La capacidad de invención de los seres humanos es infinita y la estupidez también. Sobre la tecnología se proyectan sus grandezas y sus miserias. Un señor británico de apellido Stapleton ha inventado un aparato para auyentar a los jóvenes ruidosos y molestos.
“El mecanismo, llamado Mosquito (…) emite un sonido intermitente de alta frecuencia que, según él, pueden oír la mayoría de los jóvenes menores de 20 años y casi ningún mayor de 30. El sonido está pensado para irritar a los chicos, que tras varios minutos no pueden soportarlo y se van”.
“Hasta ahora, el Mosquito sólo se ha probado en un lugar, a la entrada del supermercado Spar de esta ciudad de Gales del Sur. Hoscos adolescentes se plantaban en la barandilla de la entrada, fumando, bebiendo, insultando a gritos a los clientes y efectuando periódicas incursiones destructivas al interior. “Lo menos que hacían era intimidar a los clientes”, comenta Robert Gough, propietario, junto con sus padres, del supermercado. “Lo más, entraban en la tienda a pelear, robar y asaltar al personal”.
Bien, la justificación del invento está clara y su eficacia comprobada. Ahora sólo falta que algún biotecnólogo explique genéticamente la diferente percepción de los ultrasonidos en la población humana, los catalogue por decibelios y alguien se ponga a fabricar aparatitos para ahuyentar a todo tipo de sujetos molestos: pobres, minorías raciales, sexuales, inmigrantes (os imaginais estos maravillosos dispositivos en las fronteras de Ceuta y Melilla con Marruecos?) grupos políticos radicales, decrecentistas etc. El sueño del pequeño fascista que todos llevamos dentro por fin se concreta en una tecnología de discriminación barata, limpia, “sostenible” y cuya fabricación contribuirá con unas décimas al PIB. ¡Maravilloso!
“El mecanismo, llamado Mosquito (…) emite un sonido intermitente de alta frecuencia que, según él, pueden oír la mayoría de los jóvenes menores de 20 años y casi ningún mayor de 30. El sonido está pensado para irritar a los chicos, que tras varios minutos no pueden soportarlo y se van”.
“Hasta ahora, el Mosquito sólo se ha probado en un lugar, a la entrada del supermercado Spar de esta ciudad de Gales del Sur. Hoscos adolescentes se plantaban en la barandilla de la entrada, fumando, bebiendo, insultando a gritos a los clientes y efectuando periódicas incursiones destructivas al interior. “Lo menos que hacían era intimidar a los clientes”, comenta Robert Gough, propietario, junto con sus padres, del supermercado. “Lo más, entraban en la tienda a pelear, robar y asaltar al personal”.
Bien, la justificación del invento está clara y su eficacia comprobada. Ahora sólo falta que algún biotecnólogo explique genéticamente la diferente percepción de los ultrasonidos en la población humana, los catalogue por decibelios y alguien se ponga a fabricar aparatitos para ahuyentar a todo tipo de sujetos molestos: pobres, minorías raciales, sexuales, inmigrantes (os imaginais estos maravillosos dispositivos en las fronteras de Ceuta y Melilla con Marruecos?) grupos políticos radicales, decrecentistas etc. El sueño del pequeño fascista que todos llevamos dentro por fin se concreta en una tecnología de discriminación barata, limpia, “sostenible” y cuya fabricación contribuirá con unas décimas al PIB. ¡Maravilloso!
Artículo publicado originalmente en DecreceMadrid
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