando los cambios geológicos los sellaron impidieron su recarga y éstos quedaron atrapados dentro, convirtiéndose así en: agua fosilizada. El fechado con radiocarbono ha revelado que algunos acuíferos han permanecido así desde hace 40,000 años, desde antes de la última glaciación. Los acuíferos de Ogallala y Nubia se encuentran entre las más notables de las reservas de agua fósil. La extracción del agua fósil es algunas veces referida como agua mina dado que es una fuente no renovable".

Siguiendo el mismo esquema y similar tecnología que la utilizada para la extraccción del petróleo Gadafi ha sacrificado recursos no renovables para sostener su proyecto de "desarrollo" en el norte de Libia y de paso crear una red de tuberías subterráneas aptas para uso militar. La lógica del desarrollo a toda costa, arrogante, agresivo y despilfarrador tiene en el ejemplo libio su paradigma. Pero también, simultáneamente, muestra una vez más lo efímero y transitorio que pueden ser los sueños de omnipotencia. Esperemos que si Gadfi es derrocado sus sucesores detengan o, al menos moderen, este proyecto del horror.

13 de febrero de 2011

Taylorismo y fordismo médico

La prensa lo titula Operaciones de bajo coste y comenta que "un hospital indio practica hasta 30 intervenciones de corazón al día. Añade que "el centro recurre a la economía de escala y al trabajo en cadena para abaratar el proceso".

Taylorismo y fordismo han sido dos maneras complementarias de organización productiva y disciplinamiento de la fuerza de trabajo. El primero tiene como núcleo operativo y símbolo de su funcionamiento el control de los "tiempos y movimientos" y, el segundo, la cadena de montaje. F. Taylor y H. Ford se encuentran en la base de la racionalización productiva que permitió el brutal desarrollo de la industrialización en la primera mitad del siglo veinte, incluyendo, por supuesto, a la industria bélica. La llegada primero de las innovaciones organizativas japonesas, y posteriormente de otras como las suecas en las fábricas de Volvo, hasta terminar en las actuales estructuras empresariales en red, supusieron un cuestionamiento del taylorismo y el fordismo que, en principio (eso se decía) quedaron relegados a sectores industriales muy concretos y muchas veces "atrasados". Esta trayectoria de la organización industrial en el ámbito de la sociología y la economía del trabajo ha sido descrita como la evolución "desde el fordismo al post-fordismo".

Pero, las formas organizativas exitosas desde el punto de vista del lucro empresarial no se abandonan fácilmente. El disciplinamiento a través del control de los tiempos y movimientos y la organización en cadena se aplican también a sectores aparentemente poco aptos para adoptar formas de producción en gran escala. En el caso del hospital de Bangalore se ha dado el paso definitivo parcelando las tareas y enlazándolas en un sistema de acciones coordinadas análogas a la cadena de montaje de una fábrica de automóviles. Gestos y movimientos especializados son realizados sobre un cuerpo, el del paciente, que pierde su unidad esencial para convertirse en un conjunto de segmentos patologizados intervenibles por especialistas que, a fuerza de repetir las acciones, incluso pueden actuar "con los ojos cerrados". Nace la medicina de la ceguera. Esta posibilidad de tratamiento industrial del cuerpo y la salud tiene sus antecedentes, en primer lugar en la actual extensión de las "analíticas" y los "exámenes" a mansalva que han convertido a los médicos en técnicos lectores de indicadores incapaces ya de leer los síntomas en el propio cuerpo del paciente (el encuentro médico-paciente se ha convertido en una relación mediada por la pantalla del ordenador) y, en segundo lugar, en la privatización de los servicios de salud públicos que, entre otras cosas, anuncian ya la proletarización de la clase médica. El ejemplo del hospital de la India lo muestra en toda su crudeza: los médicos se convierten en piezas intercambiables de un engranaje sociotecnológico y comercial que los excede y domina. Su futuro será el de proletarios hiperespecializados y sosfisticados con bajos salarios y condiciones laborales flexibles, de alto estrés, generando, eso sí, beneficios a raudales a las megaempresas sanitarias a quienes venderán su tiempo de trabajo cada vez con menos valor de mercado.

La defensa de este modelo de "producción de salud" se basa en criterios exclusivamente económicos: "Se puede hacer una buena obra y aún así ser muy rentable". El hospital "funciona como una economía de escala: a más operaciones y hospitales más grandes, nuestros costes se reducen"; los mismos argumentos que dio en su momento Henry Ford para fabricar su modelo T. Añade el director del hospital indio un argumento de democratización del acceso a la salud: Ford también prometía que cada consumidor norteamericano tendría su propio automóvil. Cumplió su promesa: sólo hizo falta que se desarrollara el inmenso y descontrolado mercado crediticio que ha llegado hasta hoy; el mismo que estará rondando las fábricas de salud emergentes.

