25 de diciembre de 2009

Copenhague (2)

En la reciente cumbre de Copenhague al parecer hubo de todo, incluyendo los negadores del orígen humano del cambio climático. Esta vez fueron algunos congresistas republicanos para los cuales "el fracaso de esta cumbre es una buena noticia". Como dijo el torero: "hay gente pa' tó", incluyendo estúpidos negacionistas que, casualmente, son, en EEUU, representantes de Estados petroleros o con una importante presencia de la industria automovilística. "Su argumento es que no está probado que el cambio climático tenga su origen en las emisiones de gases de efecto invernadero por la quema de combustibles fósiles, pese a los miles de científicos que lo han probado". (El País.19/12/2009)

En España, José María Aznar es uno de los más preclaros exponentes de esta ideología y fue invitado estrella en la mayor cumbre de negacionistas del cambio climático de la historia celebrada en en Nueva York en marzo de este año y finanaciada por la petrolera EXXONMOBIL.

El negacionismo es una vieja escuela y de amplio rango temático que trata de horadar consensos progresistas acerca de determinados sucesos que han afectado o afectan a la humanidad. El más conocido es el que pretende negar el exterminio de los judíos europeos por los nazis y sus aliados durante la segunda guerra mundial. El más famoso es el inglés David Irving. La Iglesia Católica también los tiene: hace poco Benedicto XVI rehabilitó al también inglés, obispo negacionista Richard Williamson. Este cura afirmó que los judíos que murieron en ese período no pasaron de los trescientos mil y ninguno en las cámaras de gas. También Darwin se enfrentó desde el comienzo a los "creacionistas" que refutarón su teoría de la evolución y que tienen en la actualidad una importante presencia en el discurso de algunas iglesias protestantes de EEUU.

¿Porqué los negacionistas son todos de derechas?

23 de diciembre de 2009

Vacas visibles e invisibles


Todo sistema de dominación-política, económica, cultural o ecológica- crea un espacio de encubrimiento de su dominación y de las consecuencias de ésta. Este es el espacio de las ideologias. El productivismo y el consumismo contaminan, agotan recursos, destruyen culturas y fomentan modos de vida esclavos. Sin embargo, las ideologías del capitalismo "venden" el desarrollo, el bienestar y, ahora, la "sostenibilidad", como fin último de su actividad. Y para que este desarrollo sea vendible se deben esconder los costes medioamientales y el derroche que lleva asociado. Latouche nos recuerda, por ejemplo, que "para que la ganadería intesiva funcione en Europa hace falta que una superficie equivalente a siete veces el continente sea empleada en otros países para producir la alimentación que reclaman los animales criados de este modo industrial: es lo que se llama 'consumo encubierto' . Según William Rees, los Paises Bajos utilizan o importan un territorio de 100.000 kilómetros cuadrados en el mundo, principalmente del Sur, es decir, cinco a siete veces la superficie de las tierras productivas del país y eso sólo para alimentación". Esto significa, aunque parezca paradójico, que los mayores campos de cultivo europeos están fuera de las fronteras del continente.

Para que los consumidores europeos mastiquen y engullan tranquilos los filetes de lomo, que han comprado envasados y sobreenvasados en pulcros centros comerciales, no deben saber todo ésto.Tampoco deben saber que la ganadería genera más emisiones de gases causantes del efecto invernadero que el sector del transporte, según la FAO. Para algunos podría ser causa de una digestión molesta, o no, ¡vaya uno a saber!

El viejo capitalismo de producción, industrial, no podía esconder su suciedad y su podredumbre. Era un capitalismo a cara descubierta. El capitalismo de consumo actual y aún más en esta subetapa informatizada y reticular, es un capitalismo con difraz que tiene la posibilidad de deslocalizar la producción de basura pero, sobre todo, de hacer uso de la cosmética ideológica para ocultar las vacas y poder saborear los filetes de lomo.