14 de mayo de 2012

Gassho, animales y ética decrecentista


Gassho es un gesto del budismo Zen, y de otras tradiciones culturales y religiosas,  que expresa “respeto por todas las existencias”. “Dirige el espíritu por encima del ego y de las consideraciones personales. Gassho crea armonía entre los seres, por muy diferentes que sean. Cuando la acción es la justa, el mundo se vuelve justo. Cuando hacemos sinceramente gassho por los demás, se crea una mutua simpatía. Si lo hacemos por el universo entero, incluso los árboles, las montañas y los ríos sienten esta simpatía y nos la devuelven a su vez. Un murmullo acompaña a las dos manos tocándose  suavemente y una ligera inclinación de la cabeza”.

Un gesto austero, como todo el ritual Zen cargado de sentido y ética. Una aspiración de “convivencialidad”  (Illich) que debería llenar todas nuestras miserias cotidianas y una buena guía para una necesaria ética decrecentista. Respeto por todas las existencias, las más cercanas y las más lejanas, las grandes y las ínfimas, las humanas y las no humanas. Una meta difícil en medio de tantos egoísmos personales y colectivos; en medio de tantas derrotas.

Todo esto viene a cuento de un vídeo realizado por la asociación protectora de animales El Refugio, donde con crudeza se muestra lo que unos desalmados pueden hacer con un animal, esta vez con una perra a la que enceguecieron con disparos de perdigones algunos miembros de la estúpida ralea de cazadores. Junto con el sufrimiento indecible que esos descerebrados causaron al animal aparece la otra cara posible de la conducta humana: la de aquellos que la recogieron, la cuidaron, la curaron regalándole una nueva oportunidad de vida.

No cabe duda que el respeto por las existencias forma parte de la ética decrecentista. Eso es lo queremos decir cuando afirmamos que el productivismo ha tocado los límites de la biosfera. No se trata sólo de una cuestión de límites económicos sino de límites éticos: podemos, pero no debemos avasallar a la naturaleza. La especie humana, a través de una de sus formas contingentes de organización social, emprendió una guerra contra la biosfera y los seres que la habitamos. El capitalismo ha sido siempre una economía de guerra. Una permanente campaña bélica contra la vida disfrazada de progreso. Frente a eso tenemos el ejemplo de los voluntarios de El Refugio: a lo mejor todavía es posible cuidar y curar a nuestro mundo enfermo dándole una nueva oportunidad de vida.

Gassho

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