Ver: Operaciones de bajo coste

7 de enero de 2011

Decrecentismo y lenguaje del mestizaje (2)

(Viene del post anterior)
Funciones


La primera tarea del decrecentismo, entonces, es mostrar lo que esconden las hegemonías del mundo y lo que anuncian las contrahegemonías y las disidencias. Esto corresponde a su función develadora que persigue quitar los velos que cubren los ocultamientos, las simulaciones y las coacciones ideológicas al servicio del poder. Se trata de poner de manifiesto lo soterrado por el imaginario del productivismo y sus excesos. Esta función incluye la función de comunicación o difusión de los develamientos o “comprensiones” que los grupos decrecentistas han obtenido de sus análisis y prácticas. Estos grupos son sujetos colectivos de enunciación que proyectan una identidad y buscan el encuentro con otras identidades. Es importante, no obstante, diferenciar la experiencia del develamiento y comunicación de la aceptación acrítica de una verdad revelada. La enunciación decrecentista debe ser el resultado de procesos dialógicos, racionales, informados y colectivos, sin subordinaciones de ninguna especie, ni siquiera a la misma idea decrecentista.

Otros incluyen el decrecimiento como un componente más de su acción, nosotros hacemos de él, una ética y un proyecto: un punto de referencia, un criterio de valor y una guía para la orientación, siempre provisional, en los escenarios de los cambios colectivos e individuales. Por este motivo, en segundo lugar rescatamos su función cartográfica para localizar y hacer visibles las experiencias ausentes y señalar el camino para las que presionan por emerger. Las muy variables topografías sociales donde transcurren las dinámicas de los actores requieren el dibujo de mapas con sus territorios pero, sobre todo, con sus caminos y senderos que comuniquen lo actual con lo posible, abriendo las zonas de contacto. Pero la cartografía sabe que no puede confundir el mapa con el territorio y que los trazados, las cotas y los relieves dibujados serán siempre provisionales.

Los decrecentistas no tenemos prioridad ni vocación de hegemonía. Somos advenedizos en el espacio de las iniciativas de cambio; otros también han nombrado los desastres y han propuesto alternativas. Podemos hacerlo, pero, ubicados en los intersticios de los proyectos de los actores, podemos aspirar también a un rol diferente: al rol de traductores, es decir, desde el lenguaje, desde la koiné sociopolítica, trabajar para “promover la inteligibilidad mutua entre experiencias posibles sin destruir su identidad” (B. de Sousa Santos). Esta función de traducción implica apoyar las interlocuciones entre las diferentes formas de experiencias de conocimiento, de trabajo, políticas, culturales etc. mostrando las equivalencias y haciendo evidentes los encuentros. El decrecentismo apuesta por las diferencias no jerarquizadas, por los espacios de diálogo no subordinados, aquí y a hora, es decir, en un presente ampliado y enriquecido por las iniciativas de todos.

Como una consecuencia directa de la función de traducción aparece, la función catalizadora que debe permitir que críticas y propuestas, teorías y prácticas, imaginaciones e iniciativas, en el amplio campo social, encuentren un sentido mayor engarzadas en el discurso del decrecimiento y sean estimuladas por éste. Se trata de favorecer el trabajo de articulación de las contrahegemonías ayudando a su confluencia en proyectos comunes. No ofrecemos una verdad revelada, repetimos, ni siquiera una certeza, sólo nuestro papel de facilitadores de la voluntad de cambio de los sujetos sociales.

Por último, la función catalizadora incorpora como elemento central la función de innovación e imaginación que invita a prefigurar  cómo vivir de una manera diferente, a partir de las prácticas de los actores y sus necesidades. La función cartográfica debe servir para detectar las experiencias sociales ausentes y desperdiciadas por las monoculturas del saber y las hegemonías sociales. La función de innovación lee e interpreta esos mapas, reivindica los saberes de todos, imagina mundos posibles, los pone en diálogo y ayuda a que las energías colectivas concluyan en proyectos concretos. La función de innovación reconoce y extiende la creatividad a todo el campo social, fuera de la ley del valor, de la mercancía y sus servidumbres y forma parte de las necesarias políticas de resistencia y propuesta creativa, frente a las hegemonías. La catálisis decrecentista, realizada a través del develamiento, la comunicación, la cartografía, la traducción y la innovación aspira a ampliar el campo de las experiencias posibles en el presente para aumentar las probabilidades de su realización futura.

6 de enero de 2011

Decrecentismo y lenguaje del mestizaje (1)

Nos encontramos en la “fase semántica” de la propuesta decrecentista. Fase colectiva de creación, depuración y difusión de conceptos que sean capaces de ensamblar este lenguaje del mestizaje sociopolítico con las prácticas de los actores. Hay que comenzar a hablarlo para nombrar las ausencias, reprimidas, y las emergencias, soñadas (B. de Sousa Santos). Fase también de interpretación y de imaginación sin más restricciones que las posibilidades de los deseos expresados por la palabra de los distintos.

