4 de mayo de 2010
Decrecimiento o barbarie
Desde el original enunciado de Marx, retomado por Rosa Luxemburgo, pasando por el grupo francés de la postguerra del mismo nombre, liderado por Castoriadis y Lefort, y la utilización por parte de algunos grupos y publicaciones en la actualidad, la oposición Socialismo o Barbarie ha sido empleada para indicar una disyuntiva trágica. La barbarie se avalanzaría sobre la humanidad si ésta no se encaminaba hacia alguna forma de socialismo.
Pero ahora la barbarie tiene ahora tintes medioambientales y el enunciado ha sido recuperado desde el campo decrecentista por dos autores: Paul Aries y Paolo Cacciari en sendos libros. Cacciari señala que “decrecimiento o barbarie es una afirmación fuerte, que he robado a Paul Ariès” (Decroissance ou barbarie, Golias, Lyon, 2005) y que la utiliza “porque aún no he conseguido imaginarme una sociedad más densa de sentido que aquella capaz de autoorganizarse pidiendo ‘a cada cual según sus capacidades’ y devolviendo a ‘cada uno según sus necesidades’. Una idea de sociedad que integra derechos y deberes, justicia e igualdad en un marco de democracia auténtica y sustancial. Nada menos que un nuevo humanismo o, para ser más exactos, un ‘biohumanismo’ capaz de recomponer una visión integrada del hombre y del mundo que interprete al ser humano como un sujeto interna y vitalmente conectado con la naturaleza [...] en la causalidad compleja que liga a todos los seres vivos”
La disyuntiva decrecimiento o barbarie llama a la toma de partido en un momento histórico de bifurcación de caminos. La opción por el decrecimiento se inscribe en una vía lúcida y no ingenua que apuesta por agotar el territorio de lo posible sabiendo que lo probable juega en contra nuestra. Lo más probable es la barbarie pero la vía decrecentista no es una posibilidad nula. La tarea de la imaginación decrecentista consiste en proponer colectivamente formas y contenidos nuevos para un mundo agotado y apesadumbrado. A partir de una lucidez descarnada estamos construyendo una utopía razonable y paradójica que llama a diseñar y construir aquí y ahora una sociedad no productivista y convivencial. Mucho tiempo no queda porque algunos de los botones del desastre ya han sido tocados. El ‘biohumanismo’ del que habla Cacciari tendrá que sortear muchos obstáculos para constituirse en un referente común. Pero las utopías, como él mismo afirma, son como las estrellas para los navegantes de la noche: nadie piensa en alcanzarlas, pero ayudan a mantener el rumbo.
Este texto apareció publicado originalmente en DecrecimientoMadrid
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