26 de marzo de 2010

Una plantación no es un bosque


Según la prensa, la FAO afirma que “la tasa de pérdida de los bosques a nivel mundial ha disminuido marcadamente en la última década, con menor tala en el Amazonas y siembra de árboles a gran escala en China”. Bien, hay que alegrarse por la reducción de algunas de las barbaridades que el sistema depredador en el que vivimos causa en la naturaleza. No obstante, se tratará siempre de situaciones inestables y frágiles mientras la causa de las mismas no desaparezca.

Reducir la tala y plantar árboles son cosas diferentes. La primera es positiva per se; la segunda, depende. De acuerdo a la sensata idea de algunos grupos ecologistas que señala que “una plantación no es un bosque" hay que mirar con lupa lo que en este terreno se hace. Un bosque es un ecosistema que tiene una finalidad en sí mismo; existe porque es vida vegetal realizada, expresión vital del cosmos y componente de la biosfera. Por el contrario, una plantación de árboles es la expresión de una voluntad social. Se puede plantar para remedar a la naturaleza y devolverle parte de lo que se le ha quitado o se puede plantar, dentro de una lógica economicista ciega, valga el pleonasmo, para volver a talar. La mayoría de las plantaciones se hacen con este segundo objetivo. Las plantaciones de árboles son monocultivos pensados para facilitar el uso de la maquinaria que los va a serrar; eso explica su diseño lineal y monocorde. Se plantan para ser destruidos. La diversidad es enemiga de las plantaciones. En cambio, la diferencia, la heterogeneidad, incluso el desorden, define a los bosques que incluyen como parte necesaria a la vida animal. Reducir la tala, conservar los bosques y plantar para generar biodiversidad es un buen programa decrecentista.

Contra las plantaciones.

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