Esbozamos aquí las tareas y funciones que, a nuestro juicio, debería asumir el emergente movimiento por el decrecimiento para encontrar su lugar dentro del proceso de reinvención de las prácticas emancipadoras. Creemos que la identidad decrecentista en la actualidad puede organizarse a partir de seis funciones principales, todas ellas muy relacionadas entre sí, a saber: función de develamiento, función de comunicación, función cartográfica, función de traducción, función de innovación y función catalizadora. Situaremos este esbozo en el contexto de la crisis de la palabra emancipatoria, de su naufragio en las aguas de la historia.

Naufragio

Venimos de un naufragio: el de los proyectos de emancipación, mucho más fracasados que derrotados, a lo largo del siglo veinte. Naufragio histórico, político, económico, cultural y anímico. Como escribimos en otro texto “todas las izquierdas, todas, quedaron tocadas por el desastre del llamado socialismo real. Ni la comunista, ni la socialdemócrata ni toda la flora y fauna troskista, maoísta o anarquista y sus combinaciones pudieron salvar los muebles del incendio. La comunista se hizo socialdemócrata. La socialista se hizo social liberal o, lisa y llanamente y sin vergüenzas, liberal. Y, en la llamada extrema izquierda, algunos se fueron para la casa, los más, y otros, los menos, iniciaron una loable pero larga travesía por el desierto. En el intertanto, los ecologistas han emergido y se han vuelto a sumergir sin poder asumir el liderazgo de aquello que se ha llamado izquierda social, mientras que los altermundialistas han pataleado en cuanto foro mundial se les ha puesto a su alcance”. En medio del repliegue, desde hace más de una década los neozapatistas son unos de los pocos que han abocetado con imaginación un programa de transformaciones razonable y utópico y viceversa.

Lenguaje

El movimiento por el decrecimiento surge de esas cenizas, de esos lodos y de esas esperanzas. Con el reloj de la historia acelerado, la tarea que tiene por delante es gigante y con muchos frentes abiertos. De todos ellos, uno se revela particularmente crucial: el del lenguaje. Sobado y gastado el lenguaje revolucionario y comprobada su incapacidad para convocar a los nuevos sujetos de las transformaciones, urge la construcción de un lenguaje que defina y critique el desorden y la locura neoliberal desde la imaginación y los deseos colectivos. La palabra decrecentista debe emerger del encuentro entre los conceptos de escritorio y los vocablos de la calle comunitaria en transformación; entre habla de la visión y del habla del deseo.

Desde abajo y a la izquierda (Marcos), las palabras del decrecimiento deberían ser capaces de transformarse en una lingua franca, en una koiné o habla común de intercambio entre los sujetos de las transformaciones. Eso requiere romper la continuidad acústica con los términos gastados y asociados a los fracasos de los socialismos autoritarios del siglo veinte y, sobre todo, vinculados a la vociferante e inútil teoría leninista. Y esa ruptura exige producir nuevos sonidos y nuevos ecos condensados y transportados por la lengua del mestizaje sociopolítico en la que puede constituirse el discurso decrecentista. Esta koiné decrecentista debe aportar resonancias que acompañen a los actores en sus nuevas y viejas prácticas cooperativas, solidarias, comunitarias y políticas. Una lengua franca y una koiné cumplen la función de comunicar las diferencias; porque son diferentes los hablantes requieren una lengua que permita la traducción de sus conceptos y prácticas. Es un lenguaje de frontera construido para atenuarlas. Es el lenguaje de lo “común”, diferente del lenguaje de lo “único”. El primero se construye, desde abajo, a partir de la necesidad y voluntad de permitir que los distintos dialoguen sobre aquello que comparten sin dejar de ser cada uno lo que es. El segundo, se construye, desde arriba, a partir de un proyecto de imposición que busca anular las diferencias e imponer la visión de unos pocos.

Vivimos ahora el reinado del pensamiento, el discurso y las prácticas de “lo único” en su versión neoliberal. Pero los decrecentistas rechazamos “lo único” en todas sus versiones, sea neoliberal, marxista, anarquista, ecologista y, por supuesto, decrecentista.

El decrecentismo no dice nada nuevo y, sin embargo, suena nuevo lo que enuncia. Es una obviedad y una provocación: un inventario de desastres sociales y ecológicos, presentes y futuros y una llamada a la acción. Pero, no podemos quedarnos en la compilación de los efectos de la locura civilizatoria; es necesaria la sintaxis que permita articular el diagnóstico con las prácticas a través del lenguaje del mestizaje sociopolítico que es el decrecentismo, es decir, el lenguaje de “lo común de lo diverso”. (Continúa)