1 de enero de 2013

Las formas de habitar la tierra y el tiempo


La tierra ha estado casi siempre ahí. El tiempo geológico se mueve no cabe duda, pero el tiempo de la vida es mucho más rápido y el humano ya ni te cuento. Este tiempo humano se ha impuesto a todo los sistemas naturales. Pero hablar de tiempo humano es una simplificación que olvida que el tiempo humano es variable histórica, geográfica y culturalmente. El tiempo humano no puede dejar de ser un tiempo social y como tal condicionado por las formas técnicas y tecnológicas de habitar la tierra, por la forma de interferir en ella y modificarla. La intervención del animal humano sobre la naturaleza esta mediada por las diferentes y contingentes formas de la producción.

La revolución industrial aceleró notablemente el tiempo social, pero ya lo venían haciendo con mucho más relajo, eso sí, la rueda, los carruajes, los barcos, el catalejo, el molino de viento etc. La historia de la técnica y la tecnología es la historia de la velocidad y la aceleración crecientes. La crónica de los grandes desastres antrópicos es también la de la aceleración del tiempo como lo expresan la  hecatombe de la biodiversidad y sociodiversidad, el calentamiento climático y el  peak oil. En todos ellos se observa la inyección de tiempo productivista.

El famoso "tiempo real" que tanto alegra a los tecnofílicos y con el cual han logrado convencer a casi todos acerca de su bondad, es el tiempo de la máquina digital y su alimento básico es la codificación universal de objetos y sujetos.Digitalización y aceleración universales van de la mano; se estimulan mutuamente, se necesitan mutuamente. Por el contrario, el decrecimiento tiene que ver, entre otras cosas relevantes, con una desaceleración de la producción de la cultura, de la vida y el tiempo social. La idea de comunidad significa la creación de esferas autónomas, paralelas, de tiempos liberados de la vorágine productivista. Lo común es también tiempo común y ese tiempo debería ser el de la pausa, de la escansión, de la mediación y la introspección. La objeción decrecentista es ambición de parsimonia y calma. Los mecanismos de apertura sistémica deben ser complementados con mecanismos de cierre frente al ruido y la velocidad del entorno enloquecido.

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